Solemnidad y plasticidad en el Viernes Santo de la villa rachela
Covarrubias acoge la Pasión Viviente compuesta por escenas estáticas y mudas
Se trata de la más antigua de Castilla y León y casi la única silenciosa de España
Con una estética muy cuidada, la iniciativa sobrecoge a fieles y visitantes
Si la lluvia lo permite, Covarrubias acogerá esta noche la Procesión del Santo Entierro y Pasión Viviente, en la que se recrean 12 escenas de la Pasión de Cristo, “estáticas, mudas pero vivientes”. Se trata de la pasión viviente más antigua de Castilla y León, con más de cuatro décadas de representación a sus espaldas, y prácticamente la única silenciosa de todo el país. Unas características que la convierten en un reclamo sin igual para la Villa Rachela, que se llena estos días de cientos de visitantes, miles cuando caiga la noche.
La procesión dará comienzo a las 21:00, frente a la Colegiata de San Cosme y San Damián, lugar en el que se recrea la Última Cena. A partir de ahí, la comitiva recorrerá las principales calles y plazas de Covarrubias en un viacrucis que les acercará a las últimas horas de la vida de Cristo: Oración en el Huerto, Beso de Judas, Pilatos lavándose las manos, Jesús con la cruz a cuestas, Primera Caída, Encuentro con María, la Verónica limpia el rosto del Señor, Tercera Caída, el cirineo ayuda a llevar la cruz, Crucifixión entre ladrones y Descendimiento.
Un centenar de vecinos conforman unos cuadros estáticos, de entre 10 y 15 minutos de duración, en los que la estética está muy cuidada. Escenario, vestuario, iluminación… El resultado es una Pasión Viviente sobrecogedora y emocionante, que siempre arranca alguna lágrima entre los asistentes, y propicia el ambiente de recogimiento que reclama el Viernes Santo. Más de 2.000 personas acuden cada año para presenciar este acto religioso, que comenzó como una tímida iniciativa juvenil y se ha convertido en uno de los más representativos de la provincia.
Crucifixión y descendimiento
Los que han podido contemplar esta Pasión Viviente coinciden en que la escena más sobrecogedora es la de la crucifixión, que se escenifica al otro lado del Arlanza, en pleno campo flanqueado por los dos brazos de agua del río y sendas hogueras frente a los crucificados. En ese momento sólo se oye el chasquido del fuego; las voces se aplacan. La escena resulta estremecedora. Cristo muere. El pueblo se queda a oscuras; el paseo frente al río se puebla de gente que ve cómo el fuego se apodera de la imagen, fantasmagórica, de los tres crucificados en ese Gólgota imaginario.
Para los vecinos, sin embargo, la más conmovedora es la última, el descendimiento junto al retablo del altar mayor de la Colegiata. Mientras lo bajan de la Cruz, espera su Madre de rodillas y enlutada y lo recibe sobre el Altar. De fondo, en silencio activo, se escuchan textos de la Pasión que ponen acento penitente y compungido a quienes contemplan, a oscuras, fijando solo la vista en la escena levemente iluminada. La Pasión Viviente finaliza con el canto de la Salve popular en la colegiata, fuertemente iluminada, anunciado la inmediata Resurrección de Cristo.