1.100 personas sin hogar pasan por las instalaciones de Cáritas durante 2019

El albergue de San Francisco es parte de un gran proyecto de la organización de la iglesia católica, por la que el pasado año pasaron 1.100 personas en busca de un techo y, sobre todo, de una nueva oportunidad. Pero antes de asentarse en el programa de media o larga estancia del hogar de San Francisco, los usuarios ascienden por un proceso de escalera. Ese que transcurre desde la calle hasta la reinserción social final.

Por ese motivo, los voluntarios de Cáritas (actualmente cuenta con alrededor de 60) salen dos días por semana al encuentro de gente que pasa la noche en la calle. Es el denominado 'café calor' y cada vez que van de ruta tienen entre seis y ocho encuentros. «Vamos buscando a la gente que duerme en la calle, en cajeros y espacios públicos, para acompañarles un rato por la noche. Es muy duro, porque también nos encontramos a muchas personas de paso que no quieren entrar en el albergue y se quedan, por ejemplo, alrededor de la estación de autobuses. Los primeros encuentros son muy duros al ver a una persona que lleva dos días en la calle, por eso el trabajo de los voluntarios es muy importante», detalla el responsable de proyectos de Cáritas, David Alonso.

Una de las primeras finalidades que busca Cáritas es evitar las muertes por frío durante el invierno, entre noviembre y abril. De esta forma, la Unidad de Mínima Emergencia (UME) da un alivio a las personas que tienen una situación cronificada en la calle. «Durante 2019 se atendieron a 28 personas, aunque el reguero de personas sin hogar que solicitan cama es constante. El 93% de los usuarios que pasan por aquí, inician los procesos de reinserción. En este espacio, empiezan a recapacitar para intentar cambiar su vida», afirma Alonso.

Asimismo, en el hogar San Francisco también hay hueco para las personas que están de paso, 15 plazas para ser concretos. Una norma laxa establece que solo pueden pernoctar dos noches cada tres meses, pero la realidad es otra. «Depende de las circunstancias y el propósito por el que han llegado a la ciudad. Temporalidad por trabajo, el Camino de Santiago y los carrilanos, personas que viven de los servicios sociales. El año pasado se atendieron a 700 personas, que es una cifra muy elevada», continúa el coordinador de proyectos. Entre esos datos también se encuentran los refugiados políticos. «No hemos tenido un repunte de Siria. Ciudadanos sudamericanos son las nacionalidades más comunes. También africanos, que van a hacer temporadas por nuestra zona y Francia, donde tienen a muchos familiares», remarca Alonso. «A pesar de ser un año menos frío, hemos tenido más personas en la UME, aunque nunca se ha colapsado», puntualiza David Polo, coordinador de los programas de Cáritas.

Entre todos los atendidos, la organización dio cobijo a 1.100 personas, un incremento respecto el 2018. «Se debe a la resaca de la crisis, que afecta a los más desvalidos. Se ahonda en su situación y deja a flote a personas que estaban en una situación intermedia. Muchos estaban siendo mantenidos por la familia o amigos. No existe la estabilidad laboral. Si se rompen las redes que nos soportan, caemos al hoyo de la calle», lamenta Alonso.

La integración social es el gran fin, por eso Cáritas no baja los brazos para lograr tal objetivo. Es en el centro de día Luisa de Marillac donde más se profundiza en esos aspectos, pues los usuarios están a punto de recibir un ingreso económico, entrar en un centro terapéutico o afrontar una entrevista de trabajo. «Ocupamos ese tiempo libre con talleres que trabajan, sobre todo, las habilidades sociales. Nuestro objetivo es que se sientan empoderados y lo hacemos con el libro '36 escalones' o un programa de radio en la Universidad de Burgos», recalcan desde Cáritas.

Y una vez transcurridos todos los procesos es el turno de la independencia, proceso en el que la organización también acompaña. Además de que los usuarios encuentren una vivienda, la organización también dispone de seis pisos tutelados, «el paso previo para la independencia» o programas como 'Housing First' con tres fases marcadas. «La primera es generar grupo de pertenencia. Muchas veces su mejor ayuda es la que se ofrecen entre ellos. Se genera con la comida y por eso les invitamos a que los martes y jueves compren la comida, la preparen y tengan una sobremesa. En ese grupo deciden si van a vivir juntos o qué ayuda pueden recibir», describe David Alonso.

Ese paso es el previo al de la adaptación, donde se hace un acompañamiento intensivo a todos los niveles. «La tercera fase es la inserción. Los voluntarios dejan de hacer esas visitas programadas tras crear otra vez esa red social con la familia o amigos», concluye Alonso.

El éxito de este programa, al igual que los procesos de Cáritas, está prácticamente asegurado, pues desde 2013 siguen 22 de las 24 personas que empezaron.