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Historia del cine en Burgos
Nacimiento, auge y ocaso del cine en Burgos

El séptimo arte a orillas del Arlanzón

Burgos, una de las primeras ciudades españolas en disfrutar del cine, llegó a contar con hasta 11 históricas salas funcionando a la vez | En los 90', los multicines cogieron el testigo, pero hoy, la caída del número de espectadores y la crisis de la covid generan muchas incertidumbres

Domingo, 22 de noviembre 2020, 09:20

El cine no atraviesa ahora mismo su mejor momento. De eso no hay duda. La paulatina implantación de la televisión, el VHS, el DVD y, más recientemente, las plataformas digitales, ha derivado en una drástica caída del número de espectadores que ha puesto en jaque al sector de la proyección desde hace ya un tiempo. Y la crisis de la covid-19 parece haber supuesto la puntilla para muchas salas. Pero no siempre fue así. De hecho, hubo un momento en el que el cine no fue solo aquel lugar donde se proyectaban películas, sino también sinónimo de modernidad, punto de encuentro y socialización. Y Burgos puede dar fe de ello.

No en vano, la historia contemporánea de la ciudad está ligada al surgimiento, cenit y declive de las salas de cine. Prueba de ello es que la ciudad del Arlanzón fue una de las primeras ciudades españolas -algunos autores sostienen incluso que fue la primera- en disfrutar del séptimo arte.

Ya durante la segunda mitad del siglo XIX está acreditada la presencia en Burgos de algunos de los precursores del cine, como kinetoscopio de Edison o el Cosmorama. Pero se considera que el cine como tal llegó a la ciudad en las postrimerías del siglo XIX gracias al ímpetu de Eduardo Jimeno, que junto con su hijo homónimo, marchó a Lyon para adquirir uno de los primeros modelos comercializados por los Lumière y lo instaló eventualmente en un local de la antigua Casa Dorronsoro, ubicada en la confluencia de las calles San Juan y Santander. Un modelo, por cierto, que se parecía, y mucho, al inventado años antes por el padre paúl Mariano Díez Tobar, un burgalés, oriundo de Tardajos, al que la historia comienza a atribuirle, aunque sea parcialmente, la invención del cinematógrafo.

En todo caso, la de Eduardo Jimeno es la primera referencia que se tiene del cine en la ciudad de Burgos, aunque las fechas varían según los historiadores. Unos lo sitúan en 1898; otros, como Mari Cruz Ebro, va más allá, asegurando que en 1896 ya se proyectaron películas en aquella primitiva sala, permitiendo a los burgaleses comenzar a disfrutar del séptimo arte.

Un arte que, eso sí, nació con espíritu ambulante, cual atracción de feria. Así, durante los albores del siglo XX varias fueron las experiencias en este sentido, con la instalación de carpas y cinematógrafos ambulantes de manera más o menos reiterada en espacios como la Plaza de la Libertad o La Flora. También el Teatro Principal acogió a partir de 1902 numerosas proyecciones, incrustadas de manera puntual en su programación habitual. Hasta el propio Marceliano Santamaría diseñó un cine temporal en el paseo que hoy lleva su nombre que no llegó a desarrollarse.

Proyecto de Marceliano Santamaría para la creación de una sala de cine. Archivo Municipal de Burgos

Aunque a menudo su presencia en la ciudad se prolongaba en el tiempo, se trataba en todo caso de exhibiciones temporales, y con las mismas, sus gestores recogían los aperos y se marchaban en busca de beneficios a otra ciudad. Pero el cine no hacía sino evolucionar y atraer cada vez a más público, por lo que parecía evidente que antes o más tarde se habilitaría un espacio dedicado en exclusiva a las proyecciones. O al menos parcialmente.

Con ese espíritu nació en 1911 el Parisiana, considerada la primera sala comercial de cine de la ciudad. Situada en un edificio anexo a la casa Consistorial en la Plaza Mayor, aquella sala contaba con un aforo de algo más de 300 localidades, y como es lógico, estaba dedicada tanto a las proyecciones cinematográficas como a los espectáculos de variedades que aún seguían dominando la cultura popular. Según explica Elias Rubio en el libro 'La Linterna mágica. Un siglo de cinematógrafo en Burgos', la sala contaba con dos proyectores de la casa Pathe y podía presumir de tener a su disposición explicadores, orquesta, vendedores de mantecados e incluso una pequeña dotación de bomberos, por si fuese necesaria su intervención. Por allí estaban también el operador Santos Ibeas y el pianista Marcos Rico, dos figuras esenciales en la historia del cine en la ciudad, quienes estuvieron detrás de innumerables proyectos.

Proyecto del cine Parisiana. Archivo Municipal de Burgos

A pesar de la exitosa aventura, el Parisiana echó el cierre en 1933 tras proyectar 'Tarzán de los monos'. Tres años después, el local que ocupaba se convertiría en el histórico café-bar Candela.

Sea como fuere, el Parisiana había abierto ya el camino. La droga del cine ya había entrado en las venas de los burgaleses, que pedían más. Fruto de ese despertar cultural -y empresarial-, en 1925 abría la segunda gran sala de cine de la ciudad: el Coliseo Castilla. El proyecto tardó en fructificar, pero finalmente se hizo realidad por todo lo alto. Los promotores aprovecharon un solar vacío en la confluencia de las calles San Juan, Santander y La Moneda -cerca de la casa Dorronsoro, por cierto- para levantar un edificio dedicado en exclusiva al cine y las variedades que se estrenó tras una sesión privada con la proyección de 'La Iliada' y 'Robin de los bosques'.

Durante 50 años, aquel cine fue una referencia para la ciudad, por su amplitud y calidad. De hecho, el Coliseo Castilla, que implantó en 1927 el sistema de cine sonoro, fue la sala escogida para estrenar en España la primera película sonora del cine patrio, 'El misterio de la Puerta del Sol'. Una cinta, por cierto, producida por Feliciano Votires, vecino de Belorado. Todo un acontecimiento.

Sin embargo, la historia del Coliseo Castilla también está teñida por la tragedia. Y es que, en la madrugada del 28 de marzo de 1975, cuando teóricamente el cine estaba vacío, un extraño incendio calcinó el inmueble hasta sus cimientos. Aquella fue la sentencia de muerte, no solo del Coliseo Castilla, sino también de la sala Rex, abierta en febrero de 1948 por los mismos promotores como una suerte de desdoblamiento de la sala principal. Esta sala, inaugurada con la proyección de las 'Aventuras de Buffalo Bill' y con un aforo de 447 espectadores, se planteó como un complemento al Coliseo Castilla para ofrecer sesiones dobles con precios populares, pero tras el incendio, los gestores no pudieron mantenerla y se vio abocada al cierre.

Proyecto de construcción del Coliseo Castilla. Archivo Municipal de Burgos

En todo caso, ambas salas funcionaron durante la época de esplendor del cine en Burgos, en un periodo en el que se desarrollaron varios proyectos de envergadura. Quizá, el primero y más significativo fue el del Avenida, todo un símbolo del desarrollismo burgalés. El promotor, Carmelo Castrillo, había adquirido tiempo atrás la parcela que hasta entonces ocupaba el cuartel de Lanceros en los inicios de la calle Vitoria, junto a la Plaza del Cid. Allí se levantó el edificio de viviendas que hoy sigue en pie y se proyectó un cine y sala de variedades con un aforo de 1.305 localidades distribuidas en dos plantas y varios palcos. Casi nada.

El Avenida se inauguró el 29 de septiembre de 1934 con la proyección de 'Dama por un día', y su vida se prolongó durante 56 años hasta que el 16 de julio de 1990 cerró sus puertas tras la proyección de 'La reina de la jet set'. En la memoria de varias generaciones de burgaleses permanece el enorme Gato Félix con tres globos de la fachada, que curiosamente no fue la primera elección del arquitecto, que inicialmente apostó por la imagen de un cuádriga romana.

A mediados de siglo, el cine se había convertido en algo esencial, que iba más allá del entretenimiento; se trataba ya de un lugar de cultura y, sobre todo, socialización para todos los estratos sociales. Y al albur de aquel contexto, nació también el Calatravas, primera sala de la ciudad dedicada exclusivamente al séptimo arte, sin espacio para las variedades. Erigido sobre el solar del antiguo monasterio de las Calatravas de la calle Miranda, en una zona aún sin urbanizar por completo, el cine se inauguró en marzo de 1944, doce años después de iniciar los trámites. Sin duda, la crudeza de la Guerra Civil y de la posguerra condicionaron su nacimiento. Contaba con 746 butacas repartidas en dos plantas y echó el cierre en junio de 1985 tras la proyección de 'La conquista de la tierra perdida'.

Imagen principal - Historia del cine en Burgos
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Imagen secundaria 2 - Historia del cine en Burgos

Quiso la casualidad que el mismo año en el que se inauguraba el Calatravas abría también sus puertas el Cordón, concebido para la proyección de estrenos y con un halo de exclusividad. Con 476 butacas repartidas en dos plantas, el Cordón fue sinónimo de lujo desde su estreno con la proyección de 'Música inmortal', atrayendo la atención de las clases altas de la ciudad. De hecho, apenas ocho meses después, los mismos gestores del Cordón, ubicado en la calle homónima, promovieron el Popular, una sala anexa que abriría sus puertas en 1945 con la intención de dar cabida precisamente a la clases más populares.

La combinación de ambas salas fue un éxito, a pesar de que el Popular se ganara el sobrenombre del 'Pulguero' a la vista de sus condiciones estructurales -180 localidades en bancos corridos sin apenas ventilación-, la menor calidad de los proyectores y el público que atraía. La historia de esta segunda sala, sin embargo, es más curiosa que la del Cordón, toda vez que sufrió numerosas reformas y cambios de nombre, pasando por las denominaciones Astoria, Tívoli y finalmente Cordón II. Dichas reformas le permitieron ganar calidad y comodidad, y allí se proyectaron cintas referentes para la época, como 'Penélope' o la más reciente 'E.T.'. Ambas salas echaron definitivamente la persiana en 1996.

Tras la apertura del Cordón, Burgos ya contaba con seis salas de cine, pero aún había mercado suficiente como para seguir explotando el sector. Así lo muestra el hecho de que apenas un año después abriera sus puertas el Gran Teatro, concebido como un auténtico centro de entretenimiento con todo lujo de detalles. La sala principal, proyectada por Marcos Rico -¿se acuerdan de él?- y diseñada con una acústica excelente, contaba con nada menos que 1.454 butacas, un aforo muy similar al que actualmente tiene la sala más grande del Fórum Evolución. Pero además, el Gran Teatro contaba con una sala de fiestas y varios espacios multiusos. Inicialmente se proyectó incluso una piscina cubierta que finalmente no se ejecutó.

El proyecto del Gran Teatro fue muy ambicioso. Archivo Municipal de Burgos

En todo caso, aquella enorme sala, dedicada a todo tipo de espectáculos, se inauguró en plenas fiestas de San Pedro y San Pablo con un programa de zarzuelas, y no fue hasta el 1 de septiembre de aquel 1945 cuando se proyectó la primera película, en este caso 'Una mujer de carácter'. Como el resto, también sucumbió a la censura del régimen franquista, pero algunas imágenes pasaron esa censura y se guardan en el imaginario colectivo burgalés. Ejemplo de ello fue la sonada proyección de Gilda, que no gustó nada a las autoridades eclasiásticas locales. Con todo, el cine acabó cerrando sus puertas definitivamente a mediados de los 90'.

Esa fue una década ominosa para el cine de la ciudad, que vio cómo se cerraban también los cines Goya y Consulado y Condal y Ducal. Aquellas cuatro salas, repartidas en dos complejos diferentes, nacieron a mediados de los 60' al abrigo de la implantación del Polo de Desarrollo. Las salas Goya y Consulado se ubicaban en plena calle San Pablo, frente a la fachada trasera de Correos, y muchos se acordarán de ellos por la proyección de películas, cuanto menos, polémicas, como 'Emmanuelle' o 'Las edades de Lulú'. De hecho, el Consulado fue categorizado como Sala 'S' durante varios años. Ambos, en todo caso, sucumbieron al auge del vídeo y cerraron sus puertas en 1992.

Los cines GOya y Consulado estaban ubicados en la calle San Pablo. Archivo Municipal de Burgos

Un par de años antes ya habían cerrado los cines Condal y Ducal, primera experiencia del sector cinematográfico en Gamonal, un barrio que en 1966, cuando los cines abrieron sus puertas, estaba en plena expansión. De hecho, el explosivo desarrollo urbano del populoso barrio hizo que varios fueran los proyectos que se plantearon previamente. Sin embargo, el único que fructificó fue el promovido por Roselina Mata en la calle Vitoria, que contemplaba dos salas de 1.000 espectadores cada una en los bajos de un inmueble de nueva construcción que se convirtieron en una referencia indiscutible del barrio.

Ambas salas comenzaron a proyectar en plenas navidades de 1969, pero lo hicieron sin licencia de apertura, que llegaría casi tres años después. Su historia, en todo caso, concluyó a finales de la década de los 80'. El Condal cerró en mayo de 1988, mientras que el Ducal, conocido popularmente como 'El Pajillero' -ya se imaginan por qué- echó la persiana dos años después.

Menos aún duró abierto el Cine Lido, una sala para 572 butacas ubicada en Luis Alberdi, también en Gamonal, que abrió sus puertas en septiembre de 1976 y cerró siete años después con un programa doble.

Esa fue la última de las salas históricas en implantarse en una ciudad que seguía creciendo poco a poco y que ya en la década de los 90' vio cómo los multicines recibían el testigo de las antiguas salas, a menudo al abrigo de la creación de los centros comerciales. Cuatro fueron los proyectos surgidos en apenas unos años, que dotaron a Burgos de hasta 26 salas casi de la noche a la mañana. Los primeros en llegar fueron los Van Golem de la Avenida del Arlanzón en 1992, que aún hoy permanecen abiertos contra viento y marea.

Luego llegarían los Ábaco en el centro comercial Parque Burgos, los Van Golem del centro comercial Camino de la Plata y los Cinebox del centro comercial El Mirador. Sin embargo, de esos tres, ahora mismo sólo permanecen operativos los multicines de El Mirador. Y eso gracias a que Odeón asumió su gerencia tras la marcha de Cinebox hace apenas unos años. Y es que, a principios de 2008 se registró el gran mazazo del sector en la ciudad, con los cierres prácticamente consecutivos de los Ábaco y los Van Golem del Camino de la Plata, que en apenas un mes cercenaron la oferta cinematográfica de la ciudad.

Hoy, en todo caso, los males que obligaron al cierre de esos dos multicines, focalizados en la drástica reducción del número de espectadores, permanece en la actualidad. En aquel momento fue la llegada del DVD y la piratería. Hoy, sin embargo, son las plataformas digitales las que más daño causan al sector de la proyección, pero el resultado es el mismo. Y la covid-19 no ha hecho sino profundizar en esa crisis. Veremos si al final de esta historia, el argumento torna en heroicidad o en drama.

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