Emotivo adiós al espíritu libre de Ignacio del Río

Una multitud de familiares y amigos se despiden del genial pintor Ignacio del Río, que falleció ayer a los 79 años de edad

Los suyos le han despedido a lo grande, con arte y triste algarabía

Emotivo adiós al espíritu libre de Ignacio del Río Burgos despide a una de sus grandes figuras. GIT

Ignacio del Río se ha ido como llegó, contagiando a todos los que le rodeaban sus ganas de vivir. El fallecimiento del genial pintor, cuya llama se apagaba ayer a los 79 años de edad, ha dejado a la ciudad huérfana de uno de sus personajes más ilustres, querido y admirado a partes iguales por su innegable talento, su seductora personalidad y su particular manera de afrontar la vida. Con ese bagaje, su adiós no podía ser al uso. Tenía que ser a lo grande, y así ha sido.

Una multitud de personas se ha dado cita esta tarde para despedirse de Ignacio del Río como él siempre quiso, con alegría. Y es que, tal y como ha recordado el otro Ignacio de la familia, uno de sus hijos, hoy improvisado maestro de ceremonias, “muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto en sí mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos senderos, quien no cambia de rutina, no se arriesga a vestir un nuevo color o no conversa con desconocidos”. Unas palabras de Neruda, pero que parecen estar escritas por y para Del Río.

Así, en un funeral marcado por la improvisación y el arte, sus familiares y amigos más cercanos han querido brindar un “hasta luego” cargado de emotividad, emoción y triste algarabía. Sí, algarabía. Y es que, si algo caracterizó al pintor, sin duda uno de los grandes artistas burgaleses del siglo XX, fue su emoción por vivir la vida sin cortapisas. Quizá por eso, los que le conocían se han querido salir del guión marcado en tantas despedidas y rendir un tributo en el que no han faltado versos, sonetos, palabras de cariño, música e incluso baile.

Su compadre Tuco ha puesto los acordes. Sus amigos la letra. Sus hijos el baile. Y todos, una vez más, han aplaudido la figura de Ignacio del Río, que ya allá donde esté “no se detendrá mucho en conversaciones con Perséfone en cuanto vea pasar a Venus contorneándose“. “Un adicto a la vida” no lo permitirá. Hasta siempre, maestro.