A la izquierda, Juan Montero, arqueólogo, a la derecha, Antonio Carballera, nieto de la víctima de la Guerra Civil, frente a la Cartuja de Miraflores. AYTHAMI PÉREZ
Memoria Histórica

«Mi abuelo luchaba por conseguir unos derechos que tenemos hoy, pero que han costado mucha sangre»

Antonio Carballera, nieto de Jerónimo Carballera, dirigente del PSOE y secretario de UGT en Burgos, espera hallar la fosa común de la Cartuja de Miraflores en la que hay evidencias que están los restos de su abuelo. Este fue arrestado en su casa delante de sus siete hijos y asesinado el 13 de agosto de 1936

Jueves, 5 de agosto 2021

Antonio Carballera, como el resto de su familia, llevaba muchos años esperando este día. Por fin, 85 años después del asesinato de su abuelo por parte de milicianos albiñanistas que apoyaron el golpe de Estado al Gobierno de la II República, han comenzado ... los trabajos para hallar la fosa común en la que esperan estén los restos de su abuelo, Jerónimo Carballera.

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Mientras los turistas visitan la Cartuja de Miraflores, en una parte del terreno, en 250 metros cuadrados, arqueólogos y operarios trabajan para encontrar una fosa común de los primeros días de la Guerra Civil Española. Una fosa que está documentada.

La emoción es visible en su inquietud al moverse y hablar, reconoce Antonio vivir en la incertidumbre. Pero también es un buen momento para hacer lo que la familia desea, dignificar la figura y memoria de su abuelo Jerónimo. A falta de tener un lugar donde honrarle, el nieto Antonio se esfuerza por contar la historia de su abuelo.

Varias cosas repite, «queremos dignificar su figura y enterrarle junto a su mujer». En segundo lugar, Antonio no quiere que se olvide que su abuelo «luchaba por conseguir unos derechos de los que disfrutamos hoy, pero derechos que han costado mucha sangre».

Así pues, gracias a los periódicos de la época, a los discursos del abuelo y al trabajo de esta familia hoy podemos conocer la figura de Jerónimo. Para saber quién era esta víctima de la Guerra Civil Española hay que remontarse unos 100 años, «tiempos convulsos en los que se trabaja por avanzar en derechos laborales y sociales», señala Antonio. Jerónimo nació en Burgos en 1890, se casó con Juliana Hontoria de Gumiel de Izán y tuvieron siete hijos.

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UGT y PSOE

Era panadero y durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera se fue acercando a las ideas republicanas. En un principio fue secretario provincial de la UGT, sobre el año 1918 y hasta el año 1924, cuando pasó a ser presidente de la agrupación local del PSOE hasta el 1932. «Era una época convulsa, con siete hijos, había que ganar dinero, aprobó las oposiciones a inspector de trabajo y dejó la política entre 1932 y 1933. Cuando empezó la guerra estaba en funciones de delegado de Trabajo de la provincia. Llevaba unos 15 días en el puesto», cuenta Antonio.

«Lo que se percibe en las noticias y discursos es que mi abuelo luchaba por conseguir unos derechos que tenemos hoy en día, derechos que, hay que repetir, han costado mucha sangre», recalca su nieto.

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Momento que ha marcado la vida de sus descendientes

El día 13 de agosto de 1936, Jerónimo estaba en su casa de la calle Julia Alegría en el barrio burgalés de El Crucero. A las cinco de la tarde aparecieron unos señores armados, con uniformes azules, eran milicianos albiñanistas, «cogieron y se lo llevaron. Estaban presentes sus siete hijos menores de edad y mi abuela. Mi padre tenía cinco años. Todos lloraban, preguntaban qué pasaba. Debió ser dantesco. Después hemos tenido ocasión de saber cómo fue, cómo lo bajaron a culatazos por El Crucero hasta la calle Santa Clara», relata el nieto de esta víctima.

De esos siete hijos, tres hijas todavía viven. Tienen 98, 94 y 91 años. «A ellas el mundo se les acabó aquel día. Fue de tal impacto lo que vivieron que toda su vida, ellas y mi padre, nos han ido inculcando la idea de que había que recuperar la memoria y la dignidad de mi abuelo, que murió por defender unos derechos sociales que costaron vidas y familias».

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A lo largo de estos años no ha sido fácil reivindicar su figura. «Hemos tenido una dictadura y en la transición tampoco fue posible. Hemos tenido fluctuaciones políticas y hoy en día, incluso, es difícil compaginar las ideas de reconciliación y superación. Mis tías siempre han estado muy metidas en movimientos por la Memoria Histórica. Cuando se hicieron demasiado mayores, decidí recoger el testigo». Y aquí está ahora Antonio, esperando que los trabajos den sus frutos y aparezcan los restos de los asesinados hace 85 años e inhumados en estos terrenos.

Trabajos para hallar la fosa en los terrenos de la Cartuja. JUAN MONTERO

La puerta de la Cartuja

Antonio se puso en contacto con la Asociación Aranzadi y con arqueólogos para que lo asesoraran. «Empecé a abrir puertas y me topé con la de la Cartuja. Tenía miedo porque es una orden contemplativa, pero cuál fue mi sorpresa que cuando vine a hablar con el prior se mostró totalmente colaborativo. Me he encontrado con una comunidad de personas buenas, que te hablan desde una perspectiva humana, no política ni religiosa. Lo que quieren es lo que busca mi familia, encontrar a mi abuelo, dignificar su figura y enterrarle en una tumba del cementerio de Burgos junto a su mujer».

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Las evidencias

Los trabajos de búsqueda de esta fosa cuentan con un aliado, Antonio Ruiz Vilaplana, quien fuera secretario judicial en Burgos a comienzos de la Guerra Civil. Sus recuerdos y testimonios quedaron plasmados en una obra suya publicada en 1937 'Doy fe… Un año de actuación en la España Nacionalista'. Ruiz Vilaplana acudió al levantamiento de la fosa el 20 de agosto de 1936. Los cartujos habían oído los disparos y avisaron de que allí había una fosa. Ruiz Vilaplana describe en su libro el lugar, un claro en esta zona boscosa que ahora pertenece a los cartujos. En un lugar de la tapia cercana al antiguo camino de Cortes.

Cuando se acudió al levantamiento se identificó a una persona, el capitán Ojeda, antiguo militar y hombre militante de izquierdas. Por orden del retén de falangistas que acudió al lugar, el resto de la fosa quedó tapada de tal forma que no quedase rastro.

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«Sabemos que está aquí porque los días después de que se lo llevaran, la gente del barrio le decía a mi abuela y tías que se lo habían llevado a La Merced y luego a la Cartuja. Con el consejo de los profesionales llegas a la conclusión de que la fosa está. Hay documentos del levantamiento de los cadáveres por parte del juez y el secretario. Estos observaron que había más cadáveres, coincide con que estos cuerpos llevaban ahí unos cinco días», relata las coincidencias Antonio.

Pero es que, además, había testigos. «Hasta hace unos cinco años vivía algún monje que recordaba aquello. La fosa está, el problema es que todavía no se ha dado con ella», repite el nieto.

El proceso no ha terminado, pero este día ya es de alegría y emoción para la familia de Jerónimo. Un hombre cuya vida fue arrebatada por personas que no tenían derecho a hacerlo. Un suceso que quedó marcado en la memoria de los descendientes y que nadie se ha molestado en reparar. Ahora con la ayuda de estos arqueólogos de la Universidad de Burgos y de la Asociación Aranzadi esperan poder cumplir un deseo que haga más liviana su existencia, esperan tener un lugar en el que honrar la memoria de su abuelo, es simple.

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