Pocas certezas incuestionables hay en la vida de las personas. Una es que todas están llamadas a morir. Otra es que todas esas personas han tenido antes que nacer. Pero, a pesar de que todo el mundo debe pasar por ello, no son todos los ... nacimientos iguales. Todavía sigue existiendo una notable brecha sanitaria.
«Pese a que el embarazo debería ser un momento de enorme esperanza y una experiencia positiva para todas las mujeres, sigue siendo por desgracia una experiencia increíblemente peligrosa para millones de mujeres de todo el mundo que carecen de acceso a una atención de salud respetuosa y de alta calidad», aseguraba hace unos meses el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La organización acababa de publicar sus últimas estadísticas sobre mortalidad materna y las cifras estaban muy lejos de ser positivas. Según sus cálculos, cada dos minutos en algún lugar del mundo muere una mujer durante el parto o el embarazo.
Pero ¿por qué todavía —y a pesar de lo mucho que ha avanzado la ciencia y la medicina— siguen muriendo mujeres por esto? La respuesta a esta pregunta está en una mezcla entre lo que el propio proceso de embarazo y parto supone para el cuerpo humano, pero también en una brecha importante en el acceso a los servicios.
«El parto es peligroso», resume el doctor Óscar Martínez, presidente de GESO- Grupo Español de Seguridad Obstétrica. La medicina moderna lo ha reducido, pero si algo va mal, recuerda, se necesita ayuda. «El problema es que hay momentos que necesitan cuidados», indica.
En los países con elevadas tasas de mortalidad, esos cuidados no existen por múltiples razones. Puede fallar la sanidad, el personal disponible o incluso algo tan básico como el acceso al agua corriente o electricidad. De hecho, y aunque el informe de la OMS apunta que la mortalidad materna ha crecido en muchas regiones, sus cálculos también evidencian que el problema es mucho más grave en los países en vías de desarrollo. El 70% de todas las muertes maternas de 2020 se registraron en países del África subsahariana. Los países más pobres del mundo y aquellos que están sumidos en conflictos, alerta el organismo, son los que se llevan los peores registros globales.
«Hay una brecha bastante clara entre países en vías de desarrollo y países desarrollados, pero lo que marca la diferencia en la mortalidad maternoinfantil es la cobertura del sistema de salud, si se trata de un sistema con cobertura universal, de calidad y equitativo para todas las zonas», explica Eloísa Molina, directora de comunicación de World Vision. «Los índices de mortalidad maternoinfantil más bajos son los de los países europeos y Australia, pero en Estados Unidos, por ejemplo, donde la cobertura no es universal, la mortalidad materna está por encima de la de otros países como Turkmenistán o Gaza», añade. Antonio Santana Días, director técnico nutrición y salud en Mozambique de la ONG, explica que, aunque hay «una brecha clara» entre países desarrollados y en vías de desarrollo, «las disparidades socioeconómicas dentro de los países también pueden tener un papel».
«Los índices de mortalidad maternoinfantil más bajos son los de los países europeos y Australia, pero en Estados Unidos, por ejemplo, donde la cobertura no es universal, la mortalidad materna está por encima de la de otros países como Turkmenistán o Gaza»
Eloísa Molina
Directora de comunicación de World Vision
La importancia del sistema sanitario es crucial. Molina suma a las razones que explican el problema la falta de financiación. En las áreas sanitarias vulnerables es escasa; «y dentro de esta falta de financiación, sin duda la obstetricia es uno de los puntos más desfavorecidos», alerta.
Y no hay que olvidar el impacto que tienen otros sesgos en esta cuestión. «Aunque el acceso a los recursos médicos es una preocupación importante, la cuestión también tiene una dimensión de género», añade Santana Días. Por eso, no menos determinante es también la cuestión de los derechos. Eloísa Molina indica que es importante que las mujeres «tomen conciencia sobre sus derechos en cuanto al acceso a los servicios de salud y cambiar las actitudes hacia el uso de parteras o matronas», puesto que podría ayudar a cambiar las cosas en zonas en las que se sigue viendo el parto como algo que se hace 'en casa' sin seguimiento médico.
Incluso, lograr mejorar no implica no estar en riesgo de dar marcha atrás. «Hay numerosos factores que pueden perjudicar la mortalidad maternoinfantil y retroceder años de trabajo», indica Molina, señalando a Afganistán como ejemplo. Es uno de los países con peores datos en mortalidad maternoinfantil y la prohibición del gobierno talibán del trabajo de las mujeres impide a las matronas ejercer su profesión.
Aun así, cambiar las cosas es posible y, de hecho, ya lo han hecho algunos países. «Gracias a intervenciones segmentadas, una infraestructura sanitaria mejorada, acceso creciente a asistentes en el parto formados y mejor educación sanitaria, algunas áreas han visto mejoras», apunta Santana Días. El experto habla de la estrategia de Ruanda, que ha creado una red de trabajadoras sanitarias que dan cuidados y transmiten conocimientos a las embarazadas, o Liberia, que ha formado a las comadronas 'de siempre' para que identifiquen mejor los avisos de peligro durante el parto.
«Más allá de mejorar las cifras de supervivencia, la atención debería orientarse hacia un cuidado holístico durante el parto y el embarazo», explica. Cuestiones como la salud mental de las madres, el apoyo «psicosocial» o un trato respetuoso a las mujeres embarazadas, explica, a veces se pasan por alto. También hay que implicar a parejas y familias. «Los avances en salud pública no deben darse por sentados», alerta. Hay que seguir trabajando siempre en ellos.
La situación en España
«La mortalidad materna nunca es cero», explica el doctor Martínez. Aun así, el objetivo es reducirla a los niveles mínimos. Es en lo que se lleva trabajando muchísimo tiempo y es lo que aspiran haber logrado los países con mejores datos de mortalidad materna.
Pero ¿qué ocurre en aquellos países desarrollados que hace tiempo que parece que han cruzado el umbral de los buenos datos, como es el caso de España? Martínez insiste en que puede que la ginecología en España no sea de matrícula de honor, como se piensa, sino más bien de sobresaliente. Y saberlo es importante, porque permitiría hacer el trabajo para lograr escalar a esa posición. El problema está en que, ahora mismo, faltan datos. Las cifras de mortalidad materna oficiales —esas que el ministerio de Sanidad envía a la OMS— no son realistas, apunta. El porqué está en cómo se recoge esa información —son las comunidades autónomas las que envían sus números al ministerio— y en su propia naturaleza —Martínez apunta que son datos «muy inexactos»—.
«Nunca hemos tenido informes fiables», sintetiza. «Este es un país en el que no nos gusta medir y dar malas noticias», asegura Martínez. La politización de la sanidad —donde las decisiones las toman cargos políticos y no perfiles técnicos— no ayuda, considera el experto, a que se haga un examen de conciencia de la realidad.
«Este es un país en el que no nos gusta medir y dar malas noticias»
Óscar Martínez
Presidente de GESO- Grupo Español de Seguridad Obstétrica
El GESO está haciendo su propio estudio paralelo —lo hacen al margen de sus trabajos, de un modo altruista— y sus conclusiones confirman lo que ya temía el personal sanitario. «La impresión era que la mortalidad materna era mayor», explica Martínez. Lo era. Sus cifras para 2021 son cuatro veces más elevadas que las que se han cerrado como oficiales. Eso sí, en 2021 el covid-19 alteró la realidad e hizo que muriesen más gestantes. El impacto del coronavirus no siguió a 2022 y, aunque no tendrán los resultados de su estudio hasta el otoño, «los datos preliminares muestran que tampoco acierta el ministerio en 2022». En el estudio paralelo del GESO, para llegar a sus conclusiones, usan datos que reportan 70 hospitales repartidos por toda España.
Saber cuántas mujeres mueren de verdad durante el parto, en el embarazo o por razones conectadas a ello no es solo una cuestión de eficiencia estadística, sino también algo crucial para tomar mejores decisiones en tratamiento médico y prevención. Martínez explica como en Inglaterra se vigilan más los síntomas de infección, porque han detectado que era una de las principales razones de muerte materna. También, saber qué ocurre permite ajustar la formación del personal sanitario.
Como señala Martínez se necesitan políticas sanitarias que respondan a las realidades que se ven cada día en los hospitales. Si España es un país de maternidad a edades más avanzadas, con más embarazos por reproducción asistida o más primigenias, explica el doctor, se necesita tenerlo presente cuando se desarrollan esas políticas. Pero para eso se necesitan datos.
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