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Los desfibriladores externos semiautomáticos (DESA) pueden salvar una vida en cualquier momento. Ya lo han hecho en varias ocasiones en los últimos años en Burgos y la experiencia dice que seguirán haciéndolo. De ahí que su presencia en instalaciones públicas, centros de trabajo y grandes ... recintos se haya convertido de un tiempo a esta parte en algo más que habitual. Hasta el punto que raro es encontrar hoy en día algún lugar concurrido que no tenga el sello de 'espacio cardioprotegido' en Burgos. Y eso a pesar de que en Castilla y León no es obligatorio.
De hecho, la normativa autonómica al respecto es mucho más laxa que la contemplada en otros territorios. Y es que, la instalación de equipos DESA es actualmente obligatoria en todos los espacios públicos de hasta diez comunidades autónomas, aunque bajo diferentes criterios generales.
Mientras tanto, la normativa en Castilla y León, que data de hace más de una década, no pasa de la recomendación, estableciendo en todo caso los requisitos que ha de cumplir la instalación de un desfibrilador y su uso por parte de personal no sanitario.
Sí existe, a este respecto, un registro de este tipo de equipos y sus ubicaciones. De acuerdo a los datos de la Junta, en el conjunto de la provincia hay 339 desfibriladores repartidos en instalaciones públicas y privadas no sanitarias, 125 de los cuales se encuentran ubicados en Burgos capital. También en otros municipios se ha extendido su uso, como en Miranda de Ebro, Aranda de Duero, Villarcayo o Salas de los Infantes, entre otros muchos. De hecho, Burgos es, con diferencia, la provincia con mayor número de 'espacios cardioprotegidos' de toda la comunidad autónoma, superando a territorios como Valladolid (294) o Salamanca (185). Eso sí, estos datos están muy desactualizados, ya que no incluyen buena parte de los equipos actualmente en servicio.
Sea como fuere, destaca la apuesta en este sentido impulsada por entidades como la Universidad de Burgos, varias de las grandes empresas de la ciudad, Aspanias, Fundación Caja de Burgos, la Diputación o el propio Ayuntamiento de la capital. De hecho, todos los edificios municipales de atención al público cuentan, al menos, con un desfibrilador. Sólo en las instalaciones deportivas de la ciudad hay una veintena, incluidos los siete que hay desplegados en el estadio municipal de El Plantío.
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Gabriel de la Iglesia
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Allí, su presencia permitió el pasado mes de octubre salvar la vida de un aficionado que sufrió un infarto durante el partido entre el Burgos CF y el CD Mirandés. También en las piscinas de El Plantío y de San Agustín ha sido necesario echar mano de un desfibrilador en los últimos meses para intervenir en una urgencia, según apuntan desde la Concejalía de Deportes. Y su presencia ha sido fundamental.
Así lo certifica Vicente Priego, jefe del servicio de Urgencias del Hospital Universitario de Burgos (HUBU), quien subraya categóricamente que los DESA «salvan vidas». En este sentido, explica, ante un paro cardíaco, la rapidez en la respuesta es quizá el factor más determinante. «Ante una parada, las posibilidades de éxito en la reanimación se reducen un 10% por cada minuto de retraso» en la intervención. Teniendo en cuenta que la llegada de una ambulancia puede demorarse más allá de esos plazos, tener a mano un DESA resulta «fundamental».
La propia experiencia acumulada en este sentido en los últimos años así lo indica, habiéndose incrementado sustancialmente la supervivencia en casos de parada en espacios cardioprotegidos, con índices de incluso «el 90%», significativamente superiores a los que se manejan en espacios no cardioprotegidos, según apunta Priego.
Unos espacios que, en todo caso, continúan incrementándose año tras año. Es más, en los últimos tiempo se han incorporado sendos equipos DESA en unidades móviles, por ejemplo de la Policía Local, los cuales ya han sido utilizados en varias ocasiones desde su puesta en servicio, salvando más de una vida. «A menudo, la Policía Local de patrulla puede llegar al lugar del incidente más rápido que la ambulancia de soporte», explica Priego, quien considera que alcanzar el objetivo de tener una 'ciudad cardioprotegida' es hoy en día viable.
No en vano, la sensibilización en la materia, la experiencia acumulada, la extensión de la formación práctica y la propia evolución tecnológica lo permiten. «Hace años, un desfibrilador semiautomático podía costar 12.000 euros, mientras que ahora se pueden adquirir por 2.500 euros». Y además, son más fáciles de utilizar. Los últimos modelos, de hecho, van marcando las instrucciones de actuación al usuario en función de las constantes del enfermo y, en algunos casos, el aparato establece contacto telefónico directo con la sala de emergencias del 1-1-2.
«Se trata de una inversión en seguridad», defiende Priego, quien considera que el uso de los DESA debería incluso contar con un marco normativo común en toda la UE. «Lo vemos en el día a día. Antes, una persona que sufría una parada a menudo no llegaba viva al hospital. Hoy, con un DESA a mano sí, aunque luego haya que atenderla y estabilizarla», concluye.
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