Una joven observa las piezas de cerámica en uno de los expositores ARH

Burgos acoge el arte cerámico de 19 talleres de España y Portugal en el Paseo del Espolón

La 43ª edición de la Feria de Cerámica alberga numerosas formas de alfarería plasmadas en multitud de objetos y utensilios expuestos desde el jueves 27 hasta el lunes 31 de julio en el centro de la capital

Domingo, 30 de julio 2023

Diecinueve talleres de distintos puntos de España y Portugal se dan cita desde el pasado jueves 27 de julio y hasta el próximo lunes 31 en el Paseo del Espolón de la capital burgalesa en la 43ª edición de la Feria de Cerámica de Burgos.

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Diferentes interpretaciones y ejecuciones del oficio alfarero coinciden en una hilera de carpas concurrida pese a las elevadas temperaturas veraniegas que, eso sí, han dado un respiro este domingo para hacer más ameno el paseo entre los expositores de los artesanos.

Desde ollas y cazuelas de barro tradicionales hasta cerámicas antiguas replicadas con maestría, pasando por utensilios decorativos y útiles de cocina, los visitantes han disfrutado contemplando las piezas y, en algunos casos, han aprovechado comprar algunas de ellas.

Detrás del mostrador, Armando Monte Domingues, alfarero llegado desde la zona de Coimbra, en Portugal, expone sus creaciones. «Son copias manuales de originales del siglo diecisiete que se exhiben en el Museo Nacional de Machado de Castro» asegura. Suelo traer esta cerámica tradicional de la zona de mi pueblo y de todo Portugal y al público le suele gustar«, añade el coimbrense.

Con la experiencia de haber venido a la Feria de la Cerámica de Burgos «unas diez veces», Domingues señala que este año las ventas «están un poco por debajo» de las de años anteriores y que ha habido poca afluencia en los días previos, aunque este domingo «parece que hay más». «Puede ser por el calor y que la gente está de vacaciones en la playa también, creo que todo influye», apunta sobre ese descenso de clientes.

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Cruzando la frontera, desde la localidad pacense de Salvatierra de Barros, Francisco Saavedra y Carmen, dos alfareros extremeños, vuelven a acercar un año más al público burgalés y visitante la variedad de piezas que elaboran en su taller. «Nosotros tenemos todo tipo de cuencos, ensaladeras, platos, ollas, cerditos de hucha, y también los típicos canarios de la alfarería», enumera Saavedra a una de las personas que se ha acercado a su expositor.

Sin relevo generacional

Al final de la hilera de carpas dispuestas para alojar los diferentes talleres, Juan Carlos Martín representa a la octava generación alfarera del taller segoviano de Fresno de Cantespino. Como desde hace cuarenta años, no falla a la cita burgalesa para mostrar sus productos e intentar que el oficio siga vivo. «Nosotros fuimos de los primeros en venir aquí. Ahora soy el último alfarero de Segovia y de los poco que quedan ya en Castilla y León», lamenta Martín.

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«De momento va respondiendo la gente. Nunca se vende todo pero bueno, ahí vamos», asevera el segoviano sobre la edición de este año. su especialidad es la alfarería tradicional de todo tipo. «Hago desde todas las piezas antiguas que se usaban en el campo hasta ahora que me dedico más a las piezas de cocina». «Y también tengo una línea de piezas de decoración que empecé a hacer cuando estuvimos encerrados en casa por la pandemia», apostilla.

Reinventándose para sacar adelante su taller, Martín observa «con pena» como el relevo generacional «en este como en todos los oficios» va a ser «muy difícil». «Donde lo hay la gente tampoco se engancha a aprender. Y los que lo hacen no se animan a seguir con ello», afirma con cierta tristeza.

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Comer con gusto

De padres españoles pero desde el país vecino, donde nació, creció y vive actualmente, la lisboeta Tato Sheriff ofrece una cerámica llena de colorido. Centrada en la loza, elabora distintos utensilios de cocina y todo tipo de útiles para la mesa.

«Sirven para todo, pero sobre todo para que la mesa esté alegre. Ya que tenemos la suerte de comer tres o cuatro veces al día, pues que lo hagamos con gusto y lo disfrutemos», opina sobre el motivo por el que sus creaciones están llenas de colores.

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Con un primer recuerdo de Burgos marcado por la pandemia, Tato Sheriff asegura que sintió no haber podido estar en la cita del pasado año y que está «encantada» de haber venido a una ciudad que define como «tranquila, bonita y muy agradable». «Tengo una perra y poder bajar al río y ver gente haciendo picnics...es un lujo de sitio», admite con una sonrisa.

También guarda una buena opinión sobre los burgaleses. «La gente de aquí es muy cariñosa también y aunque no me compren nada, suelen echar piropos y decir que es todo muy bonito», comenta. «Hay gente que viene y me dice que hace tres años me compró algo. Aunque yo no me acuerdo, parece que la gente lo lleva con cariño y se acuerda y eso también te da un cierto calor humano, es muy agradable», concluye.

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