Manzanedo y Zamanzas. Los valles más escondidos

Su peculiar toponimia acerca al visitante a un mundo onírico y muy especial

Están ubicado al norte, entre dos de las vías de comunicación que unen la meseta con la costa cantábrica

El valles Ebro, una vez más, modela los montes y los valles

Manzanedo y Zamanzas. Los valles más escondidos Las formaciones rocosas simulan crestas y cuchillos en la zona de Arreba. BC

La Sierra de Tudanca, modelada por el Ebro en su etapa más joven, regala paisajes que recuerdan a esos bosques de cuentos de hadas, duendes o brujas. Las leyendas de los montes cantábricos aluden a las anjanas, pequeñas hadas que viven en los bosques de hoja caduca de la falda sur del Cantábrico; y hablan de ojáncanos, esos seres diabólicos que buscan sólo sembrar el terror entre vecinos y animales de la comarca y que odian a muerte a las hadas buenas.

En ese paisaje de bosques continentales, una vez que llega el invierno, el monte se convierte en la mejor excusa para volver la vista a nuestro origen. Precisamente la vida nace de estas masas vegetales que, como un oasis, convierten a la árida Castilla en un espectáculo digno de los montes norteños.

Lo nombres de los pueblos son de lo más curioso: Ailanes, Turzo, Crespos, Perros, Gallejones, Villanueva Rampalay, Arreba… Otros tienen nombre más comunes, como Tudanca, Quintanilla Colina, Barriolacuesta o Tubilleja, por ejemplo.

Zamanzas

Los colores de la primavera murieron en el verano y los del verano en otoño; y los de otoño en invierno… El eterno retorno que volverá en apenas tres meses para regalarnos de nuevo los olores de la primavera. El dulzor verde oscuro de los montes se mezcla aún, cuando la niebla lo permite, con los tonos que regala la roca con sólo mirarla y con los cielos azules salpicados por nubes algodonosas. El Ebro se esconde, día sí y día no, entre nebulosas y los riscos se elevan desafiantes al cielo.

Impresionantes ruinas de la ermita de la Virgen de la Cuesta. BC

Impresionantes ruinas de la ermita de la Virgen de la Cuesta. BC

Zamanzas es una tierra de frontera entre el sur de las Merindades y al austero Valle de Sedano. La Castilla más profunda, la de la montaña, la de la resistencia al frío y a la nieve, se hace realidad en el Valle. Las deficientes comunicaciones se comen a la poca población que queda en el entorno. Y estos lugares se han quedado más como espacios de turismo rural que como centros urbanos. Pero la comarca vive… sus gentes viven… la naturaleza vive. Eso sí, los servicios han desaparecido de los pueblos. Ni las cantinas están abiertas.

Desde el punto de vista natural, el Valle de Zamanzas está protegido por impresionantes moles de caliza salpicada de robles y quejigos. Entre los bosques autóctonos se desperdiga una docena de pueblos que guardan el sabor rancio de esa vieja Castilla que hemos dibujado.

Puentes y caminos

Villanueva Rampalay es un oasis de paz, calma y sosiego. Se accede desde lo alto de la meseta y sobrevive en el fondo del valle. Visitarlo, merece mucho la pena. A la salida del pueblo cuenta con una de las construcciones más importantes de la zona. Se trata de un puente medieval que durante siglos fue el único paso y punto de encuentro entre los valles de Zamanzas y Manzanedo. Es el acceso natural a uno de los valles más bellos de la provincia y al mismo tiempo menos conocidos.

Puente de Villanueva Rampalay. BC

Puente de Villanueva Rampalay. BC

El puente consta de un gran arco central y otros arcos decrecientes a sus lado. La modernidad, la construcción de una nueva carretera y las necesidades de agricultores y tractoristas aconsejaron que se hiciera un nuevo puente más funcional con lo que la utilidad de este puente en la actualidad está en desuso.

La carretera, llena de curvas y contravueltas nos lleva camino del Valle de Manzanedo pero antes hay que detenerse en Ailanes para ver las ruinas de la ermita de la Virgen de la Cuesta. Una impresionante construcción del siglo XVI, hoy en ruinas y que la Fundación Santa María la Real ha incluido en su lista de recuperaciones.

En toda esta zona, la piedra caliza ha permitido que los ríos penetraran la altiplanicie mesetaria de Castilla para esculpir caprichosas formas que, aguas abajo del Ebro podemos contemplar en Orbaneja o el feroz Cañón del Ebro; pero no menos bello es el desfiladero de Los Tornos, en Tudanca, o la Sierra de Albuera en Barriolacuesta.

Manzanedo

Tudanca, en el fondo del valle. BC

Tudanca, en el fondo del valle. BC

El Valle de Manzanedo aguarda callado, subiendo el Ebro desde Villanueva Rampalay. El primer pueblo que encontramos es San Miguel de Cornezuelo, un curioso encalve apellidado con el nombre de un hongo parásito de los cereales, fundamentalmente del centeno. Pero antes hay que pasar por Arreba y sus dos barrios con los restos en una de sus crestas del viejo castillo. Más allá, junto a Cubillos del Rojo, aguarda la joya rota del Monasterio de Rioseco del que ya dimos cuenta un capítulo anterior, pero que guarda en su interior la esencia de la vieja y monástica Castilla.