Lucha contra el asedio musulmán en Silos

La Fiesta de los Jefes vuelve a recordar la burla de la población de Silos ante la invasión mora

Los jinetes compitieron por hacerse con el preciado trofeo de las Crestas

Este año, debido al frío, se acercaron a la villa menos visitantes para recrearse en el espectáculo

Lucha contra el asedio musulmán en Silos Una amazona se esfuerza para recoger la pieza colgada. BC

Puede ser una de las representaciones históricas más espectaculares y peculiares por el protagonismo de los vecinos, de los visitantes y de los caballos. ‘Las Crestas’, una de las actividades más vistosas de la Fiesta de los Jefes, reúne cada año a cientos de personas en Santo Domingo de Silos para contemplar la destreza de los caballistas. Jinetes y amazonas ataviados con los trajes de época más vistosos, caballos engalanados y las crestas preparadas para ser recogidas por los hábiles hombres y mujeres a lomos de sus corceles…  Como cada año, el último fin de semana de enero, Silos rememora, la victoria de los silenses que burlaron el asedio musulmán.

A las cinco de la tarde empezaron las carreras y la competición por recoger la cresta más llamativa. El ritual es siempre el mismo. Las cabalgaduras dan varias vueltas a las calles… y el jinete azuza al corcel para imprimir velocidad a la carrera. Se levanta de la grupa y alza el brazo para recoger el embutido que cuelga de una cuerda entre dos ventanas opuestas, tras correrse cuatro crestas de gallo.

Leyenda… ¿o realidad?

Uno de los abanderados intenta arrancar la cresta del gallo. BC

Uno de los abanderados intenta arrancar la cresta del gallo. BC

La tradición cuenta que los invasores moriscos llegaron a estas tierras para crecer e implantar su cultura. Las huestes castellanas y los vecinos de la villa, recios e inteligentes, sabedores de que aquéllos buscaban su expansión a costa de los paisanos, burlaron el asedio musulmán y preservaron la villa del ataque de los bárbaros. Dista mucho aquel viejo Silos que fue acorralado por los moros del actual, pero los vecinos se meten en la piel de la Historia para recordar el asedio y la hábil burla de los recios silenses.

Cuenta la leyenda que durante la invasión musulmana de la Península, el ejército moro sitió la villa de Santo Domingo de Silos. La habilidad de un vecino sirvió para tejer una estrategia singular, simulando un incendio y con él la destrucción de todos los bienes del pueblo. Colocaron ramas de brezo por todas las esquinas del pueblo y les prendieron fuego. Después ataviaron a los niños y mujeres con cencerros y les dejaron libres por el pueblo para que fueran corriendo y gritando; liberaron el ganado y los tambores no dejaron de sonar en toda la noche. Los invasroes, ante tan imprevisible espectáculo, no se atrevieron a entrar en Silos. Desde entonces, el pueblo festeja este día y repiten aquella hazaña.

Día de Reyes

Pero la fiesta de Los Jefes se inicia el día de la Epifanía, cuando se sortean de los cargos de Capitán, Cuchillón y Abanderado entre los varones casados del pueblo. Ya hoy, por la mañana, el pueblo se reunía en la plaza e iba a buscar a los Jefes a sus casas. Hombres vestidos con capa castellana, los comisarios de la fiesta,  niños con chalecos y polainas, con cencerros, gritan el inicio de la fiesta: “¡Viva nuestra devoción al dulce nombre de Jesús y de María!”. Después el pregón, este año a cargo de Isaac Rilova.

El acto termina con la carrera de San Antón, al galope. BC

El acto termina con la carrera de San Antón, al galope. BC

Las Crestas

Y por la tarde, la Corrida de Gallos o las Crestas, ritual muy antiguo en el que los jefes, y posteriormente cualquier jinete, deberán cobrarse algún de los embutidos que cuelgan de una soga. Y tras las Crestas, la Carrera de San Antón, una prueba de velocidad y pericia a lomos de los caballos por la calle principal de Silos. Con la llegada de la noche, las hogueras que representa el Silos en llamas frente al asedio musulmán. Para mañana domingo, queda el culto a las benditas ánimas.

La tradición data del año 1020, cuando se produjo el asedio, en plena Reconquista. Santo Domingo aún no había nacido. Y fue en 1536 cuando se empezó a recordar la hazaña del pueblo. Los invasores moriscos llegaron a estas tierras para crecer e implantar su cultura. Las huestes castellanas y los vecinos de la villa, recios e inteligentes, sabedores de que aquéllos buscaban su expansión a costa de los paisanos, burlaron el asedio y preservaron la villa del ataque de los bárbaros.