«Noté la explosión desde mi propia casa. Era un ruido que lamentablemente ya conocía». Habla Juan Carlos Aparicio, quien fuera alcalde de Burgos cuando ETA hizo explotar el coche bomba junto a la casa cuartel de la Avenida Cantabria. Aquel fue un día trágico ... para la ciudad, que el propio Aparicio reconoce que no olvidará nunca, como tampoco olvidará la tragedia de la calle Sauce.
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De hecho, el exalcalde guarda un recuerdo muy nítido de los acontecimientos de aquella infausta jornada. «En cuanto noté la expolosión llamé a la Policía Local para que me informara e inmediatamente me personé allí. Todavía recuerdo las primeras escenas. Guardias civiles intentando rescartar a sus familiares sobre un manto de cristales rotos y ese desagradable olor acre. Fueron sensaciones muy duras y difíciles, relata».
Juan Carlos Aparicio
Sin embargo, y a peasr de la dureza de esas primeras impresiones, Aparicio destaca dos recuerdos positivos. El primero es que «los terroristas fallaron». «Tuvieron muchos errores», quizá por «precipitación», y el atentado, que podría haber sido una masacre, tuvo efectos hasta cierto punto limitados. El segundo recuerdo positivo fue la «respuesta» de la ciudad ante la situación.
«Uno no puede más que sentirse orgulloso» de la «movilización» que se registró durante las horas y jornadas posteriores. «Hubo una colaboración espléndida de la policía y los bomberos, así como de numerosos colegios profesionales y representantes de la sociedad civil». De hecho, recuerda, el Ayuntamiento ni siquiera tuvo que realojar a ningún afectado. «La Guardia Civil tenía instalaciones disponibles y recibimos numerosos ofrecimientos, incluso de hosteleros, para alojar a quien hiciera falta.
Eso sí, el «mazazo» llegó al día siguiente, cuando ETA asesinó en Calvià (Mallorca) al guardia civil burgalés Carlos Saenz de Tejada. Él y su compañero Diego Salva Lezaun fueron las últimas víctimas de la banda terrorista en suelo español.
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Sea como fuere, el atentado a la casa cuartel de Burgos dejó muchas heridas, tanto materiales como sociales. De hecho, según Aparicio, esa masacre fallida fue uno de los tres grandes momentos que marcaron la derrota de ETA. Los otros dos fueron «el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la liberación de José Antonio Ortega Lara». Tres momentos clave que se erigen como símbolos para mantener la «memoria» y escapar del relato en el que «se intenta equiparar a víctimas y verdugos».
En este sentido, el exalcalde burgalés recuerda que a raíz de la explosión se abrió un intenso debate en torno a la conveniencia de mantener unificadas las viviendas y los cuarteles de la Guardia Civil en pleno casco urbano de la ciudad. Y, a su juicio, al final se tomó «la decisión correcta». «La Guardia Civil es parte de la sociedad burgalesa y debe estar en el lugar en el que está». Además, añade, la reconstrucción se realizó en un tiempo récord y permitió erigir un «símbolo» de la lucha contra ETA. Un símbolo que permite mantener el recuerdo de la barbarie. «Es necesario tener memoria».
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