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Apenas son visibles algunos restos entre la frondosa vegetación. BC
A la búsqueda de las huellas de la Guerra de la Independencia en el Cerro de San Miguel

A la búsqueda de las huellas de la Guerra de la Independencia en el Cerro de San Miguel

Un grupo de investigadores burgaleses localiza la ubicación y restos de tres elementos defensivos levantados por el ejército de Napoleón que permanecían ocultos en el Cerro de San Miguel

Domingo, 30 de agosto 2020, 09:31

Un grupo de investigadores burgaleses, liderado por Fernando Sánchez y José Luis Fernández, en colaboración con otros miembros de la asociación Ego Ruderico, ha conseguido localizar y documentar la ubicación y parte de los restos de las 'flechas' levantadas por el ejército de Napoleón para defender la plaza fuerte de Burgos durante la Guerra de la Independencia. Tres estructuras de las que se conocía poco o nada más allá de la propia documentación bélica de los ejércitos francés y aliado y que formaban parte de un sistema defensivo de primer orden.

Según explica Fernando Sánchez, uno de los investigadores del grupo, todo nació a raíz del estudio realizado años atrás en torno al propio asedio del Castillo de Burgos en 1812 y la realización de material promocional para las rutas de la zona. Durante aquella investigación se comprobó cómo buena parte del entramado defensivo levantado por Napoleón tras tomar la ciudad en 1808 había desaparecido, entre otras, las tres 'flechas' levantadas en diferentes puntos del Cerro de San Miguel como puesto de avanzada respecto al hornabeque, también desaparecido, pero bien documentado.

«Sabemos dónde estaba el hornabeque. Un simple vistazo a Google Earth te permite ver su forma hoy en día» en pleno cerro de San Miguel, junto al centro de divulgación de aves. Sin embargo, en los planos antiguos aparecían tres estructuras independientes vinculadas al propio hornabeque de las que no se tenía constancia. Y, con esos mapas en la mano, los investigadores se pusieron a buscarlas.

«Hemos estado todo el mes de julio y parte del mes de agosto trabajando», primero en el ámbito documental, recabando información ortográfica, histórica y fotográfica, y luego en el propio lugar. Y al fin, se ha conseguido localizar la ubicación exacta y parte de los restos de las tres estructuras que se levantaron en lugares estratégicos, con vistas privilegiadas al entorno de la ciudad y aprovechando terrazas naturales.

Las tres flechas están marcadas en este plano de la época

La primera de ellas se situaba mirando hacia el actual barrio de Fuentecillas. Una zona que a principios del S.XIX estaba completamente abierta y por la que podría organizarse algún ataque aliado. Tenía una planta triangular y, aunque su cota estaba por debajo de la del hornabeque, tenía unas vistas perfectas de ese entorno.

La segunda de las 'flechas' era muy similar, tanto en tamaño como en forma, a su predecesora. En este caso, la estructura se situaba también aprovechando una terraza natural del cerro, a 200 metros en línea recta de la punta del hornabeque y apuntaba hacia el norte, concretamente hacia el actual cementerio, que en aquella época tampoco existía. Desde allí se podía controlar a la perfección buena parte del Alfoz de la capital, incluidos los entornos de Villatoro o Quintanadueñas.

Algo diferente era la tercera 'flecha'. En este caso, el ejército francés, armado con grandes artilleros e ingenieros, volvió a aprovechar una terraza natural para levantar una estructura de vigilancia situada a la altura de la actual calle Eras de San Francisco, en una cota inferior a sus dos 'hermanas'. Sin embargo, las vistas desde ese punto eran igual de importantes o más, ya que desde allí se podía controlar toda la zona oriental del valle formado por el Arlanzón, el Pico y el Vena. Esto es, la zona de Gamonal, campo de batalla natural.

Se trataba, en todo caso, de estructuras diseñadas más para la vigilancia que para la defensa directa. «Debían estar cubiertas por no más de tres o cuatro soldados», por lo que, en caso de ataque, si este se planificaba bien, no deberían ofrecer mucha resistencia. Y así fue. En la noche del 12 al 13 de septiembre de 1812, el ejército aliado ejecutó un ataque nocturno que permitió tomar tanto las tres estructuras de vigilancia como el propio hornabeque.

Unas vez tomadas todas esas estructuras, dejaron de utilizarse. «Los ejércitos aliados no las utilizaron», toda vez que estaban diseñadas para defender el Castillo, y la fortaleza era precisamente el objetivo de españoles, ingleses, escoceses, portugueses y alemanes. Así, una vez tomado el hornabeque, las tropas aliadas dibujaron la línea del frente en una posición más cercana al Castillo, dejando a sus espaldas todas las estructuras defensivas previas.

Y a partir de ahí, todo ese entramado defensivo cayó relegado al más absoluto olvido. Sólo los planos militares, algún grabado y un par de fotografías realizadas a finales de siglo permiten observar cómo era el sistema defensivo ideado por los ingenieros franceses. Uno de esos documentos, quizá el más reciente, sea la ortofotografía de la ciudad realizada por aviones del ejército nortemericano en 1958, en la que se aprecia a la perfección la figura del hornabeque.

Hasta bien entrado el siglo XX, las laderas del castillo y del cerro de San Miguel estaban 'peladas'
Imagen principal - Hasta bien entrado el siglo XX, las laderas del castillo y del cerro de San Miguel estaban 'peladas'
Imagen secundaria 1 - Hasta bien entrado el siglo XX, las laderas del castillo y del cerro de San Miguel estaban 'peladas'
Imagen secundaria 2 - Hasta bien entrado el siglo XX, las laderas del castillo y del cerro de San Miguel estaban 'peladas'

En esa fotografía ya se atisba la transformación que comenzaron a sufrir el cerro del Castillo y el de San Miguel tras la Guerra Civil. Una transformación que vino de la mano de una plantación masiva de árboles, en muchos casos de especies no autóctonas. Hasta entonces, ambos cerros estaban completamente 'pelados' para garantizar la capacidad defensiva de la fortaleza.

Ahora, la imagen es bien diferente. Miles de árboles forman uno de los grandes pulmones de la ciudad, pero también dificultan, y mucho, la localización del ingente patrimonio oculto bajo capas de tierra en el entorno. Esa ha sido, de hecho, una de las principales dificultades a las que se han enfrentado los investigadores. «La flecha más difícil de localizar ha sido sin duda la tercera», ubicada en una zona totalmente degradada, en la que la maleza y los vestigios del botellón campan a sus anchas.

Y ahora que se han localizado las tres estructuras, o al menos su ubicación, ¿qué? A juicio de Sánchez habría que ponerlas en valor e incluirlas en los diferentes itinerarios culturales del entorno, algo que, en todo caso, habría que hacer con todo el patrimonio que permanece enterrado en los cerros del Castillo y de San Miguel. «Lo que hay bajo tierra allí es increíble, pero hace falta un Plan Director que incluya una excavación ambiciosa» para sacar a la luz y poner en valor todos los restos, subraya Sánchez. Pero esa, seguramente, sea otra historia.

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