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Por los derechos de la mujer en Jordania, dice Julia, de 16 años; contra la pobreza en Burkina Faso, mantiene Momou de 22; contra los estereotipos sexistas en Nigeria -Valerie, de 22-; por la igualdad de género en Filipinas -Enna, 18 años-; contra la pobreza ... menstrual en Brasil -Adriana, 24-. Estas son algunas de las causas a las que se dedican las activistas jóvenes de 26 países, según el informe de Plan International sobre el 'Estado mundial de las niñas', presentado este martes en el Congreso. En España, el 25% de las adolescentes hacen activismo por el feminismo y otro 35% se moviliza por otras causas, como el cambio climático y la salud. Los temas menos elegidos son los económicos o los que tienen relación con los conflictos mundiales.
A escala global, el 80% de las adolescentes se declara «activista», aunque en sociedades más represivas e intolerantes que la española, las jóvenes encuentran obstáculos para debatir sobre temas como el aborto, los derechos sexuales y reproductivos y los derechos LGTB. «Gobiernos y movimientos políticos cada vez más autoritarios están generando retrocesos en materia de igualdad de género», señala el estudio, basado en las respuestas de un millar de mujeres entre 16 y 24 años y con nivel educativo medio o superior en su mayoría, realizada a mediados de este año.
Debido a la complejidad de cada sociedad, «no se llega a un consenso claro sobre las formas más efectivas de hacer campaña: entre el 30% y el 35% de las personas participantes que son activistas sitúan entre las tres más importantes el manifestarse o comprometerse (online o en persona), unirse a un grupo para impulsar un cambio social o sistémico, o utilizar sus habilidades y talentos para hacer campaña e influir», sostiene la investigación, que en esta edición se centra en la motivación e inspiración de las jóvenes activistas. «Sólo en Europa se considera importante participar en manifestaciones, marchas y protestas públicas, posiblemente porque es la región con menos restricciones al derecho de protesta». La mayoría busca «cambios a escala local o nacional», sin plantearse el ámbito internacional, excepto en Europa y África Occidental.
En España, las activistas «se sienten medianamente satisfechas con el resultado de sus iniciativas», y la mitad considera que «el impacto logrado por sus acciones ha cumplido con sus expectativas o las ha superado», un porcentaje algo inferior al del promedio mundial (61%). Coinciden en que casi todas (95%) mantienen que «el activismo ha tenido efectos positivos en ellas». Casi dos terceras partes sienten «orgullo y satisfacción por contribuir al cambio», lo que repercute a favor de su autoestima.
Por contra, la movilización social tiene inconvenientes también. La seguridad personal puede verse comprometida, según el 17% de las encuestadas, una de cada cinco «se ha sentido desanimada a participar», la cuarta parte nota un «desgaste emocional o malestar psicológico» o escucha «opiniones negativas» entre sus familiares y amistades. Estos impactos negativos hacen que la décima parte haya dejado de «participar en campañas» en España y que ese proporción se duplique en el resto del mundo. Otro muro es externo: más de la mitad identifica la falta de financiación como la barrera principal para involucrarse en el activismo.
«Su activismo no solo les permite desarrollar su autonomía y adquirir habilidades y experiencia necesarias para impulsar la transformación de nuestra sociedad, sino que es fundamental para una democracia de calidad», recuerda Concha López, directora general de Plan Internacional en España, que calcula que «las organizaciones de derechos de las mujeres reciben solo el 0,13% del total de la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) y el 0,4% de toda la ayuda relacionada con el género, a pesar de los nuevos compromisos de financiación».
Así, a pesar del apabullante porcentaje de mujeres jóvenes que se dedican al activismo, «la desigualdad de género está tan arraigada como hace una década», concluye el 'Índice de normas sociales de género' de este año, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En España, que «ha cerrado su brecha de género en un 78,8%», según el Foro Económico Mundial, las activistas señalan cuatro retos pendientes: que existan referentes políticos inspiradores, que se escuche a las niñas y mujeres jóvenes, que cese la «intimidación y abuso» contra las mujeres en política, y que no sean juzgadas por su aspecto.
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