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Han pasado 6.209 días y el crimen de la familia Barrio en Burgos sigue sin resolver. La calle en la que ocurrió todo ahora está presidida por un andamio en el edificio de enfrente de la vivienda en la que los hechos acontecieron. Pero el tema sigue siendo tabú entre los vecinos, que rehúyen hablar de ello. Un recuerdo doloroso que se mantiene como una herida que no termina de cicatrizar.
Hace 17 años Burgos se despertaba con la noticia de un triple asesinato. El de un matrimonio y su hijo de doce años que, con 99 puñaladas, habían encontrado la muerte en su hogar. Una escena sangrienta y más propia de una película gore que del día a día de cualquier ciudad y que a junio de 2021 no se ha resuelto.
Salvador Crisanto Barrio Espinosa, de 53 años; su mujer Julia Dos Ramos Santamarina, de 47; y su hijo Álvaro Barrio Dos Ramos, de 12 años, aparecieron muertos en la madrugada del 7 de junio en su piso de la calle Jesús María Ordoño. La puerta no fue forzada ni presentaba ningún signo visible de violencia. Sin embargo, una vez traspasado el umbral la escena dejaba pequeña a cualquier novela de terror.
La investigación no está cerrada, al cargo permanece la Unidad contra la Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) que, como según confirman desde la Comisaría de Burgos, fueron quienes asumieron la investigación del delito tras la investigación llevada a cabo por la comandancia burgalesa. Pero 17 años después lo que queda del «triple», como se conoce a estos asesinatos, son muchas preguntas y pocas respuestas.
La Policía no consiguió encontrar ninguna huella dactilar en el domicilio que ayudara a determinar la autoría de los asesinatos, pero tampoco apareció el arma con el que el asesino cosió a puñaladas a las víctimas. No hay rastro de la ropa del autor del asesinato, ni tampoco encontraron las playeras del 42 que dejaron una huella en la vivienda.
El asesino no forzó la puerta de entrada a la vivienda, por lo que los investigadores dedujeron que este tenía llaves o las víctimas le abrieron la puerta, seguramente porque podrían conocerle, y ningún vecino fue testigo de nada.
El padre murió tras 50 puñaladas y lo encontraron debajo la mesa de la cocina, los investigadores creen que pudo ser la primera víctima. Después, la madre, a la que degollaron y asestaron 17 puñaladas. Y el último, el hijo pequeño, al que propinaron 32 puñaladas.
Solo un miembro de la familia se libró de tan terrible final. El primogénito de la pareja, Rodrigo, que por aquel entonces tenía 16 años y que estudiaba en régimen interno en los hermanos gabrielistas de La Aguilera, en Aranda de Duero. Fue por ello que no se encontraba en la casa aquella noche. Como cada domingo, Rodrigo había vuelto en autocar hasta el colegio.
¿Qué ocurrió entonces para que 17 años después el crimen siga sin resolver? ¿Por qué aunque en el piso encontraron pisadas ensangrentadas estas desaparecían al cruzar la puerta? ¿Cómo pudo el homicida salir al descansillo y pasar por la escalera sin dejar ni una gota de sangre? ¿Cómo llegó a la calle sin que nadie notara que sus manos y ropa estaban teñidas de sangre? La investigación determinó entonces que lo más probable es que el autor de los hechos se cambiara de vestimenta antes de salir del portal, pero a pesar de buscar por todos los cubos de basura de la zona -incluso buscaron entre toneladas de basura en el vertedero municipal- no encontraron ninguna prenda ni calzado manchado de sangre.
Una de las hipótesis que la Policía barajó entonces fue el robo. Salvador era el alcalde pedáneo de La Parte y se dedicaba a labranza de los campos de cereal y girasol, con los que había conseguido amasar una pequeña fortuna. En los días posteriores a su muerte tenía que pagar parte de una cosechadora que había comprado en Burgos que le permitiría seguir trabajando sus tierras y las de otros agricultores, con lo que sus ganancias podrían haberse visto incrementadas. Sin embargo, esa línea de la investigación no condujo a ninguna parte.
Tres años después del crimen, en junio de 2007, la Policía dio por cerrado el caso con una detención, la del que creyeron autor material de los asesinatos: Rodrigo Barrio Dos Ramos, el hijo mayor del matrimonio, que por aquel entonces tenía 19 años.
Fue entonces cuando dictaminaron que el primogénito había sido el asesino y que había actuado movido por los celos enfermizos que sentía hacia su hermano pequeño. El juez decretó el internamiento en el centro de menores Zambrana, en Valladolid, de Rodrigo, donde permaneció durante tres días. Según las investigaciones, Rodrigo habría cogido un coche del centro en el que permanecía interno, habría conducido durante un trayecto de unos 45 minutos hasta su casa de Burgos a pesar de ser menor, asesinado a su familia y vuelto al colegio.
Pero esta tesis duró apenas 72 horas, el Juzgado de Menores de Burgos decidió el fin de la medida cautelar de internamiento y ordenó su puesta en libertad. Rodrigo nunca fue juzgado porque los indicios que los investigadores aportaron no convencieron a la Fiscalía de Menores. Los investigadores habían aportado la coincidencia con el número de playera del joven y los indicios que les llevaron a concluir que Rodrigo pudo acceder a la vivienda sin forzar la puerta, cometer los asesinatos, cambiarse de ropa en la azotea del edificio y marcharse.
Precisamente, la Policía analizó el ADN de unas colillas halladas en la azotea del edificio correspondientes a la marca de tabaco que fumaba entonces Rodrigo, sin hallar resultados concluyentes. También se solicitaba un análisis psiquiátrico del joven que habría sido el autor de varios dibujos que aparecieron en su vivienda de Burgos, y en los que se representaba a personas degolladas. Pero la causa contra él fue archivada, aunque desde entonces una parte de su familia le acusa de ser el autor de los asesinatos.
El caso volvió a reabrirse en 2014. Entonces en el punto de mira se encontraba un vecino del pueblo que durante el entierro de Salvador aceleró su tractor en las tierras colindantes con el cementerio. O que pocas horas después escribió sobre su tumba pintadas insultantes que decían «cerdo, cabrón, hijo de puta». En marzo de 2005 Ángel Ruiz fue detenido como autor de esas pintadas. Y aunque la Policía que estaba encargada de la investigación del triple crimen llevó a cabo el registró su casa y le tomó declaración a los tres días quedó en libertad. 'Angelillo', como le conocían en el pueblo, tenía coartada y era poco probable que conociese el domicilio de los Barrio en Burgos. Además, tampoco calzaba un 42.
Fue condenado por las pintadas en el cementerio, eso sí, pero la titular del juzgado de Instrucción número 2 ordenó archivar la causa contra Ángel Ruiz por su presunta implicación en el crimen de la familia Barrio. En el auto la magistrada señalaba que no se habían descubierto indicios que apuntaran hacia él como el autor del triple asesinato, por lo que declaró el sobreseimiento provisional del caso.
Sin embargo, todavía se volvería a reabrir en una ocasión más con el mismo protagonista en el punto de mira. En julio de 2016 la Audiencia Provincial de Burgos solicitó al Juzgado de Instrucción número 2 que continuara con la causa contra Ángel Ruiz al encontrarse nuevos indicios que le vinculaban con el asesinato de Salvador Barrio, Julia Dos Ramos y Álvaro Barrio.
La decisión la tomaron tras encontrarse coincidencias entre un cuchillo propiedad del sospechoso y las heridas que presentaban el matrimonio y su hijo pequeño. Ángel Ruiz permanece en prisión desde febrero de 2014 tras ser condenado por el asesinato de Rosalía Martínez en agosto de 2011, vecina también de La Parte de Bureba. A raíz de la investigación de esta muerte la Guardia Civil halló indicios de una posible implicación de Ruiz en el triple crimen, por lo que se reabrió el caso.
Que Ángel Ruiz tuviera mala relación con Salvador Barrio, alcalde pedáneo de La Parte de Bureba cuando fue asesinado, hacía a los investigadores establecer un motivo. Sin embargo, la justicia no consiguió que las pruebas demostraran que Ángel Ruiz fuera el autor los crímenes, por lo que el caso sigue sin resolverse 17 años después de que ocurriese.
Mientras tanto, la calle que fue testigo de tan macabro hecho, calla el relato de una terrorífica noche en la que tres personas murieron acuchilladas en su domicilio, mientras los burgaleses tratan de olvidar que la capital fue el escenario de un crimen que conmocionó a todo el país y que el asesinato de sus vecinos, los Barrio, sigue siendo un capítulo sin resolver de la crónica negra de España.
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Javier Martínez y Leticia Aróstegui
Rocío Mendoza, Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Virginia Carrasco
Sara I. Belled y Clara Alba
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