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Pocas cosas habrá tan clásicas en unas fiestas como la presencia de feriantes ambulantes. La churrera y el señor de la tómbola llevan décadas -o incluso algún siglo- viniendo a Burgos. Antes en La Quinta, luego en La Milanera y, por ahora, en el Polígono Docente de Río Vena, la música, las luces de colores y los movimientos de los carruseles atraen la mirada de niños y mayores. Los que tienen dinero para pagarse el viaje montan donde quieren -o donde pueden-, mientras que los más pequeños, que también son los que más se ilusionan, solo pueden señalar el lugar que más les gusta y esperar a que su familiar más cercano haga realidad sus deseos.
En estos Sampedros, las barracas comenzaron a funcionar el pasado 28 de junio. Desde entonces, han pasado por allí miles de personas, que se han llevado globos, peluches, juguetes y han dejado mucha, pero mucha adrenalina, sobre todo en las grandes atracciones. Permanecerán colocadas junto al Campus del Río Vena de la Universidad de Burgos (UBU) hasta el lunes, 9 de julio, fecha en la que se ha fijado el Día del Niño, en el que habrá descuentos en todos los carruseles.
El resto de días, los billetes tienen un precio aproximado de 2,50 euros en las barracas infantiles y 3 euros para las tómbolas y atracciones para adultos. Como de costumbre, el coste de los viajes es una de las críticas más habituales que suscita la feria. Sus responsables lo conocen y se defienden explicando que «los que se quejan no saben los gastos que tienen», aunque no todo son protestas. De hecho, en el mismo grupo pueden darse disparidad de opiniones. Silvia Herráez comenta que sí que es caro, pero su familiar Roberto Formoso señala lo contrario. «No lo veo caro y tampoco me atrevería a decir cuanto debería valer, pero si montas a los pequeños en varias atracciones sí que te gastas un dinero», declara.
La opinión de los feriantes, a falta del broche de oro del Día del Niño, es positiva. El tiempo, salvo en ocasiones puntuales, ha acompañado durante lo que llevamos de fiestas mayores en honor a San Pedro y San Pablo y eso es primordial, según aseguran varios de los comerciantes. «Ha caído en fechas raras, quizá la gente haya estado algo perdida, pero bien. Llevo viniendo a Burgos muchos años y es por algo», comenta Roberto Fernández, de Vino Añejo, quien recuerda con orgullo que nació en la feria burgalesa hace más de 50 años.
El burgalés José Gómez, de Tómbola Marcos, sostiene la misma opinión. «A los burgaleses les gusta la feria. Recorro toda Castilla y León y es una de las mejores ciudades. Se portan muy bien», manifiesa el feriante no sin opinar que los días de las ferias han trastocado los planes de los vecinos, subrayando que se ha concentrado todo en el primer fin de semana. «Lo bueno ha sido al principio. Estos últimos días han sido más flojos». Respecto a lo que vendrá entre el domingo y el lunes, este empresario, que lleva viniendo cuatro décadas a los Sampedros asegura que «la esperanza es lo último que se pierde».
Los dueños de las barracas defienden que la actual situación de los puestos, el Polígono Docente, entre las calles Francisco de Vitoria y Eloy García de Quevedo, es el mejor sitio para la instalación de los carruseles. «El lugar es el idóneo. Mucha gente me ha comentado que a La Milanera no va a ir», explica José Gómez, mientras que Roberto Fernández comparte esta impresión. «Es mejor sitio que La Milanera». La lejanía y la falta de accesos son dos de los principales problemas que, a su juicio, tiene el vetusto recinto ferial. «Aquí nos podíamos quedar durante toda la vida», asegura Pedro Ruiz, quien también pide comprensión por el ruido que ocasionan a los vecinos. «Solo son 10 días». En cambio, sí que sería mejorable el espacio que el Ayuntamiento habilita junto al Cementerio para el estacionamiento de las caravanas de los feriantes. «Al menos podían adecentarlo y darnos luz, que tenemos agua porque la hemos buscado nosotros», critica.
En este sentido, los feriantes hacen suyas las críticas vertidas por parte de la oposición municipal en torno a los servicios que les ofrece el Consistorio durante su estancia. Una estancia que, eso sí, se hace más fácil a los empresarios de la feria y sus familias gracias a gente como Jesús Segura Zariquiegui, de la Parroquia de Nuestra Señora de las Nieves, que lleva más de 25 años atendiendo a los hijos de los feriantes durante las fiestas. «Hoy (por el jueves) se los ha llevado al circo. Se merece un gran aplauso y todos los años se lo damos», agradece Juan Ruiz.
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