Esta pandemia que nos está alterando tanto la vida tendría que servirnos, al menos, para mejorarla. Nunca se nos ha presentado una oportunidad tan clara para ver los fallos de la organización social en la que nos movemos, analizar sus causas y buscar posibles ... soluciones.
¿Qué fallos estamos viendo? Pues parece claro que a nuestra Sanidad en Burgos le falta bastante personal y también medios para hacer frente a situaciones como esta, que el modelo de residencias de ancianos que tenemos no funciona, que el sistema educativo ha dependido del esfuerzo y la tecnología que un profesorado mal pagado ha puesto a disposición de su alumnado, que nos falta material de todo tipo porque ya no lo fabricamos aquí, etc. etc.
¿A qué se debe todo ello? Llevamos años y años privatizando servicios públicos, recortando plantillas y material, maltratando al personal que trabaja en ellos. Y ahora es imposible no ver las consecuencias. Además se han desmantelado industrias, ferrocarriles (ahí está la «España vaciada«), se han deslocalizado empresas para hacerlas más competitivas. Que somos un país totalmente dependiente pudimos comprobarlo desde el principio de la pandemia mientras esperábamos con angustia la llegada de ese material, tan necesario para la seguridad del personal que trabajaba en primera línea.
Pero, al mismo tiempo, de repente, hemos caído en la cuenta de que la gente que trabaja en ayuda a domicilio, en atención y soporte a la dependencia, el personal de limpieza, de supermercados etc., nos resulta imprescindible para el sostenimiento y cuidado de la vida diaria, cuando antes de la pandemia esos sectores no gozaban de ningún tipo de prestigio.
Casualmente, todos estos sectores que denominaremos «de cuidados», tienen algo en común: la presencia mayoritaria de mujeres. Unas mujeres que ahora han visto aumentada su sobrecarga de trabajo, dentro y fuera del hogar. Las mujeres han empeorado, de forma especial su calidad de vida en varios sentidos: el confinamiento en el hogar ha implicado para muchas un aumento de la violencia machista. Las mujeres en situación de prostitución y trata con fines de explotación sexual han quedado más expuestas, si cabe, a los abusos de puteros y proxenetas.
Los sectores de hostelería y trabajo doméstico están siendo especialmente castigados. El 85% de los hogares monoparentales están a cargo de una mujer sola. La pandemia hace más vulnerables aún a las mujeres migrantes, mujeres con discapacidad, mayores que viven solas...Las mujeres copan los trabajos más precarios y la gran mayoría no han podido ni acogerse a los ERTEs debido a esa misma precariedad de la economía sumergida. También son las mujeres las que mayoritariamente se encargan del cuidado de hijos e hijas cuando cierran los colegios, compaginándolo, si tienen suerte, con el teletrabajo. Y tengo que decir que hemos tenido la fortuna de que esta pandemia haya coincidido con la legislatura del gobierno de coalición y sus paraguas sociales. No todos los partidos son iguales.
¿Pero por qué existen todos estos fallos cuando se dice que vivimos en una «democracia avanzada«? Toda nuestra organización social gira en torno al mercado y sus necesidades. Pero esto no se dice. Se nos oculta la parte más importante de la economía, la no monetarizada. Y es que el capitalismo por sí solo no puede reproducir la fuerza de trabajo que necesita para su subsistencia y, de una forma muy ladina, deriva todo ese trabajo, necesario, pero no pagado, a los hogares (es decir, a las mujeres): nacimiento, crianza, educación y cuidado de prole (futura mano de obra). Alimentación, vestido, cuidado afectivo y sexual del trabajador. Asistencia en situaciones de dependencia.
El capitalismo solo quiere trabajadores a pleno rendimiento. Todo lo demás le es ajeno. En esa esfera privada el «ángel del hogar», un hogar que para una buena parte de las mujeres es de todo menos dulce, ha realizado y realiza un trabajo invisible, gratuito y no reconocido, sobre el que descansa todo el sistema económico. Parece una burla cruel que las amas de casa hayan sido consideradas tradicionalmente en las encuestas como «población inactiva» y que un trabajo tan esencial para toda la sociedad se haya denominado «sus labores», como si la sostenibilidad de la vida humana fuera cosa de mujeres
Las trampas del sistema se han puesto de manifiesto con la entrada masiva de las mujeres al mercado laboral: el pleno empleo es incompatible con el objetivo del máximo beneficio, es imposible compatibilizar la vida familiar y laboral porque los tiempos del mercado son distintos de los tiempos de vida, los hombres se resisten a entrar en los hogares para hacer su parte correspondiente del trabajo de cuidados. ¿No os parece que sería mucho más lógico organizarnos en función de nuestras necesidades vitales? El Mercado no funciona. El capitalismo convierte nuestra vida y la del resto de los seres vivos en insostenible y esto ha quedado aún más patente con la pandemia y el estado de alarma. ¿Qué vamos a elegir, la Bolsa, o la Vida?
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