Un centro para poner a Burgos en la vanguardia de la investigación alimentaria

Después de más de seis años de idas y venidas, el Centro de Investigación en Biotecnología Alimentaria (CIBA) de la Universidad ya está operativo

Se espera que esté a pleno rendimiento en septiembre, cuando arranque el curso

Se pretende convertir en una referencia internacional en el ámbito de estudio

Un centro para poner a Burgos en la vanguardia de la investigación alimentaria El rector de la UBU y el vicerrector de Infraestructuras visitaron el inmueble. GIT

La Universidad de Burgos está de enhorabuena. Después de un largo proceso, no exento de problemas, baches y retrasos, el Centro de Investigación en Biotecnología Alimentaria (CIBA) ya está operativo. Las obras de construcción concluyeron semanas atrás y ya se han finiquitado los trabajos de instalación del equipamiento interior, por lo que el centro ya está listo para empezar a funcionar y colocar a Burgos a la vanguardia de la investigación alimentaria.

La Universidad de Burgos ha invertido más de 5 millones de fondos europeos en la construcción del CIBA

De hecho, tal y como ha confirmado durante la inauguración del inmueble el decano de la facultad de Ciencias, Gonzalo Salazar, varios investigadores ya están comenzando a testear los equipos de dos de los laboratorios, y se espera que la semana que viene pueda empezarse a llevar a cabo el mismo proceso en otro laboratorio. De esta forma, la intención es que para el mes de julio ya hayan comenzado a trabajar, sino todos los investigadores, sí la mayoría. A partir de ahí, el objetivo pasa por tener el CIBA a “pleno rendimiento” en el mes de septiembre, coincidiendo con el inicio del curso escolar y, de manera paralela, de los diferentes proyectos de investigación.

Pero, ¿para qué se va a utilizar el CIBA? Básicamente, para potenciar la investigación en alimentos, una rama en la que la UBU ya ha comenzado a despuntar. Según ha explicado Salazar, las posibilidades son enormes, “desde el desarrollo de nuevos productos y nuevos procesos hasta la comprobación de la seguridad alimentaria”. En este sentido, el edificio, que cuenta con varios laboratorios diseñados de manera particular para cada uno de los fines, también cuenta con un pequeño animalario en el que se realizarán ensayos con animales. “Se les aportarán alimentos modificados con más calcio, sal y cosas así para ver cómo se comportan”. Y todo ello con un objetivo concreto: “hacer alimentos funcionales” e “incorporar esos resultados” a los equipos de investigación que ya trabajan en la facultad.

En este sentido, el CIBA, que ha sido dotado de la tecnología más puntera en todos sus aspectos, parte con la previsión de acoger a más de cuarenta investigadores, entre doctorandos, técnicos y becarios. Eso si, el número de investigadores será “flotante”, ya que el trabajo en el inmueble estará totalmente vinculado a proyectos concretos. Cuantos más proyectos haya en marcha, mayor carga de trabajo.

Más de 5 millones

De momento, y a la espera de que comiencen las investigaciones, la simple conclusión de las obras ya es una gran noticia para la UBU. No en vano, se trata de uno de los proyectos más ambiciosos de los puestos en marcha en la Universidad en los últimos años. En total, la construcción y equipamiento del CIBA ha supuesto una inversión de 5.077.488 euros. Sólo en los equipamientos de los diferentes laboratorios se han invertido más de 700.000 euros.

Con ese presupuesto se ha levantado un inmueble de 2.509 metros cuadrados anexionado al antiguo edificio de I+D+i operativo desde hace años en la Facultad de Ciencias y planificado bajo criterios de eficiencia energética y sostenibilidad. Las transparencias, la luminosidad y la vegetación son las señas de identidad de un edificio dotado de las últimas tecnologías y dividido en cuatro plantas destinadas cada una a una rama de trabajo.

Así, en el sótano se ubica la galería de instalaciones, mientras que la planta baja se divide en siete espacios para laboratorios. En la planta primera, el número de laboratorios se reduce a cinco, mientras que la segunda planta se destina al trabajo fuera de laboratorio, salas de reuniones, etc. A todos esos espacios se les une el animalario, ubicado en la planta baja en un módulo anexo y dotado de todos los equipos para esterilizar, higienizar y tratar a los animales que vayan siendo objeto de estudio.