El bajo uso del contenedor marrón, un escollo para Medio Ambiente

Sin embargo, hay uno de ellos que todavía no parece tener el uso necesario para una población como la de Burgos. Se trata del contenedor marrón, el de los restos orgánicos, es decir, aquello que desechamos tras comer o preparar los alimentos.

En Burgos, a diferencia de otras capitales de provincia, este contenedor solo puede utilizarse con una tarjeta que permite que el contenedor se abra, algo que para muchos vecinos supone un impedimento a la implantación de su uso. En el año que lleva instaurado este sistema se han repartido 20.360 tarjetas para depositar los residuos orgánicos que, en un futuro, se convertirán en compost.

En las pruebas piloto desarrolladas en Burgos, y en muchas otras ciudades, se ha comprobado que si se dejan los contenedores abiertos se depositan en ellos todo tipo de residuos inadecuados, lo que dificulta o impide el adecuado reciclaje de la materia orgánica, anulando así todos los esfuerzos realizados para recogerlos por separado.

Sin embargo, en los contenedores cerrados en los que es necesario utilizar una llave o una tarjeta electrónica, los residuos impropios se reducen y la calidad y pureza de la materia orgánica recogida es mucho mejor.

Estas tarjetas se podían recoger hasta ahora en el área de Medio Ambiente (calle Diego Porcelos) en horario de mañana los martes y jueves, pero durante este mes -en una fecha por determinar- el Ayuntamiento pasará a repartirlas también en los centros cívicos de San Juan, Capiscol y San Agustín en horario de 19:00 a 21:00 horas. En esta nueva campaña las normas siguen siendo iguales y solo se podrá recoger una por domicilio.

Con el paso de los meses la recogida de residuos orgánicos ha ido en aumento. Desde enero de 2023, cuando se puso en marcha este método de recogida, hasta final del mismo año se recogieron 1,2 millones de kilos de residuos orgánicos. La progresión en la recogida fue evidente si se ven las cantidades desglosadas mes a mes. Si en enero la cantidad alcanzó los 780 millones de kilos en abril fueron 92.800 millones de kilos.

A partir de mayo todos los meses estuvieron por encima de los 100.000 millones, aunque el récord lo marcó diciembre con 167.900. Sin embargo, los residuos orgánicos fueron los menos recogidos. El contenedor gris, que agrupa los desechos para los que no existe un depósito específico de reciclaje, el plástico o metal que no sea envase y cristalería, loza y cerámica, fue el que mayor cantidad de basura acumuló, con 45.163.500.

Cada color de contenedor indica a qué va destinado. En el contenedor azul van a parar los residuos de papel y cartón: cajas de cartón, cuadernos, libros, envases de papel, hueveras... El contenedor naranja es para depositar los aceites vegetales usados para cocinar y que deben ir almacenándose en una botella y no derramándose por el fregadero. Al marrón van los residuos orgánicos (resto de alimentos, servilletas usadas, palillos, bolsas de infusiones).

El gris, que es el que más dudas puede generar, es el receptor de juguetes, pañales, mascarillas y otros productos de higiene personal. Los envases (botellas de plástico, aluminio, bolsas de snacks, latas de conserva) deben depositarse en el amarillo y en el contenedor verde se depositan los envases de vidrio. Además, en el blanco se pueden tirar aquellas prendas de ropa que ya no queramos conservar.

Gran parte de la población que no recicla, especialmente la que no utiliza el contenedor marrón, lo achaca a la falta de información al respecto. Bien sea a lo referente a la tarjeta o bien a los residuos que deben depositar en este cubo.

«A mí me parece bien (la necesidad de acceder al contenedor marrón con tarjeta) si es para beneficio nuestro», asegura un vecino que utiliza este contenedor. Sin embargo, otra burgalesa asegura que no lo utiliza porque no sabe «dónde se puede conseguir la tarjeta». «Creo que falta información, a mí no me ha llegado. Por ese motivo no lo utilizo, no hay otro, porque lo reciclo todo», lamentaba.

La brecha de edad no supone una diferencia grande a la hora de usar o no este contenedor. Estar de alquiler supone una dificultad a mayores a la hora tener acceso a la tarjeta para un grupo de amigas que estudia en Burgos. «Reciclar para nosotras es un poco más complicado», explica una de ellas. Sin embargo, otras estudiantes sí cuentan con esta tarjeta después de que «el casero» se la facilitara.

«El casero nos sacó la tarjeta, pero la tenemos en casa. Sí que de vez en cuando la usamos, pero muy pocas veces», confiesa una de ellas. «Es más fácil separar plástico y lo demás que separar todo», explica como principal causa de no separar la basura orgánica.

La «falta de conocimiento» es una de las causas que más señalan los vecinos de Burgos para no utilizar este cubo marrón. «Por agilizar la gente no separa toda la basura, la junta en un mismo cubo», apuntan también como otra posibilidad.

Para luchar contra todo ello, el Ayuntamiento de Burgos pone en marcha una nueva campaña de sensibilización y formación para la población, que contará con un equipo de monitores que harán campañas en los centros cívicos para explicar el uso de los diferentes contenedores de reciclaje para favorecer su correcta utilización.