Secciones
Servicios
Destacamos
Alaia significa alegría, mujer feliz, y es también toda una declaración de intenciones. Un «aquí estoy yo» de quien decidió tomar las riendas de su vida para permitirse ser precisamente eso, una mujer feliz.
Alaia es burgalesa, estudia peluquería, tiene 21 años y lleva uno ... y medio en hormonas. ¿Esto qué quiere decir? Que la historia de Alaia se remonta a hace unos cuantos años. «Mi historia comienza de muy pequeña. Yo era muy femenina, tenía 'pluma', lo tenía claro desde siempre. Desde pequeña decía que me quería dejar el pelo largo», explica.
Esa fue la revelación de su verdadera identidad, algo que va mucho más allá de la etiqueta que nos ponen al nacer. Nos catalogan como niñas o niños en función de unos rasgos y no de una identidad real que llegará con el paso del tiempo. Por eso la pequeña Alaia en primero de primaria dijo que ella se «quería operar».
«En realidad yo no sabía qué era eso de operarse, pero lo poco que escuchaba y lo poco que se conocía de personas trans iba de la mano de una operación. Yo quería ser chica. Yo decía que quería ser chica, que quería tener el pelo largo. Esas cosas», recuerda.
Una primera declaración de intenciones que en su casa «no entendían». «Me decían que si quería el pelo largo que me lo dejase. No se opusieron, pero hay mucha falta de información, no sabían que su hijo podía ser transexual», lamenta.
Por eso Alaia decidía llevar el pelo largo sin que supusiera un problema en casa, aunque no consiguieran llegar aún a la raíz del motivo por el que Alaia se empeñaba siempre en demostrar su personalidad de ese modo.
Noticia Relacionada
En el colegio, en primaria, Alaia no tuvo ningún problema. Pero conforme fue creciendo y superando cursos llegó el acoso. «Eres maricón, eres gay», eran las cosas que escuchaba de manera habitual. Así que Alaia optó por «reprimirse». «En el instituto me dije que tenía que acabar con esos comentarios e intenté ser lo más masculino posible», relata.
Eso la llevó a sufrir depresión, a no entender qué le pasaba. «Hay muchísima falta de información», lamenta. Y eso provocó que no dijera a sus compañeros que ella era una chica. «Me di cuenta a finales de 2018. Llegué a un punto en el que dije: o me quito la vida o soy quien quiero ser, quien yo siento que soy», explica con aplomo.
Las redes sociales en este caso fueron un barco salvavidas. «Me di cuenta gracias a una chica estadounidense a la que seguía en Instagram. Ella subía vídeos y yo pensaba que eso era lo que a mí me pasaba y que si ella había podido conseguirlo y ser feliz por qué no iba a poder yo. Y también una youtuber española que lo explicaba todo muy bien a nivel de cómo conseguir las hormonas, de ir al médico de cabecera, el análisis psiquiátrico y todo eso», afirma.
Uno de los principales problemas con los que se ha encontrado Alaia en este camino es «no saber» o «no entender» qué la estaba ocurriendo. «No entendía qué me pasaba, por qué yo sentía que quería ser de otra manera. Cuando peor lo pasé tenía 18 años, ahí decidí que tenía que ir adelante con todo», recuerda.
Ese momento de hacer pública su decisión a su entorno lo recuerda como «de muchos nervios e incertidumbre». «Da miedo, vas a cambiar tu vida, a dar un giro completo. Yo no lo planteé de hoy para mañana. Primero lo conté. Mis amigas se sorprendieron, aunque no mucho, pero no se lo esperaban. Mi familia sí que tenía la espinita de que alguna vez lo habían pensado. He tenido mucha suerte porque mi círculo cercano me ha apoyado, ahí no he tenido ningún problema», festeja.
El cambio a mujer lo pospuso hasta tener las hormonas porque, como ella explica, su mayor miedo era «con un aspecto muy masculino y el pelo muy corto» salir a la calle con un vestido. «Así tampoco me sentía realmente yo y tenía miedo a lo que me dijeran, a que se metiesen conmigo. La gente me iba a ver y no iba a decir 'es una chica transexual', la gente ve eso y dice 'es un maricón con falda'. Así que esperé a tener las hormonas, el pelo un poco largo y a partir de ahí cambié de ropa, nombre y aprendí a maquillarme. Lo hice cuando estuve segura de que no se meterían conmigo», afirma.
Alaia aún no tiene su DNI cambiado a la espera de que la nueva 'ley trans' se lo ponga más sencillo. El proceso de elección de su nombre fue algo casi inesperado, una señal de esas que a veces la vida lanza a la espera de ser entendidas. «Estaba viendo un directo en Instagram de una chica que decía que le gustaría llamarse así y a mí el nombre me hizo un 'clic'. Alaia significa persona alegre, mujer alegre. Es lo que engloba la alegría, ser una persona alegre», recuerda.
Una declaración de intenciones. Un paso al frente. Sin embargo, ahí no cambió todo. Con su nombre elegido y su aspecto físico cambiado, Alaia asegura que «ser transexual es como salir del armario con cada persona nueva que conoces». «Sobre todo con el tema de ligar con chicos. Chico que conoces y que te gusta tienes que contárselo, porque suele haber malas reacciones la mayoría de las veces, bajo mi experiencia», manifiesta.
Con las amistades el proceso es similar, aunque esta explicación suele llegar cuando ella se siente «cómoda». El rechazo, sin embargo, es algo que sigue ahí. «Es complicado. Es cierto que suelen ser más intolerantes los hombres, pero sí que es cierto que cuando una chica se ha querido meter conmigo por ser transexual van más a hacer daño, son más inteligentes. Un hombre se queda en llamarte maricón, travelo o travesti y ellas van más a hacerte la vida imposible», lamenta.
De estas situaciones ha tenido que vivir. Al ligar, al conocer gente nueva… «El otro día fui con unas amigas a Llanas a tomar algo y había un grupo de chicos, como doce, que estuvieron riéndose de mí a carcajadas porque saben que soy transexual. Al final me tuve que marchar, no tengo que aguantar eso», afirma.
Un problema que se solucionaría con educación. «Falta mucha educación. Deberían dar charlas en los centros educativos sobre la transexualidad, creo que es muy necesario. A la gente le da miedo lo desconocido. Luego cuando me conocen muchas veces me han dicho: 'Ay, pero si eres una persona normal y corriente'. Se piensan que somos algo malo y raro, que somos un circo, que nos dedicamos a la prostitución». Un pensamiento auspiciado por los papeles que en la cultura ha relegado a las personas trans.
Castilla y León no tiene una ley autonómica que defienda los derechos de este colectivo, por lo que la aprobación de esta ley nacional beneficiará a estas personas. «Hará que existamos y nos convertirá en ciudadanos de primera y no de segunda. Somos personas reales que tenemos derechos y que necesitamos que nos protejan. Sufrimos muchísimo además, tenemos poco apoyo», replica con vehemencia.
Si algo tiene claro Alaia con respecto a la polvareda que la nueva ley está levantando es que para ella no cabe debate en cuanto al feminismo. «El feminismo tiene que apoyar a todas las mujeres y las mujeres trans somos tan mujeres como las cisgénero», manifiesta.
Y celebra que la cultura sí haya evolucionado para darle al colectivo un lugar que no sea el de personas marginales. «El que haya personas famosas que dan su testimonio ayuda a la gente más pequeña, que está perdida y que pueden ayudarles a darse cuenta de que lo son». Un espejo en el que mirarse para entender qué les ocurre, para aceptar su identidad. Para, como hizo Alaia, permitirse ser personas felices.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.