Las alergias por polen de gramíneas se contienen tras un invierno seco
La escasez de lluvias registrada durante el pasado invierno hace prever una incidencia menor de las alergias por polen de gramíneas
Un 25 por ciento de la población sufre algún tipo de alergia
El invierno ya ha pasado, y aunque todavía sobrevive algún catarro, la incidencia del virus de la gripe se ha visto reducida significativamente. Ahora, sin embargo, aparece otro enemigo recurrente: el polen de gramíneas, un incómodo compañero de viaje para miles de personas, atadas durante varias semanas cada año a un paquete de pañuelos y una caja de antihistamínicos.
Se espera una incidencia por las alergias mucho menor que el año pasado
Eso sí, parece que este año habrá menos mucosas, picores, esturnudos y reacciones cutáneas. Y es que, tal y como explica la doctora Sonsoles Juste, jefa del Servicio de Alergología del Hospital Universitario de Burgos (HUBU), la proliferación de las gramíneas depende mucho del tipo de invierno que se haya registrado, y en este caso ha sido “muy seco”, lo que limita hasta cierto punto la floración y la aparición del polen.
De esta forma, los profesionales médicos aventuran una temporada con una incidencia “menos elevada” que la registrada hace ahora un año, cuando se vivieron varios “picos muy fuertes” en Burgos, una zona que, eso sí, normalmente presenta una incidencia de las alergias por gramíneas mucho más leve que en otros territorios. Según explica Juste, el clima de la provincia presenta “temperaturas muy extremas” en ambos lados del termómetro, lo que evita la proliferación del polen. Además, Burgos presenta un menor grado de contaminación ambiental que otros territorios y, tal y como se ha ido demostrando en los últimos años, eso ayuda mucho a contener las alergias. “En las grandes ciudades hay una incidencia muchísimo mayor, aunque también en el mundo rural hay menos alergias que en Burgos capital”, explica.
Sea como fuere, y a pesar de que se espera una campaña relativamente tranquila, son muchos los que afrontan las próximas semanas con la certeza de que lo van a pasar mal, aunque en la inmensa mayoría de los casos, los tratamientos son muy eficaces. “Los pacientes que saben que son alérgicos saben qué tienen que hacer. Tienen que evitar espacios donde prolifere el polen y haya viento, determinados filtros de aire acondicionado, utilizar gafas de sol y, sobre todo, cumplir con el tratamiento indicado”, subraya Juste.
El mayor problema, quizá, sean aquellas personas que son alérgicos y aún no lo sepan, una condición que, eso sí, no suele prolongarse mucho en el tiempo. “El primer año, algunos síntomas pueden pasar por un catarro, pero no todos, como por ejemplo el picor. Además, si se repite al año siguiente, ya es una evidencia de que no es un catarro”. En este ámbito, además, se ha avanzado a pasos agigantados en los últimos años, ya que el análisis molecular ha permitido apuntar mejor a la hora de diagnosticar alergias.
Uno de cada cuatro
Con todo, la del polen de gramíneas no es sino una más de las numerosas alergias que asolan hoy en día a los burgaleses en particular y los habitantes del primer mundo en general. De hecho, la doctora Juste insiste en que el 25 por ciento de la población en España padece algún tipo de alergia, un porcentaje que no hace sino incrementarse a medida que pasan los años. Así, los últimos estudios apuntan a que en menos de una década se podría alcanzar una prevalencia del 40 por ciento, fundamentalmente como consecuencia de la mala alimentación y de los contaminantes ambientales.
En este sentido, la responsable del área de Alergología del HUBU afirma que “cada vez son más” los casos de niños que padecen alergias alimentarias, ya sea por antecedentes familiares, que “son muy importantes”, o por cualquier otro factor, como los mencionados anteriormente.