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Parte del equipo de prevención de riesgos laborales de Burgos. RRH

Los guardianes del HUBU: el servicio que protege a quienes cuidan de los demás

Prevención y riesgos laborales trabaja para minimizar los peligros a los que se enfrentan los trabajadores del Sacyl en Burgos

Ruth Rodero

Burgos

Domingo, 23 de marzo 2025, 09:05

Entre pasillos y salas de espera del hospital, mezclados con el resto de batas blancas y donde la enfermedad y la salud convergen, trabaja un equipo cuya labor, a menudo discreta, resulta esencial para el buen funcionamiento del mismo: el servicio de prevención de riesgos laborales del Hospital Universitario de Burgos. Su misión parece sencilla: velar por la seguridad y salud de los trabajadores. Sin embargo, su papel abarca desde la vigilancia sanitaria hasta la evaluación de riesgos en un entorno tan complejo como es el del hospital.

Rosario Renedo, responsable del servicio de Prevención, y Alberto Rasines, técnico de prevención, son dos de estas piezas del engranaje que permite que el Complejo Asistencial Universitario de Burgos, el Hospital Santos Reyes, el Hospital Santiago Apóstol, Atención Primaria y resto de emplazamientos de la Gerencia de Área y Servicios de Emergencia funcionen con seguridad para sanitarios y resto de trabajadores de Sacyl.

«Nos ocupamos de la seguridad y la salud de los trabajadores», resume Rosario Renedo, la capitana de un equipo que, hasta hace no mucho, parecían ser invisibles. Pero la pandemia de covid-19 les puso en primera línea y fueron uno de los baluartes a la hora de proteger a todo el personal. «Hay dos partes en nuestro trabajo, una técnica y otra sanitaria y trabajamos coordinadamente», indica Rosario.

Un día a día entre riesgos y protocolos

La jornada del equipo transcurre entre exámenes de salud, adaptaciones de puestos de trabajo y la gestión de riesgos biológicos y radiaciones ionizantes, entre otros. Además, la asistencia a los accidentes de trabajo y a los propios accidentes biológicos a los que luego se les «hace el seguimiento». «Ser técnico en un hospital es complicado, porque en un hospital existen todos los riesgos del mundo mundial», confiesa Alberto. «Empezamos con el riesgo biológico, radiaciones ionizantes, que realizamos muchas tareas con radiaciones que solo te encontrarías en la central nuclear de Garoña», cuenta Alberto.

No solo se trata de las radiaciones, también hay medicamentos peligrosos. «Hay muchos riesgos en un hospital. Desde que entras por la puerta ya está el riesgo biológico», indica. «Tenemos muchos riesgos, pero muy controlados», añade Rosario. Es decir, estos riesgos no se pueden evitar porque son inherentes a la labor que se lleva a cabo en el centro, pero el equipo de prevención se encarga de que se minimicen al máximo y estén bajo control.

Gracias a estos riesgos siempre han trabajado con equipos de protección individual (EPI). «Los conocíamos, sabíamos de sus características», reconocen, lo que les dio ventaja con la llegada de la pandemia de la covid-19 en marzo de 2020. A pesar de ello, fue un punto de inflexión para el servicio. «Nos pilló un poco de sorpresa», cuenta Rosario. «Es verdad que cuando llegaron estas fechas ya teníamos mucho trabajo hecho de protocolos y formación para ponerse y quitarse los EPI», gracias a la experiencia previa con el ébola, cuando hicieron mucha formación.

«Pero el primer caso te pilla un poco de susto. Estábamos dando una formación y tuvimos que bajar corriendo a urgencias», recuerda Rosario. A pesar de ello, admite que tenían «un poco de ventaja» porque los primeros casos positivos de dieron en Miranda, donde ellos también son responsables. «Esto nos permitió anticipar algunas medidas», afirman. Sin embargo, la magnitud de la pandemia superó todas las expectativas. «Enseguida vimos que esto no iba a ser tan poco como decían», confiesa Rosario.

A finales de enero ya se veían casos raros. «Empezamos a ser conscientes de que no iban a ser dos casos, como con el ébola. Pero no creo que nadie pensara que iba a ser lo que luego fue. Nosotros tampoco», asegura Rosario. La escasez de EPI y las falsificaciones en el mercado supusieron un reto adicional. «Resultaba duro decirle a la dirección que estos equipos que habían traído no cumplían la normativa, que estaban falsificados, que las mascarillas solo filtraban un 55% cuando deberían estar por encima del 90%», rememora Alberto. «La dirección se fío de nosotros y retiró y devolvió todo lo que les dijimos que no era válido. No había equipos en el mercado, fue complicado», cuentan. «La dirección nos apoyó, nos hicimos más visibles y necesarios de lo que ya éramos», asume Rosario. «Y la dirección estuvieron rápidos en la compra de equipos de protección, eso es algo que tenemos que agradecerlos», insiste Alberto.

Adaptación y trabajo en equipo

La evolución constante de los protocolos y la necesidad de adaptarse a la escasez de personal, porque a pesar de los esfuerzos también cayeron enfermos. «Entre la gente aislada y la gente nos quedábamos sin gente», por lo que hubo que tener una gran capacidad de respuesta. «Tuvimos que ir evolucionando como todos», explican, destacando la necesidad de adaptar los protocolos «en función de las posibilidades y las necesidades».

La pandemia también fortaleció la colaboración entre servicios del hospital. «Trabajamos en equipo y trabajamos bien», afirman, subrayando la importancia de la coordinación para garantizar la seguridad en áreas críticas como la UCI. «Nos unió entre nosotros y con el resto de servicios», aseveran.

Posible nueva pandemia

Aunque la pandemia ha remitido, el servicio de prevención de riesgos laborales insiste en la necesidad de mantener la guardia. «Tenemos que seguir insistiendo», advierten, recordando que «sigue habiendo muchísimos procesos infecciosos». La experiencia de la covid-19 ha dejado lecciones valiosas y ha reforzado la importancia de la prevención. En contra, «la gente está más cansada». «Creo que estaremos más preparados», afirman, aunque reconocen que «se olvida muy rápido» lo vivido y lo aprendido.

«Tenemos que seguir insistiendo», advierten, recordando que «sigue habiendo muchísimos procesos infecciosos». «Sigue habiendo tuberculosis, sigue habiendo meningitis, sigue habiendo cantidad de enfermedades respiratorias, gripe, que parece que no nos hemos olvidado de la gripe. Y al final las medidas de protección van a ser las mismas. No nos ponemos un buzo para atender a un paciente con gripe, pero las batas, las mascarillas, las gafas… Todo eso forma parte de nuestro día a día. Y la población tiene que aprender y entender que cuando uno no está bien tiene que tomar sus medidas: no ir a sitios con mucha gente, usar mascarilla… Pero eso todavía nos cuesta. Y si volviera a ocurrir nos volvería a costar», sentencia Rosario.

Momentos duros y miedo

Como la gran mayoría de la población, el mayor miedo del servicio de prevención era «llevar el virus a casa». «Y las empresas y la gente particular de Burgos se volcaron con nosotros, nos ofrecían pantallas de protección, epis… es algo que a mí me sorprendió y me daba fuerza para seguir trabajando», recuerda Alberto. Alberto tenía una niña de un año cuando la pandemia explotó y Rosario recuerda que vivieron «momentos muy complicados». «Los trabajadores tenían miedo, no solo a contagiarse sino también a volver a casa, contagiar a los suyos», explican. «Fue muy duro, se pasó miedo», reconocen. «Murieron dos compañeros, tuvimos otros ingresados en la UCI… fue muy complicado», finalizan.

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