En los últimos años han surgido en la ciudad de Burgos tiendas de ropa de segunda mano y otras de ropa vintage. Es un mercado en auge, pero las propietarias de estas tiendas reconocen que, aunque notan que algo está cambiando en la ciudad, aun ... falta mucho recorrido para asentarse. En algunos casos, casi la mitad de la clientela son turistas.
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Vestir bien no supone estrenar ropa nueva. Con restricciones por sequía en algunas comunidades autónomas de España, miramos a un sector que consume mucha agua en su producción, el textil. En plena emergencia climática, usar y tirar ya no debería ser nuestra primera opción. Bajo la premisa de que el mejor residuo es aquel que no se genera, cada vez más personas están apostando por la moda circular.
No solo hablamos de donar tu ropa cuando no la usas y adquirir otras prendas en tiendas de segunda mano, porque seguimos atrapados en el consumo. Hablamos de las tiendas de segunda mano donde se compran y venden prendas de calidad, que duran en el tiempo, y también prendas vintage, con más de 30 años, pero en perfecto estado debido a su calidad.
La tendencia se refleja en Burgos donde han surgido en los últimos años comercios de segunda mano y comercios vintage. Pero dos propietarias de dos de estas tiendas de ropa vintage aseguran que en Burgos todavía falta mucho recorrido para que este tipo de consumo y este mercado se asiente. Muchos de sus clientes son turistas, sobre todo franceses, y siguen viendo como la gente más joven sigue muy vinculada a los grandes grupos empresariales de moda, como el archiconocido Inditex.
María Aránzazu García, propietaria de Rincón Vintage, fue una de las primeras en lanzarse en Burgos a abrir una tienda de ropa vintage con prendas también de segunda mano y otras nuevas, pero con más de 30 años. Lleva casi cinco años con la tienda abierta y reconoce que el traslado al centro de la ciudad le ha ayudado en las ventas, porque por la calle Laín Calvo pasan burgaleses y turistas.
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Aythami Pérez Miguel
Reconoce que ella está enamorada del producto y es que incluso el establecimiento es vintage, pero no elude reconocer los problemas que ve a este sector en una ciudad pequeña como Burgos. «Burgos no es una ciudad muy grande y la tienda tiene mucha capacidad, aún así, he notado que han aumentado las tiendas de segunda mano porque cuando yo empecé no conocía muchas más», apunta.
Por su parte, Eva Romo, propietaria de Romo Boutique Vintage, lleva tres años con su negocio abierto. Ella también ha buscado una zona de tránsito de turistas para instalar su tienda y es que, como ella misma reconoce, «noto que los franceses tiran mucho de segunda mano. No tienen ningún complejo de nada. En Burgos se va abriendo el camino, pero te diría que el 50% de mis clientes son turistas y también noto que la gente de grandes ciudades tira más de este producto».
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Parece que la segunda mano y la ropa vintage se va abriendo camino en Burgos, pero otras ciudades llevan mucha ventaja a la capital burgalesa en este tipo de consumo. Aquí el cambio a un consumo más responsable está siendo más lento, pero no decae y se aprecia, ya que hace más de cinco años no eran tantas las tiendas de ropa de segunda mano o vintage que se encontraban en la ciudad. Las que abrían, además, cerraban muy pronto.
Romo explica que comprar ropa en tiendas como la suya o la de su compañera María Aránzazu es «apostar por un consumo responsable, por ropa que ya existe y que te va a durar más, porque la ropa que seleccionamos es de calidad. Hay gente a la que la segunda mano le da reparo, creo que en España tenemos complejo de pobre por comprar de segunda mano. Pensamos que estamos comprando segunda mano porque no tenemos dinero cuando, en realidad, estamos apostando por prendas de calidad, por un consumo responsable».
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«En este tipo de tiendas también buscamos que la gente sea consciente de su consumo, que estamos acabando con el planeta y que hay que dejar de confeccionar tanto y tan mal», añade María Aránzazu.
Parece que a la gente joven le cuesta más apostar por ir diferente, salirse de la moda dictada por los grandes grupos fabricantes de ropa, puede también que se encuentren buscando su personalidad. La clientela de estas dos tiendas suele tener más de 20 años, incluso rozando los 30, hasta gente mucho más mayor. «Tengo clientas fijas de unos 70 años que se atreven con cualquier cosa, son las más divertidas», reconoce Eva. Y es que la pérdida de personalidad es otro aspecto que estas dos mujeres destacan.
Los más jóvenes siguen apostando por las grandes firmas de ropa y cuando acuden a estas tiendas a vender su armario lo que hace, por ejemplo, María Aránzazu es recomendarles que lo vendan en plataformas online de compra-venta. Plataformas que también están creciendo mucho en nuestro país. Cada vez se aprecia menos desconfianza.
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Tras un año marcado por la inflación, el mercado de la segunda mano continúo consolidándose en España. En el último año a nivel nacional se han publicado más de 14,4 millones de anuncios en la aplicación y la web de Milanuncios. Supone un promedio de 61.100 anuncios nuevos al día.
En Castilla y León, por ejemplo, esta plataforma registró más de 283.000 nuevos anuncios, una media de 685.000 publicaciones diarias por un valor total de más de 357 millones. Destacan las categorías de casa y jardín, motor y moda y complementos con más de 33.000 anuncios y más de dos millones de euros en esta última categoría.
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Incluso cuando donamos ropa tenemos que ser conscientes y responsables. Greenpeace demostró con un estudio que no todas las donaciones consiguen ayudar al planeta. Colocó geolocalizadores en 29 prendas distintas para descubrir dónde acaba la ropa que se dona en España. La ropa era variada y estaba en buen estado, podía seguir siendo usada. Metieron la ropa con los geolocalizadores en contenedores de once provincias españolas. Estos contendedores eran municipales y también de tiendas como Zara y Mango, marcas que colaboran con Cáritas. Cuatro meses después, según este estudio de Greenpeace, solo una de esas prendas logró tener una segunda vida, en Rumanía. 14 de ellas fueron enviadas fuera de España, sobre todo Emiratos Árabes Unidos y Pakistán, pero también se encontraron en India, Egipto, Marruecos, Togo y Chile. Aumentando así la huella de carbono de las prendas. Muchas prendas acaban revendiéndose en países africanos y otro alto porcentaje acaba en estos mismos países, pero en enormes vertederos de ropa.
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