Recuerdos de una noche aciaga

Tras la explosión, el silencio  es el principal recuerdo de los vecinos del entorno de la Casa Cuartel de la Avenida de Cantabria

Ignacio Palma cuenta cómo vivió aquella jornada, en la que su principal preocupación fueron las víctimas

Algunos propietarios lamentan el trabajo realizado por los peritos y técnicos, que se quedaron en los daños más visibles

Recuerdos de una noche aciaga Palma fue uno de los primeros en comprobar lo ocurrido. BC

Una explosión “hueca, sin eco y corta en su duración”, acompañada por el ruido de cristales que estallan y caen al suelo. Luego el silencio, espeso, sólo interrumpido por el chasquido que provocan las llamas en los coches incendiados. Para Ignacio Palma, vecino de la calle Juan del Enzina, este es el recuerdo más intenso de aquella madrugada del 29 de julio de 2009, cuando ETA hizo explotar una bomba en la Casa Cuartel de la Guardia Civil. Cinco años después, los vecinos siguen teniendo en la cabeza lo que ocurrió entonces, y estando muy seguros de que los terroristas iban contra todos.

Palma fue uno de los primeros en bajar a la calle, en pijama, pero ya con las zapatillas puestas. Esas mismas que le faltaron cuando subió a la azotea, segundos después de que se produjese la explosión. Allí arriba pudo comprobar lo que ya se temía: ETA había atentado contra los guardias civiles, aquellos a los que consideraban (y siguen considerando) sus vecinos. La rabia le hizo gritar a pleno pulmón unos cuantos insultos, junto con un “asesinos”, que retumbaron en buena parte de la ciudad. Después del desahogo, llegó la preocupación por las víctimas.

El milagro y la suerte

La parte trasera del edificio se encuentra ahora protegida. PCR

La parte trasera del edificio se encuentra ahora protegida. PCR

Una hora tardaron Policía Local, Bomberos y Servicios de Emergencias en confirmarles que la banda no había conseguido su objetivo: no había víctimas mortales, no había masacre. Cuando se le pregunta si fue un milagro, Palma recuerda que han circulado otras explicaciones, más terrenales, y que pasan por un error humano. El constructor habría interpretado de manera equivocada el plano del arquitecto en el diseño del edificio y, en lugar de ubicar los dormitorios en la parte trasera (la más tranquila), fueron a parar a la delantera.

De este modo, cuanto estalló la furgoneta bomba, las familias se encontraban durmiendo en la parte contraria de las viviendas, lo que pudo minimizar los efectos de la explosión. Porque de lo que no le cabe la menor duda a este vecino es que el lugar idóneo para el artefacto era el aparcamiento trasero. Ahora la zona está vallada, pero entonces era habitual verla llena de vehículos estacionados, si bien estaban controlados por los agentes. Sin embargo, ETA lo tuvo bastante fácil: robó una furgoneta del mismo modelo que la que se solía ver por la zona, la pintó de blanco y dobló sus matrículas. Nadie detectó el cambiazo.

Las reparaciones

Pasados el nerviosismo y el susto iniciales, llegó el momento de cuantificar los daño. Ventanas desencajadas, puertas atascadas, destrozos varios, tejados con conatos de incendios… Cada uno de los vecinos presentaba sus propios problemas, de los que se encargaron los peritos y los técnicos, con suerte variable. Aquellas comunidades que toparon con un buen profesional no tuvieron apenas problemas para definir los daños, pedir presupuesto, realizar las obras y cobrarlas a través de los seguros o del consorcio de compensación.

Los vecinos de la calle Jerez fueron algunos de los afectados. PCR

Los vecinos de la calle Jerez fueron algunos de los afectados. PCR

Otros, menos afortunados, tuvieron que pelear para que cada destrozo causado por el atentado fuese reconocido como tal. De lo que también se quejan algunos vecinos, como los de los bloques 1, 3 y 5 de la calle Jerez, es de que sólo se tuvieron en cuenta los daños más visibles. Un año después comenzaron a aparecer grietas o goteras en los tejados, de los que tuvieron que ocuparse los propios vecinos, haciendo frente a importantes desembolsos económicos. Malestar entre unos vecinos que saben que esos problemas derivan directamente de una acción terrorista.

Ignacio Palma asegura que, cinco años después, en el recuerdo sigue el atentado. Cualquier ruido imprevisto o golpe seco enciende todas las alarmas, de manera inconsciente. En la mayor parte de los casos, las secuelas psicológicas ya han quedado atrás, pero no en todos y es que el atentado dejó bloqueados en el interior de sus viviendas a algunos vecinos, y el miedo hizo el resto. Palma insiste, sin embargo, en que nadie tiene contra la Guardia Civil, a la que siempre han considerado sus vecinos. “El terrorismo de ETA iba contra todos y lo sufrimos todos”.