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El Sorteo de Navidad de la Lotería es uno de los momentos mágicos de estas fechas. La mañana del 22 de diciembre, los burgaleses, como tantos otros españoles, vuelcan sus ilusiones en un papel con cinco dígitos que puede cambiarles la vida.
Detrás de ... las ventanillas de la administración de lotería número 1 de la capital burgalesa, ubicada en la céntrica calle Santander, se halla Patricia Cáceres Sañudo, que, como cada año desde 2010, reparte la suerte a quién la busca en su establecimiento.
Las fechas navideñas suponen una explosión de ajetreo y agobio que ella riega siempre con la sonrisa de la ilusión.«¡Este año tenemos que dar el gordo!», exclama mientras despacha a los cuantiosos clientes que se acumulan en los días previos al Sorteo.
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Esa manida expresión repetida por la práctica totalidad de los posteros de España, en su caso, expresa algo más: el sueño de seguir los pasos de sus antecesoras. Patricia es la cuarta generación de una saga de loteras que se remonta al año 1929.
Tras enviudar, la necesidad obligó a Basilia López a tomar las riendas de una administración de lotería para alimentar a sus tres hijos con poco más de veinte años. «Al principio se instaló en una esquina de la calle Vitoria» cuenta sobre el espacio del número 7 de la vía brugalesa que durante pocos años albergó la oficina y que actualmente ocupa una sucursal bancaria.
Con las complicaciones de otros tiempos y tras un traslado a su actual localización, Basilisa logró sacar adelante su familia a través de una ventanilla por la que ya han pasado tanto su hija Pilar, como su nieta Albertina y que, tras 93 años de andadura, ahora habita su bisnieta junto a sus compañeras Patricia Arribas y Beatriz Pascual.
Cuando el calendario comienza a aproximarse al 22 de diciembre, Cáceres no puede evitar rememorar aquellas gélidas mañanas burgalesas en las que encontraba el calor en un buen desayuno antes de asistir al último día de colegio y en la emoción de su madre esperando escuchar, ya fuese en el transistor o en la televisión, uno de los números vendidos en su adminsitración.
«Suena a tópico, pero tanto mi madre como a mis compañeras y a mí nos hace tanta o más ilusión si damos el gordo que si nos toca a nosotras. Siempre lo vendemos con mucha ilusión y decimos lo mismo: ¡Este año lo tenemos que dar!».
El 19.936 fue el número que, en 1963, cumplió ese deseo que Cáceres quiere revivir este 2022. «Recuerdo que se repartieron unas series en un pueblo y otras en un bar. Entonces el dinero cundía más, ahora está todo más caro. Fue muy bonito porque por aquel entonces apañó a mucha gente», rememora.
A este gordo se le sumaron hace dos décadas dos cuartos premios del mismo Sorteo de Navidad vendidos cuando su madre aún regentaba la oficina. «Pilló a mi madre viendo la televisión y yo me enteré por los gritos de alegría de mi madre diciendo: ¡Le tenemos! Más o menos a la hora de ese, salió el segundo y mi madre volvió a gritar ¡Este también le tenemos! Es una gozada poder recordarlo», comenta sobre cómo vivió aquel momento.
Y Cáceres también sabe lo que es entregar un premio en Navidad, más allá de los sorteos ordinarios. Ocho años esperó para que la fortuna agraciase al 7.568, número abonado desde 1944, como uno de los quintos premios del 2018.
Con la esperanza de poder seguir repartiendo lotería muchos años más, Cáceres ve complicado perpetuar el femenino linaje que fundó Basilia a finales de los años veinte y del que, pese a no mantener un apellido común al ser todo mujeres, se siente muy orgullosa.
«La verdad que hijos no tengo. Tengo sobrinas, pero no sé yo si van a querer seguir con el legado familiar. Todas estas cosas van cambiando mucho y puede que de aquí a diez años todo esté informatizado y no haya loteros como tal», reconoce con cierta pesadumbre.«Aún así, creo que la tradición de la Lotería de Navidad aquí en España está muy arraigada y realmente espero que siga siendo así. Es muy bonito», añade.
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Junto a la navideña costumbre de participar en el Sorteo de Navidad, Cáceres indica que, aunque el presente y futuro es cada vez más electrónico, otro de los hábitos que permence es el de tener el décimo físico.
«A la gente todavía le gusta ir a comprar la lotería. Aunque salgan por la terminal también y cada vez se van vendiendo más, siguen prefiriendo el definitivo de la administración con el sello, el número con el papel. El de toda la vida», asevera
La agilidad actual no siempre fue así, y a Cáceres, que «echaba una mano» a su madre cuando era niña la mejora con la llegada de la tecnología le sigue sorprendiendo. «Si levantase la cabeza mi bisabuela...», apunta al recordar las diferencias en la tramitación tanto de la venta como de las devoluciones, registros y pagos de los décimos premiados.
Tiempos no tan lejanos en los que, por ejemplo, se cortaba a mano cada uno de los billetes de las series impresas con unas grandes tijeras que aún conserva al no estar perforados previamente para facilitar su venta individual.
«Antes teníamos las listas grandes y había que ir comprobando los números y, aunque ya sabías los premiados porque los ibas viendo por la tele o los escuchabas por la radio, siempre venía el típico que traía el décimo por si acaso se había equivocado al mirarlo», añora Cáceres entre risas sobre momentos anteriores a la llegada de Internet que conserva en su memoria.
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«Ahora todo se hace con las máquinas, se tarda mucho menos y la gente viene con lo premiado solamente. No tiene nada que ver. También hay quien lo deja aquí depositado, que eso antes era impensable. Todo ha cambiado mucho», asegura con cierta nostalgia.
Con tantas vivencias acumuladas, Cáceres vivirá con la misma pasión de siempre el soniquete de los niños de San Ildefonso al cantar las bolas del sorteo el jueves y con un sueño doble por cumplir: dar el gordo de la lotería de Navidad y poder continuar muchos años más la saga familiar de mujeres loteras en Burgos.
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