El aislamiento domiciliario de las personas que arrojan positivo en PCR es una medida imprescindible para contener la expansión del virus. Pero se trata de un proceso difícil de comprender para los más pequeños, sobre todo cuando son asintomáticos. Es el caso de Andrés Llorente, ... un niño burgalés de diez años que lleva más de una semana en su domicilio y que hasta el próximo día 23 de septiembre no podrá salir a la calle.
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No llegó a empezar las clases. En su familia saltaron las alarmas cuando su abuelo enfermó y tuvo que ingresar debido a la covid-19. Seis familiares fueron diagnosticados después, incluida su madre, Yolanda Díez. «Estamos todos bien y, por suerte, el abuelo ya ha salido del hospital, pero tenemos que seguir en cuarentena», explica.
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Todos han pasado síntomas muy leves y, en el caso de Andrés, permanece completamente asintomático desde el primer día. «Yo di positivo y el niño en la primera PCR dio negativo», indica su madre. No fue hasta la segunda cuando la prueba fue afirmativa. «Él se encuentra bien y es complicado explicarle que tiene que estar en casa porque se aburre y no lo entiende», reconoce Yolanda.
Jugar y quedar online con sus amigos son actividades que le ayudan a distraerse a lo largo del día, pero no poder salir a la calle con sus compañeros se le hace más cuesta arriba. «Es muy aburrido», exclama Andrés, aunque todavía no tiene tareas pendientes para el colegio «porque acaban de empezar y los profes aún no han mandado deberes».
Yolanda defiende la necesidad de mostrar con naturalidad esta realidad porque al final, «todos vamos a pasar por ello». Por este motivo, no tiene inconveniente en contar cómo los primeros días sufrió «un gripazo» del que se recuperó enseguida. Ahora, tanto Andrés como ella, esperan con ansia el momento de recuperar cierta normalidad, «al menos ya lo hemos pasado y hemos tenido suerte de estar bien», concluye.
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