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Ha habido tantas pandemias de covid-19 como personas. Cada uno la vivió como pudo, cada uno la recuerda a su modo. Todos perdimos algo o a alguien. Ahora que se cumplen cinco años del inicio del confinamiento, medida adoptada para frenar la expansión del virus SARS-CoV-2 en los peores momentos, hemos querido salir a la calle para preguntar a los burgaleses cómo recuerdan aquellos días, las jornadas más duras.
Hay quien recuerda cómo tenía que saludar a sus nietos por la ventana, pero, al menos, María Fernanda reconoce que «suerte que tenía a mis hijos aquí en Burgos y podían venir a saludarme, aunque fuera desde la calle, con mis nietos». En su caso, reconoce que cree que no le ha cambiado nada, que ha podido recuperar su vida anterior.
Hay quien opina que sí nos ha afectado algo en las relaciones sociales, como Carmen Borge, que comenta que ella observa más ganas de disfrutar, de aprovechar los momentos, en la gente de su entorno. Por su parte, Julia Hernández relata un episodio con un conocido que, desde las medidas de distanciamiento personal, es más reticente al contacto personal en los saludos.
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La covid-19 se ha llevado la vida de más de 2.000 personas en la provincia de Burgos. Los burgaleses que han contado su experiencia al micrófono de Burgosconecta no han perdido a nadie cercano, pero a todos ellos les cambia la expresión cuando señalan que son conscientes de que son privilegiados en este aspecto. Desde el área de Neumología del Hospital Universitario de Burgos (HUBU) aseguran que hay familias que, en una semana, perdieron dos o tres miembros por la covid.
Pero alguien sí nos ha relatado una historia dura. Ella, Ana Hernández, acababa de llegar a España para comenzar a trabajar, era en hostelería, por lo que se quedó sin trabajo. El dinero se acababa y estaba la amenaza de que les echaran del lugar donde vivían. Pasó la pandemia en una casa con cuatro familias más.
Le afectó en muchos aspectos. Además, padeció la covid y tuvo muchos efectos a largo plazo debido a la enfermedad. La convivencia también se dañó, se hacía insoportable. Lo positivo es que, después de todo, dejó Madrid, acabó en Burgos, donde tiene trabajo y se encuentra muy a gusto, «es otra historia».
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