Una app permite a los mayores hacer sus historias de vida. Con ello, ayudan a los cuidadores de residencias y centros de días a conocerlos mejor, pero también capturan sus experiencias vividas en un archivo digital
Raquel C. Pico
Martes, 13 de junio 2023, 08:09
Noelia López llegó a la cuestión de la memoria por casualidad. Lo cuenta al otro lado del teléfono. Se mudó a Galicia desde Madrid y cambió de carrera. Pasó de estar trabajando en el mundo del marketing a hacerlo en el del cuidado de personas ... mayores. «Acabé enamorándome de los cuidados», apunta. Y el salto de una industria a otra le sirvió para ver una cosa: si en el mundo del marketing es posible saberlo todo sobre los consumidores y personalizar al máximo sus interacciones con las marcas, ¿por qué en el de los cuidados no se aprovechaban esas fortalezas?
Si la tecnología ayuda a venderte justo esos zapatos que aún no sabías que querías, también debería poder servir para mejorar el trato que recibes en la residencia de mayores.
Al fin y al cabo, como López señala, es «difícil cuidar cuando no conoces a esa persona». Es a partir de ahí desde donde nace Envita, una plataforma tecnológica para la digitalización de la historia de vida de las personas mayores que ya se usa en 120 residencias y centros de día repartidos por toda España. Y al hacerlo demuestran otra cosa: cómo la tecnología y las personas de más edad no están necesariamente reñidas. En este caso una app se convierte en un repositorio para la memoria, porque no solo permite que el personal que trabaja con ellos los conozca mejor, sino que además les ayuda a guardar sus recuerdos.
La herramienta —que acaba de ganar el premio E-Inclusión del Colexio Profesional de Enxeñaría en Informática de Galicia (CPEIG)— ayuda a crear una banda sonora de la vida, a guardar recuerdos o algo tan prosaico, pero tan importante para sentirse bien en el trato diario, como anotar cómo prefieren ser llamados. Porque que te llamen Josefa cuando toda la vida has sido Pepita puede parecer no tan dramático, pero sí resulta un tanto descorazonador cuando se convierte en tu nueva cotidianidad.
Frente a las más asépticas historias clínicas que manejan los cuidadores, estas informaciones son una «historia de vida». Ayudan a saber que siempre has tenido interés por la carpintería o que te fascina leer historias de detectives. Y esto ayuda a generar conversaciones, pero también a hacer que los cuidados sean mucho más centrados en quién eres.
Con todo, estas biografías también son valiosas porque, al final, cada persona es una pequeña biblioteca y lo vivido forma parte de la riqueza colectiva. «Me decía una usuaria: «Tengo 95 años y mi historia le importa a alguien», recuerda López. De hecho, ahora mismo en Envita no tienen en marcha ningún proyecto específico para conectar a sus usuarios como fuentes de memoria para la historiografía, como archivos vivos de la vida cotidiana (aunque sí colaboran con un programa de Afundación para potenciar que los mayores creen su libro de vida). «Es algo que nos encantaría», concede su CEO, que señala que habría muchas aplicaciones posibles. Ella misma recuerda cómo descubrió la historia en la emigración de su familia gracias a que su padre se sumó a la plataforma.
Por supuesto, lo más valioso de estas herramientas y soluciones es cómo impactan en la vida de las personas que las emplean. ¿Notan en Envita que mejora su calidad de vida? López explica que sí y que es algo que han detectado a varios niveles, ya que aumenta el conocimiento por parte de los cuidadores (y esto tiene un elevado impacto, porque saben más sobre las personas), facilita la relación familiar y trabaja la huella, el legado. Esto último se nota especialmente cuando los usuarios sufren algún deterioro cognitivo, porque lo digital captura su memoria.
Desarrollar para la tercera edad
Hablar de tecnología y tercera edad siempre acaba llevando a hablar de brecha digital. ¿Por qué asumimos que esas brechas digitales son casi insalvables y que lo nuevo va a resultar inabarcable? «En general, tenemos bastantes prejuicios hacia lo desconocido», apunta Fernando Suárez, el presidente del CPEIG. Es incluso, indica, parte de lo que pasa ahora con la inteligencia artificial. «Lo que nos genera desconocimiento, nos causa rechazo», señala.
Sin embargo, en estas reticencias, a veces se olvida que la tecnología tiene su cara positiva y abre muchas oportunidades, ayudando a solventar retos. Es lo que ocurre con las personas de más edad. Como, apunta el experto, la tecnología puede servir para abrir oportunidades para colaborar con los jóvenes. No solo eso: «Les puede ayudar en su independencia», ejemplifica Suárez, pero también a mantenerse en contacto con otras personas, a darles más seguridad —ahí están los gadgets que ayudan en caso de caídas—, a gestionar sus medicamentos o, justamente, a fomentar la memoria.
Las propias barreras de entrada tampoco son inamovibles. «En general, lo que estamos viendo es que la gente más mayor al principio tiene una barrera, pero si somos capaces de romperla pierden esos miedos», indica Suárez. «Lo abrazan como algo que les ayuda», afirma. «La riqueza es hacerlo juntos», apunta por su parte Noelia López. Y aporta una historia interesante. En el primer desarrollo de su servicio colaboraron tres personas de su público objetivo. La experiencia derriba muchos clichés: uno de estos colaboradores era un ingeniero jubilado y llegó con un mapa de software pensado.
«La tecnología debemos desarrollarla para las personas, no debemos estar las personas al servicio de la tecnología», indica el presidente del CPEIG. Esta máxima —que, en cierto modo, parece ya casi una cuestión de lógica— sirve no solo para crear herramientas para la tercera edad, sino también para el acercamiento a cualquier colectivo y cualquier tipo de problema. En el caso de la tercera edad, Suárez diagnóstica que, simplemente, se necesita acompañamiento y más apps pensadas directamente para ese público (sus necesidades y sus patrones de uso).
Y, como indica López, «la tecnología puede impulsar una humanización en el trato». En parte, es parte del propio proceso de uso. En su caso, «lo bonito no es el resultado sino cómo llegamos». Crear esas historias de vida y recopilar esa información es una conversación entre la persona, sus cuidadores o su familia. «Generas relaciones de valor», apunta e incluso se crea un antídoto ante la llamada soledad no deseada.
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