Puro Parral cocinado a fuego lento

Decenas de miles de burgaleses no se han resistido a participar en la fiesta más profana del Curpillos, reuniéndose en El Parral con las cerca de 40 peñas

El calor fue protagonista de una jornada sin sobresaltos metereológicos, más allá de una interminable escalada del termómetro que ha llegado a rozar los 33ºC

El llenazo de El Parral contrastó con un centro de la ciudad vacío, que quedó en exclusiva para los turistas

Puro Parral cocinado a fuego lento A pesar del intenso día de trabajo para los peñistas, el buen ambiente se impuso entre barras y brasas. IAC

Se pasó revista. El parque de El Parral vivió una jornada pletórica, cargada de todo aquello que no puede faltar en una fiesta mayor de una ciudad, el calimocho y la cerveza, el chorizo, la morcilla y el morro, volvieron a ser las viandas de cabecera de los cerca de 40.000 burgaleses que han disfrutado de la fiesta más multitudinaria de Burgos.

La antesala perfecta a los Sampedros fue un éxito y lo fue gracias al empeño de todos, los que organizan con esmero las cantidades ingentes de pinchos y bebidas y los que después no se resisten a consumirlas.

Sin pelusas ni tormentas, El Parral se disfrutó con normalidad dentro de las elevadas temperaturas

Además, esta edición 2017 contó con dos ausencias que siempre han sido un clásico, pero que, sin embargo, nadie ha echado de menos. Sin las molestas pelusas de los frondosos chopos amargando a los más alérgicos y sin la tormenta de marras que acaba aguando la fiesta tarde o temprano, el lado más profano de la Festividad del Cupillos se ha desarrollado con normalidad.

En lo climatológico, lo más delicado ha sido la escalada incesante del termómetro, que ha dejado que las primeras rondas de la mañana se disfrutasen a una temperatura óptima, pero que con el paso de las horas ha ido haciendo estragos, llegando a rondar los 33ºC.. El refugio de la sombra era un requisito indispensable y, únicamente, alguna pequeña y aislada racha de viento bendecía a los presentes.

Al margen de lo incontrolable, los burgaleses han disfrutado de su particular Parral como mejor saben, unos bailando al ritmo de música electrónica mientras bebían mezclas de todos los colores y otros tratando de hacerse con medio metro de barra a base de mucho sacrificio para ser visto por esos cientos de peñistas que se han convertido en camareros y cocineros por un día.

Unos pocos kilómetros más lejos, en el centro de la ciudad, las calles desiertas quedaban para el uso y disfrute de unos turísticas que miraban a su alrededor sorprendidos, como si de una ciudad fantasma se tratase. Lo que no sabían es que en El Parral, Burgos rendía homenaje a la que es su fiesta más querida.

Imágenes realizadas por Ismael del Álamo