Las tierras del señor Cayo

Escenario natural gran belleza, Valdelateja y Cortiguera desafían al Ebro

Castrosiero, un pueblo fantasma en mitad de una escarpada subida en Valdelateja

Pesquera aglutina una gran historia como villa de indianos

Las tierras del señor Cayo Escalada desde lo alto de la N-623. BC

Las tierras del Valle de Sedano le sirvieron al escritor, vallisoletano de nacimiento y burgalés de adopción, Miguel Delibes, para recrear una historia digna de robinsones de montaña, como años después él mismo llamó a los pobladores de la zona. Es la novela ‘El disputado voto del señor Cayo’, que años después llevara a la gran pantalla otro burgalés, éste sí de nacimiento, Antonio Giménez Rico.

Son tierras áridas por el frío y la nieve; por el viento del norte y del oeste que sacude las ramas de los árboles y transforma en caduca la hoja perenne en verano y primavera. Que azota las paredes de roca y que lima y cincela el paisaje como si de un artesano se tratara.

Puente del Ebro en Valdelateja. BC

Puente del Ebro en Valdelateja. BC

La herida que provocan el Ebro y el Rudrón es una escultura natural de la tierra en Valdelateja y Escalada; en Pesquera y Cortiguera. Bien vale la pena pasear por la zona y hacer la ruta que uno elija, pero siempre con los sentidos alerta porque cualquier pequeño recoveco del camino es digno de ser contemplado y admirado. Además de las formaciones geológicas, los bosques de encinas y la vegetación de ribera complementan la impresionante visión desde lo más alto de los riscos de la zona.

Y en su etimología, los nombres de los pueblos atestiguan la historia y la realidad de una zona en la que los ríos son fundamentales, lo han sido siempre, para la supervivencia de sus gentes. Así, por ejemplo, la abundancia de peces y la bondad de sus aguas para la pesca (Pesquera); la agreste vegetación (Cortiguera); o la característica de la tierra y sus accidentes geográficos (Valdelateja).

Este, Valdelateja, es uno de esos pueblos que bien podría recrear un belén viviente. Las luces tintinean en la oscuridad y conforman un paisaje único. Escondido en el fondo de valle donde el Ebro convierte la tierra y las aguas en medicina natural (no en vano un balneario arrancó del río sus bondades para la salud), nace y vive esta aldea.

Santa Elena y Santa Centola

En lo alto de la villa, en su parte más cercana al cielo, se levanta una recoleta ermita visigótica a la que se accede únicamente a pie por un empinado sendero. El camino rodea el pico que se hace altiplanicie en su parte superior.

Pero poco antes al caminante le espera una sorpresa. Un pueblo abandonado, Castrosiero, aparece ante los ojos atónitos de quien contempla que de entre la maleza surgen los restos de un ábside románico y lo que fue la iglesia de un poblado aislado. El poblado de Siero se enmaraña entre restos de piedra y hiedras que se retuercen entre los huecos que dejan los viejos sillares del templo y los muros que quedan de las viejas construcciones y lo que se adivina fue un camposanto, ya abandonado, en mitad de un bosque impresionante.

Y arriba, en el altiplano, la ermita de las santas mártires con una interesante ventana de la época visigótica. Se cuenta que hubo una fortaleza en época celta y romana; hoy del castillo no queda nada y sólo espera la ermita.

Pesquera

Casa blasonada de Pesquera de Ebro. BC

Casa blasonada de Pesquera de Ebro. BC

En el extremo del valle, ya cerca de la carretera vieja de Bilbao, Pesquera de Ebro guarda un sabor muy añejo en sus calles y en sus casas. Es una de las villas más antiguas de la comarca y su etapa de mayor esplendor hay que situarla en los siglos XVII y XVIII. Allí se asentaron en la villa varias familias de la nobleza; construyeron sus casas solariegas y dejaron huella de su presencia con los numerosos escudos de armas que lucen las portadas blasonadas y que se pueden observar en las estrechas calles de la villa. La hidalguía y algún que otro emigrante regresado de América con haberes construyeron siglos atrás sus mansiones. El conjunto de la localidad es sencillo y destacan la iglesia de San Sebastián y la ermita de San Antonio, en un extremo de puente medieval sobre el Ebro que tiene una importante bóveda estrellada.

Cortiguera

Un pequeño camino sin asfaltar nos adentra en la misteriosa villa que, como su vecina población, fue sede de importantes familias indianas que regresaron ricas después de hacer las ‘américas’ y construyeron pequeños palacios en su pueblo de origen, allá por el siglo XVIII. La senda discurre entre encinares. Hoy Cortiguera es un lugar poético… lleno de leyendas y con un futuro poco claro. Al frente se oye canturrear al Ebro mientras desciende hacia el sur y pasa por delante de la central hidroeléctrica ‘El Porvenir’ antes de adentrarse en otro bosquecillo y llegar hasta el monte cercano de Valdelateja.

Escalada

La vieja carretera de Santander serpentea antes de cruzar la meseta bajo la que regatean los ríos Ebro y Rudrón. Camino del Cantábrico, la N-623 sube un pequeño puerto antes de llegar a Carrales. Desde lo alto de la subida, Escalada aparece en mitad del escenario de un anfiteatro vegetal. Una de las estampas más bellas del Valle pero que pasan desapercibidas por la vorágine de la carretera pero que es necesario contemplar.