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Hablar de lazos comunitarios en una sociedad en la que prima el individualismo parece tarea imposible. Sin embargo, es sí posible analizar esta realidad desde la filosofía. Pese a su juventud, Jorge Freire es un autor prolífico y ha publicado siete libros entre los que destacan 'Agitación.
Sobre el mal de la impaciencia' (2020), que le valió el XI Premio Málaga de Ensayo, 'Hazte quien eres. Un código de costumbres' (2022), 'La banalidad del bien' (2023) y el último libro publicado ha sido 'Los extrañados' (2024), además de una biografía de Edith Wharton y de un ensayo sobre Arthur Koestler y la Guerra Civil Española. Freire abre un nuevo ciclo de charlas, organizado por el Ayuntamiento de Burgos ,bajo el título 'Encuentros Cívicos'.
Freire es colaborador habitual en medios como El Mundo, The Objective, ABC, Ethic y Letras Libres; y participa en el programa dirigido por Carlos Alsina 'Más de Uno', con las secciones «No nos hagamos daño» y «El dilema de Jorge Freire», en la emisora Onda Cero. Hablamos con él antes de su charla en Burgos.
¿Qué es el lazo comunitario?
En primer lugar, nos tenemos que preguntar si el lazo comunitario está deshilachado, es decir, si la comunidad dejó de existir, si nos hemos acabado recluyendo al espacio privado y cayendo en eso que en filosofía se llama anomia, que es la ausencia de lazos comunitarios. Y por otro lado nos vamos a preguntar si esto se puede restituir, es decir, si una vez que la tela de araña se rompe puedes volver a recomponerla.
Vivimos en un mundo individualista, ¿cómo romper con ello?
Aunque la comunidad ha ido menguando, haya desaparecido o no, debemos preguntarnos si tenemos alguna alternativa, si podemos volver a vivir, aunque no sea en una comunidad, sí vivir de forma más comunitaria, es decir, romper con esto que algunos llaman la soledad no deseada y otros llaman individualismo.
¿Nos hemos acostumbrado a este individualismo?
Creo que el ser humano no se ahorma a eso que los economistas han llamado el homo economicus, es decir, es una ficción antropológica; esta idea de que el ser humano se baste y se sobra y que es una especie de isla y que al final, movido por su razón, solo busca una satisfacción de sus deseos y de sus pasiones. Eso no es verdad. El ser humano es un animal gregario, es un animal no necesariamente de rebaño, como si fuera una oveja, pero sí que es comunitario y precisa de la comunidad para existir.
Estamos en una época en la que las redes sociales invitan a lo inmediato, a lo rápido, ¿Se hace necesario reforzar el lazo comunitario?
Por supuesto. Tú fíjate que hace, bueno, hace ya varias décadas, Putnam, el sociólogo estadounidense, escribió un libro que se llamaba 'Solo en la bolera', en el que hablaba de la epidemia de soledad que incumbe a Estados Unidos. Se está produciendo algo inaudito y es que los estadounidenses ya no van a la bolera, que es un lugar para ir en grupo con amigos, sino que van solos. Por ejemplo, si tú vas a un gimnasio, te das cuenta de que al final la gente va aislada con sus cascos para no tener ninguna conversación.
¿Qué comunicación se da ahí, entonces?
Se supone que el plano de comunicación viene de 'comunes', que etimológicamente empareja con lo común, y yo creo que es, cuando menos paradójico, que en la era de la comunicación, en la era de lo común, al final nos vayamos aislando y vayamos rompiendo esa comunidad, porque estamos comunicados en tiempo real, es decir, podemos tener unas conversaciones instantáneas y sin embargo estamos cada vez más solos.
Y de estas cosas es necesario hablar y apenas se hace…
Porque efectivamente podemos tener aquello que Santayana llamaba «monologar a la vez», pero eso no quiere decir que nos escuchemos y, por supuesto, eso no limpia nuestra soledad, de hecho, yo creo que uno de los rasgos de nuestro tiempo es una soledad creciente, al mismo tiempo que estamos permanentemente conectados y permanentemente cansados.
¿Quizás sea necesario ahondar en los sistemas educativos para que se potencien más los ámbitos comunitarios, como las asociaciones, los colectivos?
Al final yo creo que la forma concreta en que esto se plasme variará mucho según lo veamos, según las opiniones, etc., pero yo creo que lo importante es hacer las cosas comunitariamente. Pico de la Mirándola hablaba de Adán como artífice único de su ser, o sea, como alguien que se moldea a sí mismo, como si fuera un artista. Pero eso hay que arrumbarlo definitivamente porque eso es una mentira.
Es muy curioso que cuando estábamos todos preocupados en el confinamiento, en la pandemia, con las vacunas, etc., se hablaba de un concepto que era inmunidad de rebaño. Esto me hacía pensar que no puede haber inmunidad de rebaño porque la comunidad deriva de la raíz etimológica que significa 'deuda', es decir, tú estás en comunidad cuando sientes una deuda, con tus deudos, cuando sientes que no te bastas y no te sobras. Una persona inmune, o sea, alguien que niega a la comunidad, es aquella persona que no requiere de la comunidad, es decir, yo soy un señor feudal que me encastillo en la torre de mis dominios y que, además, como no necesito de nadie más, pues me contrato no solo a mis médicos, no solo a mis curanderos, no traen a mis mesnadas, tengo mis ejércitos para que me protejan de si alguien me ataca, con lo cual ya necesito de la comunidad, no necesito de la comunidad.
Ortega decía que no había pecado más grave que la ingratitud, y yo estoy completamente de acuerdo. Al final no se trata de que lleguemos a una comunidad u otra, no hay que obstinarse en la forma que tiene esa comunidad, no hay que creer en identitarismos, no hay que pensar si tu comunidad no es pura o no es pura, porque ninguna comunidad es pura.
¿Por dónde caminan ahora las escuelas filosóficas en este siglo?
Pues mira, las escuelas filosóficas yo creo que ahora mismo caminan sobre el alambre, corriendo el riesgo de caer en la irrelevancia total. Y eso es un problema, entre otras cosas, porque hay una gran demanda de filosofía. Porque la gente se hace preguntas existenciales por la sencilla razón de que mientras exista el ser humano van a existir estas preguntas. La filosofía está en el núcleo de la naturaleza humana porque el ser humano siempre se pregunta por qué ha nacido, por qué está aquí, cuál es el sentido de su existencia, qué va a hacer en el futuro, cuál es su vocación, etc. Entonces, por desgracia, gran parte de la filosofía que se publica no responde a estas preguntas porque es filosofía académica y porque no tiene vocación de influir, no tiene vocación de persuadir, no tiene vocación de interpelar a la gente. Lo único que quiere es escribir para unos pocos iniciados, para una casta endogámica que al final se cita entre ella y que no sale nunca a extramuros de la academia. Yo creo que los problemas de la filosofía académica no son tanto que tienen unas ideas reprobables, sino que no tienen ninguna voluntad de salir de su torre de marfil que está muy cómoda precisamente predicando para los conversos. Yo creo que al final todas las escuelas y todas las querellas filosóficas de los últimos tiempos se pueden definir como un camino peligroso hacia la irrelevancia.
¿Dónde se puede hacer filosofía, entonces?
Yo creo que al final el filósofo tiene que ser como Sócrates, tiene que filosofar en el mercado, tiene que filosofar en el ágora y en la barra de bar, eso es. Y al final, oye, pues te digo una cosa, yo en la escasa media de mis posibilidades, cuando me ponen en algún tipo de tribuna, sea donde sea, yo intento filosofar porque la filosofía hay que bajarla a la calle, hay que bajarla a la lista de lo mundano.
A mí si me pones una sección en las radios, me pones una en una prensa, yo voy a intentar hacer filosofía porque al fin y al cabo hay que hacer, mira, como Chomsky cuando decía aquello de pelearemos en las calles, en los campos, en las pistas de aterrizaje, pues igual tiene que ser la filosofía.
El problema de la filosofía durante mucho tiempo es que ha olvidado su condición literaria. Se ha envanecido, se ha puesto moños, se ha persuadido a sí misma de que no forma parte de la filosofía.
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