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Los centenares de alumnos que aprendieron a tocar la dulzaina con Máximo Mediavilla lloran hoy su partida hacia el cielo de los músicos. Un firmamento que tiene forma de pentagrama en el que se sostienen, como las notas, las estrellas que han dejado este mundo para animar y alegrar a los que dieron el paso y le precedieron.
Máximo Mediavilla era un burgalés de Vilviestre del Pinar, donde nació en 1928. Quienes tuvieron la oportunidad de convivir con él dicen que era «un ejemplo como músico y como persona». Supo arrancar la sonrisa de su gente, alegrar la vida de su familia, de sus vecinos y amigos con el lenguaje universal de la música. Ya fuese con el tambor o la batería, o con cualquier instrumento del que arrancar un quejido o un grito de alegría.
El maestro Mediavilla, desde niño, se enamoró de la música; una pasión que compartía con sus hermanos. Y una familia donde se vive la música, es una familia feliz. Con ellos formó su primera banda, la Orquesta Veracruz. Fueron pioneros en eso de animar las fiestas de los pueblos, llevando la sonrisa de la música y la alegría del baile allá por donde fueron. En los años 50 y 60 del siglo pasado pasearon por toda la provincia su buen hacer y su buen cantar. Y aún son recordados, eso sí, por los más veteranos del lugar.
Pero no sólo fue músico de esa orquesta, porque Máximo formó parte de alguna otra. Eso y su trabajo en actividades comerciales le granjeó la amistad de mucha gente. Se ganó a muchos con su amistad por su extraordinario carácter afable y cercano.
Cuando el siglo doblaba hacia su final, Máximo Mediavilla volvió a esos escenarios de los que, en realidad, nunca se bajó. Esta vez acompañando con su caja y sus baquetas al sonido aflautado y grave de la dulzaina. En la Escuela Municipal de Dulzaina de Burgos enseñó el arte de mover los manos al son de su sonido. Se dedicó con esmero y cariño a enseñar lo que sabía y a sacar de sus alumnos y alumnas lo mejor que llevaban dentro; que eso es educar.
En plena edad madura, fue un innovador. Adaptó el sonido de la dulzaina, tan especial e icónico en la fiesta, a las melodías de otros instrumentos con el grupo Atabal.
Con la vida cumplida aquí en la tierra, Máximo empieza una nueva vida en la morada del otro lado. Desde allí ya suena su caja que se entremezcla con los sonidos cósmicos que algún día escucharemos los demás.
La dirección, administración y la plantilla de Burgosconecta se une al dolor de la familia y de los amigos de Máximo con la esperanza de que un día, en algún lugar, seguiremos escuchando cómo extrae el mejor sonido a su dulzaina. Descansa en paz Máximo.
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