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Uno de los vehículos en los que han llegado los refugiados ucranianos. Gloría Díez

La expedición solidaria de Burgos llega a la capital con tres familias de Kiev

Tras cinco días de viaje, en la tarde del domingo los refugiados de Ucrania han pisado tierras burgalesas

Domingo, 20 de marzo 2022, 21:37

Los burgaleses que se unieron al convoy de ayuda humanitaria a Ucrania el pasado miércoles ya están de vuelta en Burgos tras entregar los materiales donados por cientos de vecinos de la provincia y recoger a tres familias que huyen de la invasión rusa. Ahora ... ya descansan en Burgos tras un viaje agotador en el que el miedo ha sido su principal compañero de viaje.

Miguel Ángel López fue el promotor de la iniciativa de unirse a la caravana humanitaria que partía de Madrid. Con el cansancio en el cuerpo tras más de una jornada sin poder descansar, se mostraba aliviado por haber cumplido con el objetivo que se habían marcado al salir el miércoles. «El resultado ha sido positivo, pero ha sido duro. Allí es muy difícil que alguien, sin conocerte de nada, se monte en tu coche», explicaba.

Porque quienes huyen del drama de la guerra lo hacen con un equipaje ligero pero cargados de miedos. Miedos a morir en el la huida víctimas de una bomba, pero también a caer en las manos de quienes buscan en las desgracias ajenas la manera de lucrarse. Por eso, tanto en Varsovia como en Cracovia la policía vigila la llegada de trenes y autobuses «para ejercer de intermediarios con las asociaciones ya instaladas en el país para que apunten a los refugiados y registren dónde quieren ir, a qué país, a qué ciudad y tienen autobuses preparados».

Por eso es importante planificar el viaje al milímetro, porque querer ayudar es solo el primer paso necesario para poder hacerlo. «Medio plan que llevábamos fracasó, las personas que estábamos esperando para traer no pudieron cruzar la frontera, no llegaron a tiempo», lamenta Miguel Ángel. «Gracias al convoy con el que íbamos nos propusieron a una persona de allí que contactaba con una española de Toledo por Facebook y fue la que consiguió traducir y ponernos en contacto. Ha sido toda una película. Lola, la persona de Toledo, ha sido fundamental, hemos hablado unas 60 veces», cuenta.

Sin embargo, en el medio del caos de una guerra en la frontera de Polonia todo parece tener su orden. «Ya les han dicho que no se pueden montar en coches particulares, porque hay mucha mafia. Pero también hay convoyes de gente como nosotros, hay mucho movimiento particular, semioficial, que quiere ayudar. La iniciativa con la que fuimos ha traído 80 personas y nosotros tres familias», explica.

Cuando intenta relatar qué se han encontrado lo tiene claro: «Personas muy asustadas y con desconfianza». Cuenta Miguel Ángel que los niños tenían miedo hasta de los conductores, «han tardado una semana en salir de Kiev, diez días han estado en una casa en un pueblo y han estado otros diez días para salir de Ucrania». Tras este peregrinar llegaron a Cracovia, cuya estación de tren se ha convertido en punto de encuentro.

Miguel Ángel acogerá a una mujer y su niño de siete años, la misma edad que tiene su hijo. En la expedición vienen también otra madre con su niña de cuatro años y una familia formada por una abuela, su hija que está embarazada y que viene también con su otra hija. «Siempre te quedas con ganas de ayudar, y esta vez no quisimos quedarnos con las ganas. Lo organizamos en 24 horas. Ha habido amigos que han colaborado económicamente. Nuestra furgoneta fue cargada de material de farmacia que una amiga donó, otro nos ha llenado el depósito de gasolina, otros nos han hecho un bizum... No hemos pedido nada, ha salido de ellos según se ha ido enterando», agradece.

Isidoro y Juanjo recién llegados de Polonia. GLoria Díez

Mil euros en gasolina y decenas de peajes europeos

Isidoro y Juanjo no dudaron tampoco en poner su grano de arena. En su caso, su sapienza y destreza a la hora de conducir para llevar a la expedición hasta Cracovia y de vuelta a casa sanos y salvos. Eso y mil euros de gasolina que ha supuesto el viaje. Con 6.000 kilómetros a sus espaldas reclaman la falta de colaboración de los gobiernos europeos, a los que afean no haber eliminado los peajes estos días en los que los viajes solidarios llenan las carreteras del continente. El traductor del móvil también ha sido su mejor amigo, y a pesar de él fue inevitable perderse en unas carreteras lejanas en las que todo sonaba confuso. Sin embargo, el viaje tuvo el final más feliz posible, la vuelta a casa con tres familias que desde esta noche dormirán alejadas de las bombas.

Estas tres familias ya están en Burgos. Sanas y salvas gracias a la solidaridad de un grupo de burgaleses que no quiso mirar hacia otro lado y que se ha comunicado con ellas a través del traductor del móvil: «Nos hemos entendido a la perfección con el traductor para poder conversar. Aprendes cosas de ellos. Ahora nuestro trabajo es enseñarles un poco a ser independientes en esta ciudad. Primero que descansen, que vean que les apreciamos, que les abrimos nuestra casa. Son gente como nosotros, que de la noche a la mañana se han quedado en la calle».

Atrás dejaron su vida, a sus maridos, padres, amigos y familiares. Ahora queda recuperarse del cansancio y tratar de curar las heridas del alma que la guerra les ha marcado para siempre.

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