Javier Lacalle se va. Tras 21 años repartidos en cinco legislaturas diferentes, la cabeza visible del PP de Burgos ha dado al fin el paso que se venía barruntando desde hacía ya mucho tiempo y renunciará de manera inminente a su acta de concejal para, ... según él, centrarse en el Senado.
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La marcha de Javier Lacalle del Ayuntamiento trasciende más allá de lo individual. Supone todo un símbolo, el fin de una era. La era del bipartidismo, la de las mayorías absolutas y la de los proyectos megalómanos. La era, en definitiva, de la vieja política, que no la política vieja. El 15-M y sus coletazos se cargaron todo aquello, para bien o para mal. Para bien y para mal. El propio Lacalle puede dar fe de ello.
En todo caso, y más allá de sus aciertos y errores, de los que inevitablemente acumula una miríada después de tantos años en la cosa municipal, Lacalle es un animal político. Aprendió de algunos muy buenos. Y aprendió bien. Cualquier otro hubiera caído en desgracia tras los disturbios de Gamonal y el no Bulevar de la calle Vitoria. Pero él resistió. Cualquier otro hubiera caído la legislatura pasada, con apenas 10 concejales, con la salida forzada de Fernando Gómez y con la amenaza constante de la moción de censura. Pero él resistió. Y lo hizo, por cierto, practicando con dotes de funambulista el siempre complicado juego de los pactos, ya fuera con Ciudadanos o con el PSOE.
Eso sí, a nadie le puede pillar por sorpresa su marcha. Ni mucho menos. Y es que, tras los complicados momentos de estos últimos años, era público y notorio el interés de Lacalle por buscar otros aires alejados del frío del Arlanzón. Aún así, el partido volvió a colocarlo como candidato a la Alcaldía el año pasado. Seguía siendo su mejor opción ante la eventual debacle electoral que se estaba pergeñando.
No obstante, la ventaja que tienen los animales políticos es que enseguida encuentran acomodo acá o acullá; y Lacalle se aseguró una posición de salida en las listas al Senado. Por si acaso. Al final, la derrota electoral en las municipales y la imposibilidad de alcanzar un acuerdo de Gobierno con Cs y Vox marcaron hace ya muchos meses el camino de salida hacia Madrid. La duda, al final, residía en el cuándo, no en el qué. Y el cuándo ya ha llegado.
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