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Todos están deseando ver su construcción acabada. Pero para eso hay que ser paciente y, sobre todo, estar atento a las indicaciones de la profesora y de las instrucciones a seguir. Son niños, unos 80 en este caso, los que esta mañana han invadido el ... monasterio de San Juan como parte de la programación de los Sampedros, locos por unir piezas y montar su robot. Por eso, alguno no ha podido evitarlo y ha abierto alguna caja antes de tiempo.
Legos lanzados al suelo e, instantáneamente, los más pequeños -de 3 a 5 años- gateando para buscar cuál coger. Están dando sus primeros pasos en este mundo, por lo que escuchan con cara de asombro a lo que la profesora les indica qué tienen hacer, pero aprenden rápido. El resultado es mejorable, pero lo importante es que «están desarrollando creatividad, imaginando e innovando», afirma Miguel Paredes, coordinador de Burgos de Robotix.
Más avanzado está el siguiente grupo, de 6 a 8 años. Ya son aprendices de ingeniero y tienen que construir un robot básico. En este caso se trata de una peonza y un lanzador. Pero no solo tienen que conseguir darla forma, sino programar con un ordenador para que después funcione. «Con sensores se dan órdenes de que cuando toque el suelo se mueva y cuando se levante se pare», explica Paredes.
El reto de la mañana les ha tocado a los más mayores, los niños de 9 a 14 años. Construir el robot de sumo es casi una tarea fácil para ellos, por lo que tienen que lograr que peleen entre ellos. También tienen que programar, para que su autómata consiga «detectar la línea del tatami, que no se salgan y que sepan rebotar», continúa el coordinador. Los niños tienen que ser muy precisos, tienen que dotarlos de inteligencia y saber cómo controlarlos. Para ello, es importante que se organicen bien. Cada grupo de tres tiene que ir cambiando de roles, para que siempre haya uno que esté construyendo, otro cogiendo piezas y otro fijándose en las instrucciones del ordenador.
Un buen trabajo manual, tanto individual como en equipo, es uno de los valores que se enseña en este tipo de iniciativas. De cara al futuro, un mundo 100% tecnológico, los niños tienen que tener un pensamiento lógico, enfrentarse a los problemas y resolverlos sabiendo que hay varias formas planteadas. Esta teoría se lleva a la práctica con las piezas de Lego, un juego que permite construir cosas, pero también darlas vida con movimientos previamente ordenados.
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