El reto de construir una universidad ética y socialmente responsable
Un grupo de investigación de la UBU ha publicado un estudio sobre la responsabilidad social en las universidades españolas
El 48% siguen los principios de gestión socialmente responsable, y la mayaría desarrollan acciones pero les falta estrategia
Se trata de tener en cuenta que se trabaja para una sociedad, que el objetivo último no puede ser ganar dinero a cualquier precio
Si les hablo de responsabilidad social corporativa seguro que ya no les suena a chino. Una década atrás, los proyectos medioambientales y sociales que planteaban las empresas, para “devolver” a la sociedad la confianza depositada, nos parecían casi un ‘postureo’, una moda para quedar bien. Sin embargo, la gestión ética y socialmente responsable de una empresa es un modelo de gestión en sí mismo, en el que beneficio social y económico van parejos, y que reporta además una competitividad extra que impulsa la rentabilidad y la sostenibilidad del que lo implementa.
El liderazgo viene de la mano de una gestión que tenga en cuenta cómo afectan nuestras acciones al mundo en el que vivimos, que detecte las necesidades de la sociedad para tratar de satisfacerlas y que priorice el medio ambiente y el bien social. Una estrategia que no es solo empresarial, sino que debe estar presente en todas las entidades públicas y privadas, incluidas las universidades. Al menos así lo entienden en el grupo de investigación Ingeniería y Gestión Responsable de la Universidad de Burgos (UBU).
La gestión socialmente responsable nos hace más competitivos y rentables
Este grupo de “cuatro locos” acaba de publicar ‘Responsabilidad Social en las Universidades Españolas’, un estudio en el que se revisa un trabajo previo realizado en 2010 sobre cómo de socialmente responsables son las universidades en nuestro país. Su coordinador, Óscar González, ha explicado que se han analizado las 81 universidades que conformaban el sistema nacional en el curso 2014-2015, obteniendo información de publicaciones propias, líneas estratégicas, programas, páginas web…
De este modo se consiguieron identificar 39 centros, el 48 por ciento del total, que se podían considerar socialmente responsables. El siguiente paso fue remitirles un borrador tipo con una veintena de indicadores para que corroborasen las conclusiones extraídas por los investigadores burgaleses. Y cada uno de esos borradores revisado (con muy pocas modificaciones) conforma un capítulo del estudio, en el que se muestra sus acciones para impulsar una gestión ética y socialmente responsable.
Falla la coordinación
El profesor de la UBU ha insistido también en que, salvo tres centros universitarios, que están muy alejados de la gestión ética y socialmente responsable, el resto se encuentran muy próximo a conseguir este ‘título’. Y es que no se trata de que no gestionen desde la responsabilidad social, sino de que les falta una coordinación y una línea estratégica. En el caso de la UBU, existen grupos de investigación, proyectos de responsabilidad social, además de programas de formación, iniciativas de cooperación al desarrollo, intervenciones de inserción social…
En la UBU se cuenta con grupos de investigación, iniciativas de cooperación o proyectos de inserción
Sin embargo, no se dispone de una estratégica específica, de una coordinación… Y es que la UBU ha pasado unos malos años, desde el punto de vista económico, ha reconocido González. El equipo rectoral encabezado por Alfonso Murillo se ha centrado en garantizar la calidad educativa, los proyectos de investigación, la formación al profesorado y reducir el déficit. Así que ahora que la universidad tiene sus cuentas “saneadas” tal vez sea un buen momento de que aborde este nuevo reto.
Y las pautas para implementar esa responsabilidad social son muy sencillas. Se empieza por educar al alumnado para que entienda que trabajará para una sociedad que tiene sus necesidades y expectativas. “Nos debemos a la sociedad”, ha insistido González. Por ese motivo, la investigación debe tratar de resolver los problemas de esa sociedad, mirando no solo la obtención de un beneficio económico, contar con una financiación, sino también el beneficio social que reportará el proyecto.
Y el profesorado, y demás personal universitario, tiene que ser un “ejemplo” para los alumnos, debe guiarse por la ética y la deontología profesional en todo momento, ha insistido González. “Hay que ganar dinero, pero no a cualquier precio” y, para muestra, cómo se podría gestionar de una manera socialmente responsable el contrato de una cafetería universitaria. Se debería primar a aquella empresa que apueste por productos de comercio justo, por políticas de inserción laboral, por proveedores locales, por ofrecer servicios complementarios al alumnado.
El beneficio social debe ser tan importante como el empresarial porque se valora en la sociedad
Son conceptos que valora la sociedad, ha asegurado González, así que lo que a priori no parece rentable ni competitivo se convierte, a medio plazo, en uno de los principales valores de la oferta. Es cuestión de cambiar nuestra mentalidad, como se ha hecho en el mundo empresarial, donde se apuesta desde hace tiempo por la gestión éticamente responsable. Los ciudadanos ven a esas empresas más cercanas, así que están dispuestos a hacer negocios con ellas, y acaban convirtiéndolas en las más competitivas, rentables y sostenibles en el tiempo.
Revisiones periódicas
El estudio, de reciente publicación, se volverá a revistar el un futuro próximo. Y es que el objetivo último es realizar una evaluación del estado de las universidades españolas en esto de la responsabilidad social y, sobre todo, servir de herramienta para implementar mecanismos que ayuden a aquellos centros que andan más perdidos. Óscar González ha recordado que los centros que apuestan por la responsabilidad social son muy “transparentes” y están dispuestos siempre a ayudar y enseñar.