Muere el Hermano Isidoro, de la Salle, el hombre de la sonrisa

Burgalés del mundo rural, encontró en La Salle el rumbo de una vida que había comenzado el 17 de abril de 1929 en Avellanosa del Páramo. Ese niño de un entorno rural empobrecido se fue a estudiar a Bujedo, donde se inició y donde encuentra reposo ya.

No era difícil verle rodeado de niños, en la clase y fuera de ella, porque el cariño y la cercanía, el tacto y el amor con el que trataba a los más pequeños con el espíritu lasaliano como norte. Y si se tenía que disfrazar con los niños de Segundo de EGB, o ahora de Primaria, los hacía. Muchos le recuerdan con un gorrito blanco, lo que se le veía desde el patio del colegio dando clase a los pequeños.

Los que estuvieron internos, chavales que llegaban desde los pueblos de la provincia y dormían y hacían la vida en el Colegio, también le recordarán, como ese hermano que fue responsable del internado y al que, de vez en cuando, por su bondad y falta de malicia, le jugaban alguna broma los alumnos internos.

Pero con la bondad y la sonrisa de siempre, ahí estaba el hermano Isidoro. Y fue un hombre para la historia. Pero su sencillez, humildad y honradez, no le dejaban sacar al exterior las grandes cosas que hizo en la vida. Él las oraba en el silencio de la capilla y las compartía solo con los más cercanos.

El hermano Isidoro fue uno de los 4 hermanos fundadores del Colegio La Salle Santiago de Compostela en 1953. Un hito histórico en la ciudad del Apóstol. Ahí depositó la semilla de San Juan Bautista de la Salle antes de llegar a Burgos, en 1978, con un Colegio remodelado en algunas de sus partes, y con el sabor añejo de las clases y de la comunidad que compartió aquí con el añorado hermano Blas, con el hermano Tudanca, el hermano José Antonio Revuelta, el hermano Mariano Valdizán, el hermano Ángel, el hermano, Alberto… el hermano Jorge, el hermano Juan Benito y tantos otros que me dejo y sin querer.

El hermano Isidoro Arnaiz fue tan fiel a la fe de Jesús de Nazaret y al Apóstol de la Escuela que se mantuvo al pie del cañón hasta el año 2009. Actualmente residía en la comunidad de hermanos del Monasterio de Santa María de Bujedo. El hermano Jorge y los coristas de La Salle, también le recuerdan. Le gustaba el canto y qué mejor que entrar en el laureado coro que el hermano Jorge dirigía con tesón y paciencia. Le recuerdan con cariño las personas empleadas del colegio porque desde su lugar de recepción, llenó muchas horas de conversación y conficencias

Era un convencido de las buenas maneras; de la educación en el sentido de hacerse buenas personas. Y lo rubricaba en las clases con los más pequeños. Hoy aún, en sus últimos años, en la época de la tecnología, seguía empeñando en que los niños tuvieran buena caligrafía. Porque con la letra y sus estilos nos hacemos personas. Y sobre todo, nos hacemos entender.

Y qué decir de los recreos. El hermano Isidoro se hacía un niño más con su alegría y entusiasmo. Del hermano Blas aprendió a premiar las buenas acciones con las bolas de anís, curiosa costumbre lasaliana. Se fue el hermano Isidoro, descansa ya en paz. Allá estará entonando aquel himno que decía: «Al apóstol de la Escuela, ángel fiel de la niñez / nuestra voz ferviente anhela, bendecir con sencillez / pues los niños te celebran, con gran gozo e ilusión… por doquier alumbra el sol...»

El equipo de dirección, administración y redacción de BURGOSConecta se une al dolor de la familia del hermano Isidoro y de la familia Lasaliana. Descansa en paz.