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Con 2022 ya archivado, toca hacer inventario. En el segundo año de la Década para la Restauración «aún no nos hemos arremangado», advierte Ana Carricondo, responsable de programas de Conservación de SEO/BirdLife en el Día Mundial de los Humedales que este año, precisamente, ... está dedicado a su restauración. La salud de las más de 300.000 hectáreas de humedales, según el Convenio Ramsar, está «un poco regular», añade.
La sobreexplotación de los recursos y la contaminación de las aguas son los principales males de estas grandes lagunas que gota a gota se secan. «No hay que olvidar el cambio climático que ha modificado el régimen de precipitaciones que provoca mayores periodos de sequía», explica la portavoz de la oenegé ornitológica. «Hay que salvar los humedales», advierte SEO/Birdlife. «De este año no pasa», apostilla.
En la lista de espera, unos pacientes están más graves y otros, más críticos. Los más repetidos: Doñana, el Mar Menor, Las Tablas de Daimiel o La Albufera de Valencia. Pero hay otros más olvidados como la laguna de La Janda (Cádiz), la laguna de Antela (Ourense) o el Mar de Campos (Palencia); aunque la lista es más grande.
Estos tres últimos fueron citados por la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, en febrero de 2022. «Debemos iniciar antes de 2030 la restauración de los principales humedales que se han perdido en el pasado reciente y alcanzar en este período la recuperación de, al menos 20.000 hectáreas de zonas húmedas», anunciaba.
Esos son datos de España, pero a nivel mundial también son preocupantes. Alrededor del 85% de los humedales presentes en 1700 se habían perdido en el año 2000, muchos de ellos drenados para convertirlos en zonas urbanizadas, agrícolas o para otros usos «productivos». «Su desaparición, tres veces más rápida que la de los bosques, supone una amenaza existencial para cientos de miles de especies animales y vegetales», denuncia Naciones Unidas. «No puede pasar más tiempo», advierte Carricondo.
«Se puede restaurar y recuperar, pero hace falta mucha vocación», advierte Amanda del Río, directora adjunta de la Fundación Global Nature. «Nosotros conseguimos inundar la laguna del Mar de Campos en Palencia», añade. No es el único ejemplo: «Hay otros como «las Marismas Blancas y Negras en Astillero y el parque de Las Llamas en Santander (Cantabria); el Tancat de la Pipa (albufera de Valencia); Riet Vell y el Clot (delta del Ebro), y la laguna de El Oso (Ávila)», recuerda Ana Carricondo.
En muchos de estos casos, devolver su espacio a la naturaleza es la solución. «Por suerte son sistemas que responden bastante rápido a las acciones de restauración y conservación, porque el agua es un medio que rápidamente reacciona», explica Carricondo. Pero «no es solo ponerla ahí, hay que tener un equilibrio y que haya funcionalidad vegetal en ese ecosistema».
Al igual que cada caso clínico tiene un diagnóstico y un proceso de recuperación, la restauración de los humedales también. «Las Marismas Blancas y Negras de Astillero tenían muchos escombros y hubo que limpiar mucho. En el caso de El Oso en Ávila era solo era cuestión de poder dejar de utilizar determinadas tierras como agricultura para permitir que se inundaran otra vez», detalla Carricondo. «Ahí está el conflicto en el uso de las tierras y el agua», añade la directora de la Fundación Global Nature.
Una guerra heredada de otra década e, incluso, otro siglo, del S.XX, concretamente. La historia se remonta a 1918, apunta Francisco José Abellán, licenciado y doctor en Derecho por la Universidad de Alicante. «Es la Ley Cambó, pero que tiene como punto de partida la legislación decimonónica de 1866 y 1879», añade. En esta época el interés público se centraba en erradicar los humedales por dos motivos: «Fomento de la economía agraria y salubridad», detalla Abellán.
Una normativa que estuvo vigente hasta 1985 y que sus consecuencias siguen vigentes en algunos puntos de la geografía española. «Impulsaba la desecación de los humedales y concedía ese suelo de titularidad pública a particulares y empresas que participaban en ese secado», advierte el doctor en Derecho. Este problema se lo encontró la fundación que dirige Amanda del Río. «Tuvimos que comprar las tierras en la laguna de Boada y la de Pedraza, ambas en Palencia, y las hemos restaurado», advierte. «Nosotros hemos podido, pero en la laguna de la Janda (Cádiz) no».
A 800 kilómetros de estas las de Boada y Pedraza a mediados del siglo XX había una laguna. «Más bien varias», apunta José Manuel López, presidente de la Asociación Amigos de la Laguna de la Janda. Una lámina de agua de unas 4.000 hectáreas que comprendía los municipios gaditanos de Vejer de la Frontera, Benalup-Casas Viejas y Tarifa y que fue «el humedal interior más extenso de España», comenta López. Lo fue hasta 1964 cuando se desecó bajo el régimen de Franco. «El proceso no llegó a buen término y el Estado revertió la concesión y la vuelta de los humedales a dominio público», explica Pedro Brufao, doctor en Derecho Administrativo en la Universidad de Extremadura, en un caso de estudio sobre esta laguna. «Hay ya varias sentencias que nos dan la razón y dicen que ya son 60 años de ocupación de esos terrenos al margen de la Ley», responde López.
En la actualidad, estos terrenos están dedicados a la agricultura por «parte de grandes terratenientes y empresas que ya son multinacionales y no tienen ni su sede en Andalucía», advierte el presidente de la asociación. Según los cálculos de López son más de 6.000 hectáreas de titularidad pública destinados a usos privados. «La Junta de Andalucía es la que tiene la obligación de velar por la integridad de ese patrimonio y en caso de que no ejerciera esas competencias, subsidiariamente el Estado podría ejercer las suyas», apunta. Sin embargo, las peticiones aún no se han escuchado. «Acudiremos a la Justicia, pero no esperamos que se resuelva antes de 12 o 15 años», lamenta López.
España es el tercer país con más hectáreas de humedales del mundo, pero tan solo el 12% presenta un buen estado. «Hay que acabar con el robo del agua, en particular en Daimiel, Doñana y Mar Menor para salvar estos ecosistemas», advierte la organización WWF. Desde 2018, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha cerrado casi 300 pozos en el entorno de Doñana.
«Los humedales no son simplemente grandes charcas para patos que se pueden restaurar con obras hidráulicas y con tuberías que traigan agua de otros sitios. Son ecosistemas complejos, que aportan múltiples beneficios a la sociedad y cuya restauración requiere en primer lugar reducir la presión que ha llevado estos valiosos ecosistemas a su actual estado de degradación. Por eso, la principal herramienta para restaurar nuestros humedales es acabar con el robo del agua y devolvérsela al medio natural», denuncia Teresa Gil de WWF.
En un informe fechado en 2006, el antiguo Ministerio de Agricultura reconocía la existencia de 510.000 pozos ilegales en el territorio nacional. «Ahora pueden ser más del doble», aseguran las oenegés. «La falta de agua en humedales icónicos como Daimiel, Doñana o de agua de calidad como en el Mar Menor no podrá solucionarse solo inyectando miles de euros en acciones de restauración, si no acabamos primero con el principal problema que amenaza su supervivencia: el robo del agua y su sobreexplotación», responde Gil.
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