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¿De qué sirve preparar una fiesta por todo lo alto si nadie se entera de que se va a celebrar? Efectivamente. Por eso, desde que comenzaron a llevarse a cabo las fiestas mayores de San Pedro y San Pablo, el cartel anunciador ha ... sido un elemento clave de las mismas. Y de paso, también se ha erigido como testigo mudo del paso del tiempo y las tendencias artísticas.
Esa es precisamente la impresión que se lleva uno tras revisar la histórica colección de los carteles anunciadores de los Sampedros. La mayoría de los originales se guardan en el Archivo Municipal, y en algunos casos, adornan las propias paredes del mismo.
Y es que, los carteles de las fiestas mayores de San Pedro y San Pablo son parte de la historia de la ciudad, empezando por aquellos diseños simples, eficaces y espartanos de los primeros años, cuyo objetivo era anunciar la celebración de los grandes actos de las fiestas.
En este sentido, las referencias a la presencia de los gigantillos y gigantones y la celebración de feria de ganados y de festejos taurinos eran el común denominador de unos carteles que huían de la imagen y se centraban exclusivamente el en texto. Algunos con más detalle que otros, por cierto.
De hecho, a medida que el programa de fiestas fue aumentando con la inclusión de partidos de fútbol, conciertos, bailes, verbenas o elevación de globos, la cosa comenzó a complicarse.
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Sea como fuere, a principios del siglo XX, los textos empezaron a acompañarse con ilustraciones. Unas ilustraciones que, irremediablemente, han girado siempre en torno a los principales reclamos de la ciudad, como la Catedral o el Cid, así como a los personajes tradicionales de las fiestas, como lo gigantillos o los tetines y danzantes.
Así, a partir de la década de 1930, la imagen acabó ganando la partida. Los textos apenas hacían referencia a la celebración de las fiestas, sin otros reclamos del programa, pero con un innegable valor artístico. Nombres de la talla de Fortunato Julián, Luis Sáez o Luis Ortega pusieron sus pinceles al servicio de los Sampedros.
La riqueza de los carteles también reside en su valor histórico. En el Archivo Municipal se custodia, por ejemplo, el cartel anunciador de las fiestas de 1936, que se celebraron apenas unos días antes de que estallara la Guerra Civil. Igual de histórico, pero mucho más reciente, es el cartel de 2020, obra de Rubén Lucas, el cual se presentó en sociedad a pesar de que las fiestas tuvieron que suspenderse por la pandemia de la covid-19.
Lucas, además, fue el ganador del polémico concurso del año anterior, con un cartel cuyo concepto se asemejaba al utilizado por el mismo autor en otro buen puñado de concursos de carteles festivos a lo largo y ancho de España aquel año, varios de los cuales acabó ganando. Buen año tuvo el artista murciano con los concursos.
Esa, precisamente, ha sido la fórmula de elección de los carteles festivos durante buena parte de las últimas décadas. Y en ese juego, son varios los nombres que se han llevado en más de una ocasión el premio gordo, como Abel Gómez, Jesús García Vivar o José Manuel Marijuán.
Todos ellos forman parte ya de la historia de los Sampedros, que este año son anunciados a través de la obra del valenciano Vincent Ramón, que decidió tirar de tradición y echar mano del Gigantillo para ilustrar la fiesta.
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