Las mujeres, doblemente víctimas del terrorismo
Madres, esposas, hijas y hermanas son las grandes olvidadas de las políticas de resarcimiento institucional
El colectivo clama contra la distinción discriminatoria entre asesinados y heridos, que afecta también a sus familias
El Gobierno Central trabaja en políticas que compensen el abandono institucional, entre ellas, las de inserción laboral de las víctimas
Por centenares se cuentan las víctimas que la barbarie terrorista ha dejado en España en las últimas décadas, ya sea a manos de ETA, los GRAPO o los grupos islamistas, por poner tres ejemplos claramente reconocibles. Y hablamos de centenares, sin dar un número concreto, porque saber dónde trazar la línea que separa a una víctima de una no-víctima se antoja una tarea casi imposible. Sin embargo, las administraciones sí que han marcado diferencias a través de su respuesta institucional, lo que ha generado discriminación y, sobre todo, un sentimiento de desamparo en una parte muy importante del colectivo.
La Asociación Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado Víctimas del Terrorismo ha celebrado este mañana en Burgos su séptima jornada ‘Día de la Mujer Víctima del Terrorismo’, una cita anual con la que se pretende rendir homenaje a todas aquellas mujeres que han sufrido en carne propia las consecuencias de los atentados. “Víctimas ocultas, víctimas en la sombra y víctimas sin voz”, como reconocen desde la Asociación, que han quedado en muchos casos fuera de los programas institucionales de reparación, dando lugar a lo que los expertos denominan una revictimización o victimización secundaria.
En segundo plano
“La diferenciación entre víctimas mortales y heridos es una discriminación totalmente absurda, cruel y rui”
Del cómputo global, una mínima parte de las víctimas directas del terrorismo son mujeres. ETA, durante sus cuatro décadas de terror, acabó con la vida de más de 800 personas, de las cuales, un número muy significativo eran miembros de las Fuerzas y de los Cuerpos de Seguridad del Estado, mayoritariamente masculinos. Sin embargo, los asesinados también tenían (y tienen) madres, esposas, hermanas e hijas, víctimas indirectas a las que no siempre se ha atendido como se merecían, tal y como ha señalado Javier Correa, coordinador nacional de la Asociación.
Pero a pesar de que la atención que muchas de estas mujeres han recibido por parte de las instituciones no ha sido todo lo completa que debería, lo que principalmente preocupa a los organizadores de esta jornada es la distinción que se ha hecho, desde el principio, entre muertos y heridos. Las víctimas mortales, incluido su entorno familiar, tienen todos los derechos, pero las familias de los heridos, no. Es una “discriminación totalmente absurda, cruel y ruin”, asegura el presidente de la Asociación, Francisco Zaragoza.
¿Muerto o herido?
De este modo, muchísimas madres, esposas o hijas han quedado desamparadas, siendo responsables en exclusiva de la atención a una víctima directa del terrorismo, y sin contar ni siquiera con el reconocimiento social o institucional. Zaragoza ha insistido en la que es la principal demanda del colectivo, un cambio en las políticas de protección a las víctimas del terrorismo, que tenga en cuenta a todas y cada una, sin necesidad de conformar grupos diferenciados en función de si se han visto directa o indirectamente afectadas, o si ha existido fallecimiento por medio.
Durante la jornada celebrada esta mañana en Burgos, cuatro de estas mujeres han contado sus experiencias, historias que ponen los pelos de punta al humilde escuchante. Destaca el caso particular de Eva Patón, viuda del policía nacional José Santos Picón, que se quitó la vida en 1994 después de haber sobrevivido a dos atentados en el País Vasco y haber visto de cerca el asesinato de la hija de un compañero. El estrés al que estaba sometido pudo con él, sin embargo desde las administraciones nunca se le ha considerado una víctima de ETA, por lo que su mujer y sus hijos quedaron desamparados.
Compensar
“Las víctimas del terrorismo tiene que se objeto de una especial protección porque son un colectivo vulnerable”
La clausura ha corrido a cargo de la directora general de Apoyo a Víctimas del Terrorismo, Sonia Ramos, quien ha sido la primera en pedir perdón, asegurando que las administraciones “lo hemos hecho muy mal” durante mucho tiempo. Pero nunca es tarde, así que ahora el Gobierno Central trabaja para “compensar” a estas mujeres, más allá de la simple reparación económica. Se trata de poner en marcha políticas concretas que tengan en cuenta la singularidad de estas mujeres, tanto de las que han perdido a un ser querido como de las que “desde su anonimato pero con mucha generosidad” han cuidado al marido, hijo o padre víctima del terrorismo.
Existen diferentes proyectos de apoyo, entre los que destacan los que buscan facilitar la inserción laboral de las víctimas. Ramos recuerda que, tras un atentado, la estabilidad familiar se desintegra: se abandonan trabajos, estudios o carreras profesionales, y esta realidad se debe tener en cuenta en los procesos de selección de personal. De ahí que el Ministerio del Interior haya firmado recientemente 7 convenio de colaboración con grandes empresas para ayudar a esa inserción laboral. En el programa se trabaja en estos momento con 112 currícula de mujeres víctimas, directas o indirectas.
“El colectivo de víctimas del terrorismo, incluido su entorno familiar, tiene que ser objetivo de una especial protección, porque son un colectivo vulnerable, que parte de una situación de desventaja con respecto a un ciudadano normal”, ha asegurado Ramos.