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María G. Astorga
Jueves, 30 de mayo 2024, 10:42
José Manuel Moreno Rodríguez, catedrático emérito de Ecología en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), ha ingresado en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, una institución pública que, desde sus estatutos fundacionales aprobados por la Real Orden en 1847, tiene por objeto fomentar el estudio, la investigación y la difusión social de las Ciencias Matemáticas, Físicas, Químicas, Geológicas y Biológicas y de sus aplicaciones, así como impulsar el apoyo a las mismas.
El trabajo del reciente miembro de la Academia se ha orientado a conocer la relación entre los incendios y el clima y la meteorología, así como el cambio climático, temas esenciales que recoge en su intervención titulada 'El fuego en el sistema tierra'. Moreno, que ha sido miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC), ha explicado que la sequía junto al incremento de la temperatura hace que aumente la frecuencia y la virulencia de los incendios.
Comenzó su discurso dirigiéndose a los miembros de una de las instituciones científicas españolas más prestigiosas para agradecer que le hubiesen permitido formar parte de ella. Concretamente, «a los académicos de la sección de ciencias naturales, en especial a Ana Crespo de las Casas (Presidenta de la Academia), a Don Miguel Delibes de Castro y a Francisco García Novo, por haberme propuesto como candidato y, a este último, por contestar a mi discurso».
José Manuel Moreno Rodríguez
El fuego es fruto de una reacción química que «controla la concentración de O2 en la atmósfera a escala de millones de años». Se ha referido a los rayos, los volcanes, la caída de rocas en laderas y precipicios, los meteoritos como fuentes de ignición de este fenómeno pero ha recalcado que, desde que el hombre ha dominado el fuego, «somos nosotros la principal causa de ignición».
La actividad de fuego a lo largo de la historia de la Tierra «se ha establecido en base a la inertinita», restos fósiles de plantas parcialmente oxidados o carbones fosilizados. El primer incendio datado consta hace 430 millones de años, cuando las plantas vasculares empezaron a prosperar pero, ¿desde cuándo hay evidencias del uso del fuego? «Hay presencia desde hace 2,5 millones de años», señala.
En el transcurso de casi 20 años, se han quemado en el mundo un total de 774 millones de hectáreas, lo que equivale a casi un 6% de la superficie terrestre, apunta Moreno. A su vez, ha señalado que en los últimos años «todo lo proclive al fuego ha aumentado».
Los incendios emiten gases de efecto invernadero perjudiciales para el cambio climático y la salud, y causan otros efectos que pueden afectar al forzamiento radiativo de la atmósfera, esto se refiere al balance neto de la energía que entra y sale de la Tierra. Un forzamiento positivo indica que el planeta se calienta.
En 2019, el forzamiento radiativo neto causado por todas las actividades, incluida la quema de combustibles, según datos del IPC fue de 2,72 vatios/m2, lo que provocó la subida de casi 1,1º de temperatura, indica el catedrático de ecología. Al mismo tiempo, en las simulaciones que se hacen para el nivel preindustrial, «el forzamiento era de 0,83, es decir, un 30% del nivel actual», lo que significa que «el clima de la Tierra se debe, en parte, a los incendios», apunta.
En 2021, el total de emisiones fue de 12,1 petagramos (Pg) y de ellos, los incendios fueron causantes de 2,2 Pg, lo que equivale a un 18%. De todos los incendios que se producen, apunta que hay unos que no tendrían que producirse porque «son producto de la deforestación o de la quema de turba que se ha desecado», los extraordinarios. Estos emitieron un 0,7 Pg, que equivale a un 6% de todas las emisiones, aclara.
Con el cambio climático, ha señalado que los índices de peligro meteorológico, es decir, la climatología, «van a aumentar en la mayor parte del mundo» junto con «la duración de la estación de incendios».
Según las simulaciones que ha llevado a cabo en escenarios con emisiones medias y extremas, Moreno ha indicado que «son emisiones compatibles con el nivel de calentamiento que tenemos ahora si se cumplen los acuerdos de París». En ambos casos existe una subida en los índices de peligro, por tanto, «mayor proclividad a que haya fuego», apunta.
La investigación indica que conforme vaya pasando el tiempo, a finales de siglo, estos índices van a aumentar y se van a extender por todo el mundo, «particularmente si las condiciones son altas» y añade, «no nos podemos permitir este nivel de peligro de incendio».
¿Cuánta área va a quemarse?, el investigador indica que las cosas puede que estén más tranquilas. «En un escenario en el que el calentamiento suponga un incremento de 2º, conlleva que prácticamente no vaya a haber cambio». El balance neto a final de siglo señala que, «no por el clima, sino por el cambio en el uso del suelo, no vaya a haber tanto fuego como haya habido».
En la cuenca mediterránea se han hecho muchas predicciones, normalmente basadas en las relaciones pasadas de clima e incendios. Como estas son altamente positivas, quiere decir que «un clima más proclive a fuegos, produce muchos más incendios y te da unas cifras muy altas», indica. Sin embargo, Moreno advierte sobre el alto nivel de incertidumbre de estas predicciones porque «son muchos los factores que se deben asumir que no van a variar y eso hemos visto que no es así».
Pero ha subrayado que de lo que están total y absolutamente convencidos es de que la severidad climática «va a hacer que los incendios que ocurran sean más intensos, más grandes y que va a haber una mayor posibilidad de desastre». Asímismo, «los incendios se van a expandir a zonas en las que ahora no estaban porque las temperaturas lo van a permitir, zonas húmedas de alta montaña».
El ya miembro de la Academia, terminó su exposición recalcando que «el fuego es un factor esencial en el sistema tierra» y ha hecho un llamamiento a las administraciones, «urge cambiar el paradigma de gestión del fuego». El académico Francisco García Novo que ha leído la contestación de la corporación, ha ensalzado la trayectoria de Moreno, «una voz nueva entra en la Academia, un ecólogo, que nos ayudará a interpretar el cambio climático y asesorar a las administraciones sobre las mejores políticas para conjurar la amenaza».
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