Nadiya Chmyr, presidenta de la Asociación Familias con Ucrania, ejerce de anfitriona en la reunión que este pasado jueves volvió a juntar a los refugiados ucranianos que buscan rearmar sus vidas en Burgos. Niños, adolescentes y mujeres con un denominador común: la resiliencia. Porque los ... ucranianos son un pueblo fuerte, resistente y luchador que ya sabe lo que es levantarse tras una guerra.
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Guerra que intentan olvidar en el día a día, algo imposible cuando a miles de kilómetros aguarda la incertidumbre de no saber qué pasará con los que se quedaron allí, con sus maridos, sus padres, hermanos, abuelos… Pero la resistencia se entremezcla con las voces de los más pequeños que juegan ajenos -al menos un rato- de lo que se libra en el campo de batalla. Por ellos y para ellos fue el encuentro organizado por la asociación, para que se «reencuentren tras el verano», después de haber convivido en el hostel ahora se ven menos al estar cada familia en sus pisos y estudiar en diferentes colegios.
Pero además de merendar todos juntos y pasar un rato agradable la reunión estuvo marcado por un acto simbólico que emocionó a muchas de las mujeres allí presentes: plantar una kalina. Este árbol, símbolo de la resistencia ucraniana, se ha convertido ya en uno más de los que habita en las instalaciones del Club El Soto.
«Ucrania es un país muy joven, que consiguió la independencia en 1991, y que tiene en el árbol Kalina un símbolo. Este árbol tiene muchas canciones, pero hay una sobre todo, que es revolucionaria, y que siempre se cantaba cuando iban los hombres a la guerra», explica Nadiya. Por desgracia, «ahora es muy actual esa canción» y las mujeres ucranianas «alrededor del mundo» cantan esa canción «para apoyar a los hombres que están en la guerra».
Nadiya explica que la letra de esta canción dice algo así: «Algo está pasando con nuestra Ucrania que está muy triste y llorando. Nosotros somos un país y podemos juntarnos, unirnos y levantar el ánimo y ser un país feliz como hemos sido antes de la guerra». El viburnum rojo o baya kalina, al que se hace referencia en esta canción, es un símbolo nacional de Ucrania y representa las raíces de la sangre y la conexión con la patria.
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«Había mujeres que no sabían que hoy íbamos a plantar la kalina y que se han emocionado cuando se han enterado porque tiene mucho significado para nosotros. Esta canción se canta en todos los sitios en apoyo a los que están en la guerra, a los que están cayendo…», indica Nadiya.
Un acto lleno de significado y con el que la comunidad ucraniana desplazada en Burgos quiere «que crezca un trocito de Ucrania en Burgos». Ayudas para que eso ocurra no faltaron. Nadie quiso perderse el momento en el que los más pequeños plantaron ese símbolo de la resistencia nacional. Mientras las mujeres entonaban la canción el hueco donde descansa el árbol se iba llenando cada vez más de arena, puñado a puñado de manos de los niños que ven cómo sus familias, su amigos, sus colegios y la casa donde vivían están demasiado lejos de ellos.
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Más allá de símbolos y reuniones el momento por el que pasan los refugiados ucranianos no es sencillo. «Cada día que pasa les cuesta más, porque no saben qué hacer, si echar las raíces aquí y seguir adelante o volver. La tierra tira, yo llevo 23 años aquí y la tierra tira que no puedo ni explicarlo», cuenta Nadiya, es por ello que muchas de las personas que llegaron a Burgos huyendo de la guerra han decidido volver a Ucrania.
«Hay mucho movimiento. Muchos ucranianos de aquí se han marchado a Ucrania, han decidido volver, porque la tierra tira mucho. Los maridos están allí, los abuelos, la familia… Es su vida. A pesar de que yo viajo mucho, si me dieran a elegir dónde quiero volver yo elijo volver a mi país», reconoce la presidenta. Pero aunque muchos se van otros llegan: «Igual que muchos se han vuelto a Ucrania hay muchos que están llegando. Hay bastante movimiento de ucranianos que estaban en el sur que están viniendo para acá. Los que se marchan, que mantengo el contacto con todos, no quieren volver, dicen que prefieren morir allí felices de estar con sus familias que estar fuera de Ucrania. Los niños quieren ver a sus padres».
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Khrystyna Melnykov tiene apenas 17 años, pero basta hablar con ella unos segundos para darse cuenta de que tiene una madurez impropia de su edad. Con el pelo rojo y una sonrisa que ocupa toda su cara habla castellano con una soltura que hace casi imposible creer que no lleve media vida estudiándolo.
Lleva en Burgos año y medio y reconoce que está «acostumbrada ya a algunas cositas de la cultura española». «Burgos es una ciudad tranquila y me gusta», explica. Khrystyna salió de Ucrania con destino Polonia, después unas voluntarias de Burgos la trajeron hasta aquí. Ahora estudia primero de periodismo «online en una universidad ucraniana» mientras «ayuda a los ucranianos que quieren aprender español» dándoles clase, pues según ella mismo confiesa es mucho más sencillo hacerlo con un compatriota.
Aunque está bien en Burgos no pierde de vista lo que pasa en su país: «Voy a las manifestaciones y a todo lo que está conectado con Ucrania aquí en Burgos». «No sé qué pasará en un año, dónde voy a estar, si seguiré en Burgos, en otra ciudad española o en alguna ciudad ucraniana, nadie lo sabe», confiesa, pero tiene claro que quiere quedarse en Burgos «hasta que se termine la guerra».
Tomar una decisión no es sencillo, porque «no ve nadie el fin al conflicto». «No lo sabe nadie. Ni los que estamos fuera del país ni los que están dentro. Ninguno ve cuándo se acaba esto», lamenta. Y mientras eso no cambie Nadiya seguirá organizando actos para reunir a la comunidad ucraniana de Burgos. «Quiero juntarles cada mes», reconoce. Aunque muchos de ellos ya se defienden en español, trabajan y son independientes, siempre es reconfortante mantener «las pequeñas tradiciones» de su país.
Por eso la reunión la terminaron comiendo los dulces típicos de Ucrania que cada uno de ellos llevó y cantando y brindando como dice la tradición ucraniana que hay que hacer en todas las fiestas. La próxima cita será una cena solidaria para recaudar fondos que permita a Papá Noel hacer pasar a los más pequeños unas Navidades un poco más felices.
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