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Los llamadores vuelven a resonar en el interior de los templos. Los hermanos de andas y costaleros estiran antes de coger a peso los tronos. La música de tambores y cornetas vuelve a resonar y pronto el incienso lo llenará todo de su peculiar olor. ... La Semana Santa está cerca y los ensayos para las procesiones ya han comenzado.
Han pasado dos años desde la última vez que los cofrades pudieron ponerse el hábito y desfilar. Que las cruces de guía marcaron el paso de unas procesiones que se vieron paradas en seco por la llegada del coronavirus en marzo de 2020, cuando todo estaba preparado para que la Semana Santa comenzara.
Con la situación sanitaria en aparente control, las cofradías han retomado los ensayos y preparativos para que nada falle en este 2022. Los costaleros cargan en los ensayos con el peso de los pasos acompañados por primera vez de un complemento que hasta ahora no estaba en su vestuario: la mascarilla.
En la iglesia de San Gil Abad se reúnen los costaleros de la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y de Nuestra Señora de los Dolores. Tras dos años de ausencia nadie quiere perdérselo y son puntuales al ensayo. Bajo el trono que porta al Santísimo Cristo de Burgos entran 30 personas, todas ataviadas con la mascarilla.
«La vuelta es maravillosa para todos. Ha sido una pasada después de llevar dos años sin salir. Es incómodo tener que llevar la mascarilla, pero nos vale más las ganas que la mascarilla», confiesa Javier González. No es el único que piensa así, Mario Sáiz no carga con el paso, pero forma parte de la banda y también reconoce que «había muchas ganas».
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«Esto es una cosa que te pica, te llama, te engancha. Tanto a los costaleros como a los miembros de la banda nos pasa un poco lo mismo, que después de dos años de no poder hacer algo que te gusta hay muchas ganas de volver un poco a la normalidad», afirma Mario.
En su caso particular la mascarilla afecta solo a parte de los integrantes de la formación: «Los que tocan percusión sí usan la mascarilla, pero los que tocamos viento nos las tenemos que quitar. Mantenemos las distancias y ya que las cosas se van normalizando un poco y vamos estando todos un poco menos nerviosos con la covid se lleva un poco mejor. Pero cuando tocas en un interior tienes que tener cuidado y es un poco incómodo, porque me la pongo, me la quito, me la pongo... Pero es lo que nos toca, y si queremos volver tiene que ser así».
Los costaleros, en cambio, utilizan la mascarilla sin distinción. Su uso es algo que «se nota bastante». «Debajo del paso vamos 30 personas en unos 12 metros cuadrados y sí que se nota, asfixia un poco. El ensayo es con los faldones levantados, pero cuando se procesione los faldones irán bajados, ahí veremos.», asegura Javier. A pesar de ello, cree que cuando estén las flores puestas y los faldones colocados no van «a tener ningún problema» porque desfilan al aire libre «y eso también se va a notar».
La covid-19 cambió las vidas de todo el mundo en marzo de 2020. Hasta la Semana Santa será diferente, con las mascarillas obligatorias en las procesiones de Burgos. Sin embargo, las ganas compensan todo: «Tenemos muchísimas más ganas. El primer día de ensayo fue súper emotivo, la verdad es que otros años siempre falta alguien y este año no está faltando nadie a los ensayos. Estamos todos súper motivados y la gente está con muchas ganas de que llegue ya el Domingo de Ramos. Este año tenemos gente de relevo, que eso es algo que antes no había pasado».
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