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La cuchillería Ibáñez de la calle Paloma echa el cierre por jubilación. Juan Ignacio Ibáñez Lanchares abrirá por última vez el negocio que fundó su abuelo el último día de este 2021. Así lleva días anunciándolo con un cartel en el escaparate y así ... lo corrobora el constante trasiego de clientes que no dejan de entrar y salir de la tienda para comprar alguno de los ya pocos artículos que le quedan a Juan Ignacio.
70 años de negocio que pone fin este 31 de diciembre. «El negocio lo fundó el abuelo con una tienda que existe todavía en la Plaza Santo Domingo y a raíz de ahí empezaron a poner tiendas. Esta concretamente se puso hace 70 años. Somos de la calle, quitando la tienda de alimentación Casa Quintanilla, los más antiguos», explica orgulloso Juan Ignacio Ibáñez.
La tienda estuvo regentada por su padre y después por el propio Juan Ignacio, pero ahora, sin relevo generacional que tome las riendas de la cuchillería, llega el momento de cerrar. «De mi generación ya no pasa. Voy a cumplir 71 años dentro de un mes y lo dejo ya todo», confirma. «La firma del abuelo» lleva establecida en Burgos 110 años, y tras 70 años de vivencias de la tienda llega hora de decir adiós con «pena», pero también con la seguridad de que «ha llegado la hora» de hacerlo.
«Yo no puedo seguir más», continúa Ibáñez, aunque confiesa que «seguiría» de tener a alguien que le echara una mano. «Ahora mismo lo tengo que dejar, llevo muchos años y te cansas. En el fondo me da pena, yo no he hecho otra cosa que esto, he estado desde niño, pero los años mandan», reconoce. Con tantos años de trayectoria son muchos los recuerdos que Juan Ignacio se va a llevar a la jubilación con él, pero el más importante es el cariño: «Han venido muchos clientes a despedirse de mí. Luego nos veremos por la calle, pero han venido a despedirse de la tienda, a desearme mucha suerte y a decirme que disfrute de la jubilación. Eso es lo importante de un negocio, tener clientes que pasan solo a saludarte y que luego son incondicionales cuando necesitan algo y vienen a ti a comprar».
Aunque tampoco olvidará el recuerdo de su padre en la tienda. Un tienda peculiar que se ha dedicado especialmente a la cuchillería y las navajas, pero la peculiaridad de la calle, muy turística, hizo que se abriera también a otro tipo de productos. «Trajimos artículos de regalo y de turismo porque cada vez la calle es más turística, pero nuestra base es la cuchillería, que es como la formó el abuelo», cuenta.
Recordar qué fue lo primero que vendió es complicado, se puso detrás del mostrador a los 18 o 19 años, pero estuvo «delante del mostrador toda la vida». «Allí fuera he estado toda la vida. Éramos varias tiendas e igual había que hacer algún recado y me decían: «Venga, Juan, que hay que llevar al tío esto» y estaba todo el día en la tienda», aunque reconoce que siempre que podía salía a jugar a la calle.
«Luego ya en serio, asegurado y todo, con 19 años», cuenta ahora que está a punto de cumplir 71. En estos años ha tenido tiempo de tener «muchos clientes muy fieles» que se han convertido en «amigos». «Y no solo de Burgos», advierte. «Ahora me estaba acordando de Benito, que vive en Cádiz, gente de Madrid y Valencia, que cada vez que viene a Burgos pasan por aquí. Me acuerdo de un chico al que le vendí una Tizona y quedó encantado, siempre que viene a Burgos me saluda. Extranjeros también he tenido muchos clientes, y famosos me acuerdo de que hace muchos años estuvo Gila. Yo no le conocí, fue mi padre quien me dijo quién era», recuerda.
Con tantos años a la espalda también ha tenido que sobrepasar algún momento difícil, como las crisis económicas. «Nosotros siempre nos hemos adaptado, cuando venían las cosas mal se vendía poco, pero nosotros siempre hemos tenido taller y eso te sacaba de algún apuro, si no vendías mucho sí que reparabas y eso compensaba. Pero te adaptabas, en vez de cobrar cuatro tenías que cobrar dos, eso siempre ha pasado, pero no hemos vivido ninguna crisis profunda», rememora.
Con el cierre de esta cuchillería echa el cierre un negocio familiar y que se está perdiendo. «La cuchillería está especializada. Si vas al supermercado y compras un cuchillo cuando llegas a casa no corta. Aquí te podemos decir que este cuchillo, de esta marca y estas características es bueno. Todo tiene su desgaste, para eso también lo afilamos. El cliente que te compraba el cuchillo luego te lo traía para que se lo afilaras. Ahora lo compras en el supermercado y si no corta lo tiras y compras otro», lamenta.
Sin embargo, los profesionales sí que han encontrado en la cuchillería un aliado para tener a punto sus herramientas. Carniceros y hosteleros que llevan puntualmente sus cuchillos para que estén siempre a punto. «Nosotros hemos afilado menos, pero en la otra tienda se hace mucho», explica Juan Ignacio Ibáñez.
Y ahora que llega el momento de cerrar toca hacerlo, además, en unas circunstancias un poquito especiales. Sin embargo, Ibáñez no siente especial pena por tener que hacerlo en medio de una pandemia. «El trato es un poquito distinto, eso sí, porque cuando ves entrar a los clientes a veces hasta que no hablas con ellos no los reconoces bien por la mascarilla, que nos tapa un poco», afirma, al tiempo que asegura que no ha «tenido ningún percance» a pesar de haber estado de cara al público.
Ahora llega el tiempo de descansar, de pescar con los amigos a los que no siempre ha podido decir que sí cuando le llamaban para invitarle a acompañarles y disfrutar de un descanso más que merecido. Este 31 de diciembre la verja de la cuchillería Ibáñez de la calle Paloma cerrará por última vez. Atrás quedarán los recuerdos de toda una vida y la satisfacción del trabajo bien hecho.
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