Solo una quinta parte de las viviendas está preparada para el envejecimiento de sus habitantes
Accesibilidad ·
6,5 millones de viviendas, un tercio del total, está considerada poco o nada accesible para quienes viven en ellas, que se topan con multitud de obstáculos más allá del ascensor
Raquel C. Pico
Miércoles, 29 de mayo 2024, 19:28
La casa es el lugar en el que las personas se sienten seguras: el santuario propio en el que todo es cómodo. Sin embargo, para una importante parte de la población, esta máxima es de difícil cumplimiento. Los hogares españoles siguen presentando problemas de accesibilidad: un tercio está en edificios que son poco o nada accesibles.
Esto es lo que acaba de concluir el estudio 'Más allá del ascensor. Movilidad accesible y barreras en edificios y viviendas', elaborado por Otis e Ilunion Accesibilidad. De sus datos se desprende que 6,45 millones de viviendas principales —el 34,5% del total— son consideradas por sus habitantes de no fácil acceso. Solo una quinta parte —el 20,8%— está, además, preparada para los retos que supondrá el envejecimiento de sus habitantes.
Existen dos razones claras que explican esta brecha en la accesibilidad. Por un lado, está la edad del propio parque de viviendas. Aunque casi un 10% de los bloques residencias construidos después de 2010 no son accesibles —algo que estaría avisando de un incumplimiento de la norma, recuerdan las conclusiones del estudio—, el problema está más bien conectado a la antigüedad de los edificios.
Simplemente, antes no se construía con estas cuestiones en mente (y ahora corregirlo implica pasar por una derrama). Así, solo el 47,1% de los edificios construidos antes de 1951 tiene ascensor, frente al 92,3% de los posteriores a 2010.
Incluso, se ve una dinámica por tipo de edificio. Si son edificios unifamiliares, solo un 2,1% tiene ascensor, frente al 70,8% de los multifamiliares.
Por otro, está la cuestión económica: se puede establecer una línea directa entre los ingresos por hogar y la nota que sacan sus viviendas en accesibilidad. Así, si el 82,8% de los hogares en los que entran más de 2.500 euros al mes tiene ascensor, el porcentaje baja al 57,6% cuando esa cifra se limita a un máximo de 1.000 euros netos.
Quizás, se podría igualmente aquí hablar de quién es el propietario final del hogar, porque esa cuestión impacta en la accesibilidad. Las viviendas de alquiler están en una situación más precaria en términos de ascensor que las que son propias. En este último terreno, se registra una diferencia entre quienes la han comprado y quienes la han heredado o recibido en donación, donde la presencia de elevadores baja.
Los efectos de la brecha
Las consecuencias de esta disparidad en la accesibilidad varían también por colectivos y por geografías. Ni todas las comunidades autónomas están igual, ni otro tanto ocurre con las demografías. Canarias, Ceuta y las Islas Baleares son las peores paradas, las comunidades autónomas con una menor proporción de viviendas en edificios accesibles. Las mejores notas son las de País Vasco, Navarra, Asturias, La Rioja y Castilla y León.
Por demografías, la falta de accesibilidad tiene un sesgo de edad y de género. Las mujeres tienen «más probabilidades de experimentar limitaciones graves» por la falta de accesibilidad de sus edificios, en parte, teoriza el estudio, por su mayor esperanza de vida. Al fin y al cabo, las personas de más edad son unas de las principales perjudicadas por esta situación. El 30% de los mayores de 65 años vive en viviendas sin ascensor, justo en una etapa vital en la que se están perdiendo capacidad de movilidad.
Para las personas con discapacidad, los problemas de accesibilidad obligan en ocasiones a hacer obras (un 22,5% lo ha hecho) o a cambiar de residencia (6,6%).
Qué es un hogar accesible
Aunque cuando se piensa en qué hace accesible un edificio la gente suele centrarse en un par de elementos, la realidad es más compleja. «El ascensor se sitúa como un elemento clave para la accesibilidad, pero por sí solo resulta insuficiente», recuerda João Penedo, consejero delegado de Otis Mobility.
Tener ascensor no implica que el resto de barreras se hayan esfumado. Los escalones y desniveles en los portales, las escaleras entre plantas, la falta de rampas —o su existencia, pero mal hechas— o el tamaño de las puertas pueden hacer que los espacios no sean funcionales. Incluso, cuestiones aparentemente tan banales como el tipo de pavimento usado o la iluminación son importantes.
La accesibilidad no es solo una cuestión de movilidad, sino de que funcione para todo el mundo. Por ello, los espacios deben servir si se tienen problemas auditivos o visuales, entre otros. Esto es algo que ahora no pasa.
El estudio recuerda que todavía un 14% de los edificios no tiene portero automático. Entre los que lo tienen un 32% no es accesible para quien usa silla de ruedas y solo un 29% es videoportero (necesario, por ejemplo, para alguien con problemas de audición).
En el cómputo final solo un 9% de estos porteros automático son accesibles de forma universal. A eso se puede sumar que las puertas de entrada son demasiado pesadas para entre el 20 y 25% de la población y se cierran demasiado rápido para el 61%, que solo el 7% de los ascensores son universalmente accesibles o solo el 54% de las zonas comunes funcionan para todas las personas.
Por ello, habría que sumar una cuestión cultural para entender qué hace a un hogar accesible: la de que los vecinos comprendan que es algo que implica —y afecta— a todos.
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