Cuando se habla de creación, exhibición y discurso de arte contemporáneo, la conversación lleva irremediablemente a mencionar Nueva York, Londres o Berlín. Pero en esa conversación también se puede meter Burgos. Y es que, a pesar de estar en una suerte de «periferia» en este ... ámbito, la ciudad del Arlanzón ha ido reclamando su espacio en los últimos años gracias, entre otras cuestiones, al impulso ejercido por el Centro de Arte Contemporáneo, el CAB, que este año sopla sus primeras 20 velas.
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Fue el 31 de octubre de 2003 cuando la entonces obra social de Caja de Burgos, hoy Fundación Caja de Burgos, inauguraba un espacio llamado a romper ciertos clichés a menudo asentados en el imaginario colectivo de las tierras del Cid. No en vano, una ciudad de provincias, dominada por un ingente patrimonio histórico y artístico, también tenía algo que decir en el debate sobre el arte contemporáneo. Máxime teniendo como tenía Caja de Burgos una colección envidiable.
Ese, de hecho, fue uno de los motivos que impulsaron la construcción del CAB, tal y como explica su actual directora, Cristina García, testigo directo de los primeros 20 años de historia del centro. «Caja de Burgos apostó por este proyecto con dos objetivos: albergar la gran colección de arte contemporáneo que venía recopilando de los años 80' y, de paso, recuperar un poco el casco histórico alto, una zona que entonces estaba especialmente castigada», explica. A su juicio, ambos objetivos «se han visto muy bien cumplidos».
No en vano, el CAB se ha convertido en todo un referente, no sólo de Burgos, sino de su entorno más cercano. El propio edificio ya se ha convertido en un emblema gracias a sus 3.300 metros cuadrados y su llamativo perfil, que rompe de manera integradora con la trama urbana en pleno casco histórico. Cerca de nueve millones de euros costó en su día levantar la instalación.
Ya la primera exposición supuso una magnífica carta de presentación, con obras de artistas como Chillida o Barceló. Pero esa no fue sino la primera de muchas. En total, desde que abrió sus puertas, el centro ha acogido 187 proyectos expositivos y ha albergado 1.674 actividades y acciones comunitarias de toda índole.
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La originalidad es, de hecho, una de las características que definen y diferencian al CAB de otros centros de arte contemporáneo. «Aquí hacemos algo que es muy poco usual: permitimos a los artistas equivocarse con proyectos que en otros lugares quizá no podrían realizar. Tanto ellos como nosotros asumimos el riesgo», explica Javier del Campo, director de Arte de la Fundación Caja de Burgos, quien destaca, además, que todos los proyectos expositivos desarrollados en el CAB están planteados de manera «específica» por y para el propio CAB. Esto es, son únicos y originales, incluso si luego se muestran en otros lugares.
Sólo por esas dos cuestiones, el centro ya se erige como una suerte de rara avis dentro del ecosistema del arte contemporáneo. Pero las singularidades van más allá, tal y como defienden García y Del Campo. «Desde el primer minuto tuvimos claro que los proyectos expositivos debían ir de la mano de un programa didáctico» capaz de trasladar a todos los públicos los mensajes a menudo «crípticos» que contienen los propios proyectos. Así, subraya Del Campo, «el primer día que abren los colegios de Burgos, ya tienen encima de su mesa todo el programa educativo que vamos a desarrollar a lo largo del año».
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Y a fe que la estrategia funciona. Para muestra, un botón. Mientras se desarrolla la conversación con ambos responsables, se oyen de fondo voces de chavales, que en un momento dado se ponen a jugar al tenis de mesa, interactuando así con una de las últimas exposiciones, que invita precisamente a esa interacción. La primera impresión para un lego en la materia puede ser la sorpresa, la incredulidad o el desconcierto. Pero ese es precisamente el reto del CAB.
«Nuestra intención siempre es que el público venga a ciegas y se deje sorprender para que cuando salga por la puerta, se haya movido algo en su interior», subraya García al tiempo que Del Campo defiende el discurso del arte contemporáneo. «Mucha gente piensa en el arte contemporáneo como un par de cubos de pintura que se tiran sin más», pero nada más lejos de la realidad. «Lo cierto es que los artistas trabajan muchísimo. A menudo durante años» para llevar a cabo un solo proyecto expositivo», sentencia. Partir de ahí, la experiencia del visitante será única, intransferible y, a veces, indescifrable. De eso va el arte, aseguran.
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En todo caso, lo cierto es que la trayectoria acumulada avala la apuesta del CAB. En estos primeros 20 años han pasado por sus instalaciones casi 800.000 personas de muy diferente condición, perfil y procedencia. Indudablemente, el objetivo prioritario, tanto del CAB como de la propia Fundación Caja de Burgos, es el público burgalés. Pero eso no obsta para que el centro tenga per se una capacidad atractora fuera de la ciudad y su entorno más cercano. Así, el público local es mayoritario durante el curso, pero a partir de abril y mayo, la presencia de visitantes foráneos es habitual.
A ello ayudan dos cuestiones. Por un lado, la cercanía del centro al Camino de Santiago y el propio albergue de peregrinos municipal, que genera una pequeña simbiosis; por el otro, el desarrollo de proyectos expositivos de artistas extranjeros de cierto renombre, que atraen visitantes por sí mismos.
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En este sentido, Del Campo explica que toda la programación se intenta sustentar siempre «en tres pilares» que en realidad «forman parte de un mismo magma común». Así, la apuesta por artistas internacionales se complementa con la presencia de «artistas nacionales que están en media carrera» y con la de artistas nóveles vinculados al entorno más cercano.
Y todo ello, con una máxima irrenunciable encima de la mesa: mantener la originalidad. «El reto es que los tres proyectos que como mínimo preparamos en cada uno de los tres ciclos anuales sean totalmente diferentes entre sí», explica el director de Arte. Una máxima que, según García, ha permitido que «después de 20 todavía seamos capaces de sorprender al público». Eso, sostiene «es todo un éxito».
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La actividad, en todo caso, continúa. Y ambos confían en que lo haga durante muchos años más. «Ahora, debemos seguir abriendo los ojos y los oídos a lo que está pasando a nuestro alrededor, traerlo aquí, compartirlo con nuestro público, fomentar el diálogo entre el público y los artistas y, por supuesto, seguir incrementando las cifras de visitantes», concluye García.
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