Inspector jefe de la UDEV Alfonso Rodríguez Santocildes
«El año pasado salvamos la vida a tres personas que iban a suicidarse»Inspector jefe de la UDEV Alfonso Rodríguez Santocildes
«El año pasado salvamos la vida a tres personas que iban a suicidarse»Cuando los focos se apagan, cuando dejamos de ver el amplio despliegue de medios (humanos, caninos y materiales) que nos pone sobre aviso de lo que está ocurriendo, la investigación continúa. En la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional una ... desaparición nunca cae en el olvido. Cambia el método de trabajo, pero los casos de desaparecidos siempre están abiertos. Se revisan periódicamente, se mantiene el contacto con la familia, se estudian nuevas pruebas. El objetivo: resolverlos para dar paz a los allegados.
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En Burgos, el caso de Sergio Sierra Rojo, el conductor de autobús que desapareció en octubre de su domicilio en el barrio burgalés de San Pedro de la Fuente, es la mejor prueba de ello. Los agentes de la UDEV de la Brigada de Policía Judicial de Burgos no abandonaron en ningún momento su búsqueda. Combinando el estudio de la información de la que disponían, los testimonios de familiares y amigos, la investigación tecnológica y el trabajo de campo, el pasado 12 de mayo pudieron localizar cuerpo en un paraje inaccesible entre Ibeas de Juarros, San Millán y Arlanzón.
La investigación no ha sido sencilla, pues Sergio puso todos los medios a su alcance para que no lo encontrasen, recuerda Alfonso Rodríguez Santocildes, el inspector jefe de la Unidad de Delincuencia Especializada (UDEV) – Homicidios y Desaparecidos de Burgos. Son los que se encargan, dentro de la Policía Judicial, de las desapariciones de las personas mayores de edad, sean estas voluntarias, accidentales o forzosas. En cada caso actúan de una forma diferente, pero en todos hay un denominador común: la rapidez.
El inspector jefe desmonta la leyenda urbana que dice que hay que esperar 24 horas para denunciar una desaparición. «Es justo lo contrario», asegura. Ante la más mínima sospecha, lo mejor es denunciarlo, pues «las primeras horas desde la desaparición son fundamentales». Si luego se queda en un susto, un malentendido o una marcha voluntaria, pues no pasa nada, se cierra el expediente y listo. Y la denuncia es todavía más importante si la persona ha dejado algún tipo de nota o hay intentos autolíticos previos.
«En todas las desapariciones nos ponemos desde el minuto cero. Las primeras diligencias son urgentes porque intentas localizar a la gente y, en muchas ocasiones, es para salvarles la vida», apunta. Ocurre con personas con deterioros cognitivos, que se despistan, pero también con las que quieren hacerse daño. El pasado año, esa premura en la actuación les permitió salvar la vida a tres personas que habían anunciado que iban a suicidarse. «Lo conseguimos con los tres», así que es vital dar la voz de alarma, que tiempo hay para desmontar un operativo.
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Con la desaparición de Sergio se actuó con la misma rapidez. La familia dio aviso el 2 de octubre después de la hora de comer. Sergio había pasado la noche fuera y no sabían nada él. Enseguida la investigación se centró en una desaparición voluntaria: había nota de despedida, se había dejado el móvil en casa, el coche en el garaje… Y existían otros comportamientos «anómalos», en la jerga policial, pues se analizan los casos también desde el punto de vista psicológico para intentar entender a la persona, comprender su motivación y averiguar cuáles han sido sus pasos.
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Con Sergio no sabían dónde podía estar ni a dónde había podido ir, ni siquiera si había girado a la izquierda o la derecha en cuanto salió de casa. Revisaron todas las propiedades de la familia, como se hace de habitual, pero sin éxito. Y, entonces, se armó un operativo de esos que llaman la atención: Policía Nacional, Bomberos de Burgos, la Unidad Canina del GREM, Protección Civil, Cruz Roja, Guardia Civil… Todos trabajando a una, junto con familiares, amigos y allegados, para intentar dar con Sergio antes de que fuera demasiado tarde.
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«A toro pasado», Alfonso Rodríguez Santocildes ya sabe que, para cuando se arrancó la búsqueda, ya era demasiado tarde. Así lo había querido Sergio, pero en aquel momento nadie lo pensó. El objetivo era localizarlo. «Empiezas a tomar testimonios rápidos para conocer sus hábitos» y tener una orientación, por eso la búsqueda se inició en Fuentes Blancas, «porque le gustaba pasear por ahí». Luego se amplió al encontrar alguna documentación suya, un carné de instalaciones deportivas y un DNI antiguo, en la zona de La Ventilla.
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«Solo teníamos eso» y, con esa información, arrancaron las batidas. «Se miró la playa de Fuentes Blancas, el humedal… los bomberos usaron su zodiac. A punto estuvo de desplazarse el grupo especial de operaciones» de la Policía Nacional. El problema era no tener una idea clara de dónde podía estar, para acotar al máximo la búsqueda, y sobre todo saber que no quería que se le encontrara, por tanto «no tenían sentido el helicóptero ni los drones porque no iba a estar a simple vista», estaría (como se ha comprobado) en una zona inaccesible.
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En la investigación, la policía científica aborda también el estudio del ordenador y el teléfono móvil. Hay que conocer sus rutinas y, principalmente, sus ubicaciones recurrentes en los últimos meses, pues allí donde esté ha tenido que ir antes. Así es como dan con esa zona entre Ibeas, Arlanzón y San Millán. El mismo día de su desaparición había estado cuatro horas allí. Las señales de los repetidores acotan un área, pero es muy amplia y no es campo abierto, así que es una pista pero hay mucho trabajo por hacer.
Se moviliza el operativo, medios humanos, caninos y materiales, sin éxito. Han ido pasando los días y «llega un momento en el que las batidas dejan de tener sentido si no tienes información más con concreta de dónde puede estar». También sabes que lo que se busca ya no es lo mismo que al principio. Por eso desaparece es operativo llamativo y se queda la investigación policial. Llega el invierno, el agua anega la zona y toca esperar para seguir trabajando a pie de campo. Mientras, se sigue hablando con la familia por si recuerdan algo, surge alguna pista, hay nuevos indicios.
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Así llega la primavera y, por fin, cuando los niveles de agua bajan, los agentes de la UDEV acceden a esa zona que les había quedado sin rastrear, que parecía suficientemente recóndita y de muy difícil acceso. «Para llegar había que ponerse unas botas de agua hasta la cintura», explica Alfonso Rodríguez Santocildes, y no era para nada una zona de paso. Fueron los agentes de la Policía Nacional los que, con un rastreo al milímetro, pudieron encontrar el cuerpo de Sergio en una especie de isleta entre los dos cauces.
«Sin su dedicación, entrega y profesionalidad difícilmente se hubiera podido encontrar el cuerpo de Sergio», insiste, y reconoce que para la unidad de Burgos esta búsqueda «ha supuesto un sobreesfuerzo», pero considera que «tenía que ser así»
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A partir del hallazgo, y para cerrar el caso, toca hacer las oportunas comprobaciones. Tras tantos meses desaparecido, la confirmación pasa por la prueba de ADN. El protocolo policial dice que, a los 15 días de una desaparición, se obtienen los datos ante mortem'. Es decir, se saca la secuencia de ADN de la persona (de un cepillo de dientes, por ejemplo) y se graba en la base de datos. Y también se toman muestras a los padres. Con los restos hallados, la Policía Científica hace el cotejo y se ha podido confirmar que son 100 % los de Sergio y el ADN coincide con el que tendría un hijo de sus padres. «Se confirma por dos vías, es irrefutable».
El inspector jefe de la UDEV entiende que la resolución del caso no es la que la familia hubiera tenido, pero les dará paz. Es una forma de cerrar página, de tener una respuesta y poder empezar el duelo. Por ese motivo, en la Policía Nacional «nunca dejamos de investigar las desapariciones», aunque haya pasado mucho tiempo desde la denuncia. «La familia no quiere que se deje de buscar», lo necesita, y además nunca se sabe dónde puede estar la pista que lleve a la resolución de un caso.
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