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En 2022 se emitieron 40.600 millones de toneladas de CO2, según las estimaciones realizadas por Global Carbon Project. Una cifra que superó el anterior récord marcado justo un año antes y que complica los objetivos de limitar la temperatura global a los 1,5ºC acordados en París en la COP21 o, al menos, mantenerla por debajo de los 2ºC. La reducción de emisiones de CO2 es la vía idónea, pero el Panel de Expertos de la ONU sobre cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) ha ido más allá: «Es necesaria la eliminación de CO2 con nuevas tecnologías para contrarrestar las emisiones residuales de gases de efecto invernadero difíciles de reducir a fin de alcanzar cero emisiones netas». «Hay muchas», señala Pedro Mora, presidente de la Plataforma Tecnológica Española del CO2 (PTECO2) y director técnico de Oficemen.
La más eficaz, eficiente y barata son los ecosistemas naturales como los humedales y los bosques absorben el carbono y lo convierten en biomasa, una parte del ciclo natural del carbono de la Tierra. Sin embargo, el aumento de las emisiones ha superado la capacidad de absorción de estos hábitats por lo que es necesaria la ayuda de otras tecnologías más desarrolladas, ya que para fijar una gigatonelada de CO₂ habría que reforestar una superficie de unos 860.000 kilómetros cuadrados, una extensión aproximadamente igual a una España y media.
A principios de la década de los 80 aparecieron las primeras tecnologías e industrias orientadas a la caza y captura del CO2. «En España, llevamos 17 años trabajando en I+D y sabemos cómo hacerlo», apunta el presidente de PTECO2. «De hecho, hay proyectos funcionando, porque estas tecnologías han pasado ya una curva de investigación y aprendizaje para convertirse en una realidad y conseguir una industria viable», apostilla Mora.
Tras la combustión, en vez de enviar los gases a la atmósfera, se capturan y se trasladan a un tanque
Los gases se mezclan con una solución de amina que separa el CO2 del resto
El resto de gases son liberados a la atmósfera
La amina son compuestos orgánicos multifuncionales que derivan del amoníaco
El dióxido de carbono junto con la amina se traslada a otro tanque
Tras la combustión, en vez de enviar los gases a la atmósfera, se capturan y se trasladan a un tanque
El resto de gases son liberados a la atmósfera
Los gases se mezclan con una solución de amina que separa el CO2 del resto
La amina son compuestos orgánicos multifuncionales que derivan del amoníaco
El dióxido de carbono junto con la amina se traslada a otro tanque
Precombustión, postcombustión y oxicombustión, «estas son las tecnologías disponibles para la captura», comenta el director técnico de Oficemen. «Las más usadas son las dos últimas», explica. La precombustión es una herramienta ya olvidada, porque significa capturarlo antes de la combustión y eso se hacía con el carbón», añade. Ahora, la clave está en las chimeneas que «es donde se produce la mayor concentración de carbono».
Pedro Mora
Actualmente, uno de los procesos más usados es el de la postcombustión donde a los gases producidos por la actividad industrial es mezclado con aminas, filtrado por membranas o utilizados en ciclos de carbonatación y calcinación. «Todas ellas están muy estudiadas», explica Mora.
Una vez almacenada esa mezcla en dispositivo cerrado, a través de una reacción química se separan las moléculas de carbono del resto para ser aisladas. Las segundas se expulsan al aire y el CO2 está listo para ser transportado.
En el segundo tanque, se separa la amina del CO2 con el aumento de la temperatura
La solución vuelve al tanque anterior
El CO2 se comprime para ser trasladado y almacenado
En el segundo tanque, se separa la amina del CO2 con el aumento de la temperatura
La solución vuelve al tanque anterior
El CO2 se comprime para ser trasladado y almacenado
El campo de innovaciones en el sector no sólo se centra en la eficiencia en la captura dentro de las chimeneas de las grandes factorías, las miradas también se dirigen a sacar del aire el CO2. «Existen tecnologías como las denominadas NET, del inglés negative emissions technologies», señala Mariano Marzo, catedrático emérito de Estratigrafía y Geología Histórica de la Universidad de Barcelona.
El aire entra
y el CO2 es atrapado por el filtro químico
El aire libre de C02 sale
Cuando el filtro se satura, se calienta a 100ºC y se extrae el CO2 concentrado
El aire entra y el CO2 es atrapado por el filtro químico
El aire libre de C02 sale
Cuando el filtro se satura, se calienta a 100ºC y se extrae el CO2 concentrado
Estas novedosas soluciones suponen un reto, ya que el dióxido de carbono se encuentra muy diluido en la atmósfera, con una concentración de apenas el 0,04 %. Por eso es necesario hacer pasar una gran cantidad de aire mediante ventiladores eléctricos a través de filtros, membranas o sustancias líquidas donde queda retenido el CO2. «De momento, estas soluciones no son muy eficientes. Capturar el carbono en una chimenea cuesta entre 40 euros y 80 euros, mientras que hacerlo directamente del aire puede suponer unos 400 euros», añade.
Una vez capturado el carbono, el CO2 se presuriza a 70 bares y está listo para ser transportado que puede hacerse por carretera, por el mar o, incluso, a través de tuberías. «Es un proceso que está lleno de muchos riesgos», apuntan las organizaciones ecologistas.
El dióxido de carbono es transportado por tuberías, camiones o barcos
El dióxido de carbono es transportado por tuberías, camiones o barcos
En la memoria colectiva estadounidense están las imágenes de 2020 en Misisipi (Estados Unidos). En febrero de aquel año, un oleoducto usado para el transporte de dióxido de carbono reventó tras un deslizamiento de tierras en la montaña que alberga esta gigantesca tubería.
El resultado: «Una explosión de hielo y dióxido de carbono», según las autoridades estadounidenses. Como consecuencia del accidente se evacuaron a 200 vecinos del lugar y no hubo heridos.
Una vez llevado al destino final, «lo más normal es almacenarlo geológicamente», responde el presidente de la Plataforma Tecnológica Española del CO2. «Es una herramienta más para ayudar», explica Víctor Vilarrasa, científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA).
El CO2 se inyecta en rocas porosas bajo capas impermeables, para evitar que vuelva a la superficie
Rocas sedimentarias con agua salada
Capas impermeables
800 m
En el mar suelen estar a 1.000 o 2.000 metros bajo el lecho marino
2.000 m
El CO2 se inyecta en rocas porosas bajo capas impermeables, para evitar que vuelva a la superficie
Rocas sedimentarias con agua salada
Capas impermeables
800 m
En el mar suelen estar a 1.000 o 2.000 metros bajo el lecho marino
2.000 m
«El terreno ha de tener unas características particulares», revela Mora. «En España hay 103 emplazamientos en tierra potenciales», avanza. Los lugares elegidos para hacer de almacenes subterráneos suelen ser antiguos yacimientos de gas o petróleo o acuíferos salinos. «Estos últimos suelen ser los más utilizados», comenta el director técnico de Oficemen.
En estos últimos, para evitar su vuelta a la superficie, se buscan formaciones en las que las capas porosas estén situadas bajo capas impermeables. «Se suele inyectar a 800 metros bajo tierra», comenta Vilarrasa.
En España, «no se han puesto en marcha muchos proyectos», recuerda el científico del CSIC. «El anterior Plan Nacional del Clima preveía que estas tecnologías se pusieran en marcha en 2031, pero Europa quiere ir más rápido», destaca Mora. La hoja de ruta de Bruselas establece como objetivo la captura de entre 300 y 600 millones de toneladas de CO2 a mitad de este siglo. «Tenemos que acelerar», asegura el presidente de PTECO2.
Un guante que sí han recogido los países del norte de Europa que llevan trabajando en este campo desde 1995. «Es muy usada en el Mar del Norte», reconoce Vilarrasa. Recientemente, las aguas territoriales danesas recibieron las primeras toneladas de dióxido de carbono generadas en Bélgica.
Llegaron en barco desde Amberes para ser inyectadas en un antiguo yacimiento petrolífero danés a 2 kilómetros de profundidad en el Mar del Norte. «De esto se trata la sostenibilidad competitiva de Europa», afirmó Úrsula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en la inauguración de este proyecto.
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