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María G. Astorga
Jueves, 13 de junio 2024, 12:45
Afrontar el desafío de la escasez del agua es uno de los propósitos de la Comisión Europea. En línea con el objetivo de neutralidad climática de la UE para 2050 en virtud del Pacto Verde, Bruselas propuso en marzo de 2022 el primer paquete de medidas para acelerar la transición hacia la economía circular. En él se establecen siete áreas clave esenciales para lograrlo, entre ellas, el agua. «Una política que se pretende aplicar, a medio y largo plazo, para solventar parte del problema de escasez de este recurso», señala Javier Navarro, investigador del ISIRYM de la Universidad Politécnica de Valencia.
Los productos farmacéuticos, utilizados en los hogares, granjas y centros médicos, acaban en plantas de tratamiento de aguas residuales municipales. Hasta ahora, los procesos que aplican estas estaciones no estaban diseñados para degradar al completo estas sustancias. Esto provoca que las corrientes de agua naturales acaben contaminadas por acumulación de sustancias tóxicas y que puedan causar efectos potencialmente peligrosos en el medio acuático y en la población. Ya que, «si bien tienen una concentración muy pequeña, poseen una elevada actividad metabólica» apostilla Navarro.
Varios expertos señalan que esta preocupación es especialmente crítica con los antibióticos debido al desarrollo de cepas bacterianas resistentes a los antibióticos, por lo que «son necesarios tratamientos adicionales para mejorar la eliminación de estos compuestos y limitar su introducción continua en medios naturales».
Elena Pitarch
Investigadora del Instituto Universitario de Plaguicidas y Aguas de la UJI.
En este contexto, un grupo de investigadores del Instituto de Tecnología Química (ITQ), centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), del Instituto Universitario de Seguridad Industrial, Radiofísica y Medioambiental (ISIRYM-UPV), del Instituto de Plaguicidas y Aguas de la Universitat Jaume I de Castellón (UJI) y de la Universidad de Antioquía (Colombia), han diseñado un nuevo sistema más eficaz, rápido y barato para la descontaminación de aguas residuales y su reutilización para la agricultura.
España continúa enfrentándose a difíciles condiciones de sequía que afecta a la agricultura, la energía y los recursos hídricos. En 2023, el 14,6% del territorio del país se encontraba en emergencia por falta de agua.
Es por ello que, la eliminación de residuos de fármacos y de otras sustancias fitosanitarias de las aguas tratadas por métodos convencionales, por ejemplo, en estaciones depuradoras municipales, «es un paso necesario para reducir la presencia de estos microcontaminantes en las aguas residuales y que puedan ser reutilizadas con total seguridad para las personas y el medio ambiente», señala Elena Pitarch, investigadora del Instituto Universitario de Plaguicidas y Aguas de la UJI.
Este nuevo sistema combina tecnologías ya existentes en los procesos de tratamiento de aguas, pero le han añadido «catalizadores que aceleran y mejoran el tratamiento». Antonio Chica, investigador del Instituto de Tecnología Química (ITQ), centro de la UPV y el CSIC, organismo dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, indica que «es posible eliminar el 90% de los fármacos presentes en unos diez minutos. En ausencia de la zeolita como catalizador, este tiempo se incrementa hasta 25 minutos, lo cual demuestra que la ozonización catalítica es una alternativa que mejoraría el rendimiento económico de la ozonización».
Los ensayos, realizados en aguas reales, garantizan la aplicabilidad de la metodología en situación de operación real. Además, añaden en el estudio que la tecnología se puede aplicar a las estaciones depuradoras actuales, lo que facilita el tratamiento de elevados caudales de agua y su reutilización.
«La utilización de zeolitas junto al proceso de ozonización supone tener un sistema eficiente de oxidación (eliminación) de microcontaminantes. El ozono se descompone en oxígeno y otros compuestos como agua oxigenada mientras que las zeolitas son sustancias inorgánicas que ya se encuentran en la naturaleza y no generan otras sustancias tóxicas o peligrosas. A su vez, el catalizador, la zeolita, es económico y relativamente fácil de modificar para aplicaciones más específicas», explica Ricardo Torres Palma, del Grupo de Investigación en Remediación Ambiental y Biocatálisis de la Universidad de Antioquía. Además, utilizan una tecnología «que no supone un riesgo ambiental posterior», concluye Torres.
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