Rodrigo Burgos: “No son buenos tiempos para la cultura”

El director del Museo del Libro Fadrique de Basilea asegura que la cultura “nunca ha vivido muy buenos tiempos” y que “ahora mismo no está bien visto pensar”

Aún así, la apuesta expositiva incrementa sus visitas un 30 por ciento al año

Considera fundamental crear hábitos de lectura desde la infancia

Rodrigo Burgos: “No son buenos tiempos para la cultura” Rodrigo Burgos se muestra orgulloso del Museo del Libro. GIT

En El Hondillo, un rincón casi olvidado del centro de Burgos, hay un edificio singular. Sus paredes verdes, la estrechez de sus formas y su sombría entrada parecen sacadas de un cuento de Edgar Allan Poe. Pero no se trata de la casa de la Rue Morgue, ni mucho menos. Es un sitio mucho más alegre, didáctico y, cuanto menos curioso. Es el Museo del Libro Fadrique de Basilea, una apuesta de la Editorial Siloé que poco a poco ha ido ganándose un lugar privilegiado dentro de la programación cultural de la ciudad. Por allí suele estar su director, Rodrigo Burgos, que va y viene constantemente. Es un hombre ocupado. Un hombre inquieto. Columnista, colaborador en medios de comunicación, tuitero activo, lector empedernido y padre. Casi nada. Y aún así, saca unos minutos para atendernos y contarnos qué significa eso de Fadrique de Basilea.

¿El libro necesitaba un museo?

A la vista está que sí. Somos protagonistas dentro de la historia del libro de otro punto de inflexión, como es el cambio del libro en papel al libro electrónico. ¿Qué mejor momento que éste? Al final, el libro se ha convertido en algo cotidiano, y dentro de esa cotidianeidad se pueden contar historias transversales como es la propia evolución del soporte, que es lo que hacemos aquí.

¿En qué ha condicionado el libro a la historia de nuestra civilización?

“A partir de Gutenberg, el libro se vuelve algo accesible cotidiano y necesario”

En mucho, aunque prácticamente no hay diferencias entre una tablilla de barro y una tableta electrónica. lo único que pasa es que el formato se va adaptando al fin práctico que tiene el hombre en cada momento de la historia. En Mesopotamia utilizaban el barro porque es lo que tenían más a mano. Luego surge el papiro en Egipto porque crece allí y más tarde en Pérgamo se inventa el pergamino, que es más duradero, pero también más costoso. Y luego llega un señor, que es Gutenberg, que adapta un método de hacer libros que ya existe como son los tipos de madera y los convierte en tipos de plomo. Eso coincide con la aparición del papel, que es un formato mucho más práctico. A partir de ahí, el libro se convierte en un objeto accesible, cotidiano e incluso necesario para el conocimiento humano. Esa es la gran revolución.

¿De dónde surge la idea de crear el Museo del Libro?

Todo esto se basa en el proyecto de visibilización de la editorial Siloé Arte y Bibliofília, que desde hace 17 años reproduce la historia del patrimonio bibliográfico, primero local, luego provincial y nacional y ahora mundial a través de facsímiles, que son réplicas exactas de libros históricos. Durante los primeros 12 años, la editorial va haciendo un catálogo de unas 30 obras y en ese tiempo se van dando pasos para poder acercarlas de manera experiencial a la comunidad en la que nos movemos, que es Burgos. Se crea una galería en la plaza de la Catedral que, a pesar de tener una ubicación estratégica, tiene una serie de necesidades al ir ampliando el catálogo. A partir de ahí surge la idea de crecer y hacerlo en forma de museo.

¿Porqué en El Hondillo?

Yo soy un reivindicador nato. Me parece que es un espacio que está en el centro de la ciudad por el que pasamos a diario pero en el que casi nunca nos fijamos. Es un rinconcito olvidado en el que había un edificio singular que ya estaba estructuralmente habilitado para poder plantear un proyecto expositivo. Se miraron otros edificios y ubicaciones cercanas, pero al final nos decantamos por esta porque nos parece que está muy bien situada. A pesar de que la entrada esté un poquito escondida, por aquí también se pasa y eso es muy importante, ya que hay muchos centros culturales a los que hay que ir específicamente. A nosotros no nos pasa eso.

¿Y porqué Fadrique de Basilea?

“El nombre de Fadrique de Basilea es una reivindicación y un homenaje”

El nombre también es una reivindicación. Es la castellanización de Friedrich de Basilea, que fue el primer impresor que hubo en Burgos. En aquel momento, la Catedral necesita captar muchos documentos y se instala muy cerca de donde actualmente está el Mesón del Cid. Allí no sólo hace algunos ejemplares fundamentales en la historia de la literatura española, como La Celestina o la Gramática de Nebrija, sino que luego también da origen a una estirpe de impresores muy importante. No sabemos durante cuánto tiempo se mantendrá el nombre de Fadrique de Basilea, pero nos parecía justo reconocer una figura muy importante y a la vez muy desconocida para la propia ciudad.

El Museo cumplió cuatro años la semana pasada. ¿Se han cumplido los objetivos iniciales?

Se van cumpliendo. Cuando montamos el Museo hicimos un plan de negocio y hay varios objetivos, entre los que el económico es el más importante, ya que para hacer todo lo que viene después, las cuentas tienen que ir cuadrando. Esto necesitaba convertirse en el escaparate de una empresa que vende un producto cultural y en ese ámbito estamos cumpliendo los objetivos de crecimiento anual. También estamos cumpliendo el objetivo de generar una comunidad en torno al Museo gracias a la programación y colaboración otras instituciones. El tercer objetivo es el turístico y supone poner un granito de arena en la oferta turística de Burgos. Sabemos qué papel jugamos dentro de ella y que somos un plan b o incluso un plan c, pero lo asumimos perfectamente. Aún así, tenemos un crecimiento anual del 30 por ciento en el número de visitantes. Probablemente cerremos 2014 con unos 20.000 visitantes, que para nosotros son cifras más que buenas.

¿Cómo os ha recibido Burgos?

La verdad es que en parte ha costado mucho que nos acojan. Hay que tener en cuenta que somos un ‘rara avis’. Que llegue un proyecto privado sin pedir nada a nadie con un modelo de autogestión, que se implante, funcione, vaya creciendo y busque sumar y colaborar, hace difícil que puedan ubicarte. Aún así, no nos hemos encontrado ningún problema con nadie, como mucho sólo indiferencia por alguna parte.

¿Qué es lo más curioso que se puede ver ahora en el Museo?

“No podría elegir una pieza concreta del Museo”

Pues será de los pocos lugares en España que tenga una réplica de la Piedra Rosetta y en el que en tan poco espacio y de una manera tan didáctica se muestre una evolución tan completa a través de los diferentes soportes. Además hay otras piezas singulares que conforman una colección muy interesante. Esto es como lo que sucede con los hijos, no puedo elegir una pieza concreta. Yo me quedaría con el conjunto.

¿Son buenos tiempos para la cultura?

No, no lo son. De hecho, yo creo que la cultura jamás ha pasado por muy buenos tiempos. Hay un ensayo, titulado ‘La utilidad de lo inútil’, que habla justamente de esto, de para qué sirven todas esas materias que no tienen un fin práctico, sino que mueven el intelecto. Ahora mismo no está muy bien visto el pensar. Tampoco las políticas culturales públicas están ayudando en nada, ya que se están cargando muchos sectores, y las industrias culturales apenas tienen recursos.

El Museo ha apostado con fuerza por las redes sociales…

“En las redes sociales tienes que hablar el lenguaje de la gente”

Sí. Las redes sociales pueden ser una herramienta fantástica si se utilizan bien. La verdad es que nosotros llegamos a ellas por necesidad, ya que no teníamos presupuesto para hacer grandes campañas de comunicación y vimos que podían ser una buena herramienta para fidelizar al público. Después de más de tres años trabajando en este aspecto, la cosa ha ido muy bien y ya tenemos unos 14.000 seguidores en total. En cualquier caso, en las redes sociales hay que hablar en el lenguaje de la gente y ahí los museos están quitándose el corsé de comunicación institucional. Esa es la clave.

¿Podrías adelantar alguna de las sorpresas para la próxima programación?

Pues me tengo que morder la lengua, porque esta semana se están cerrando cosas y tengo muchísimas ganas de contarlo, pero no puedo avanzar nada. Lo único que te puedo decir es que seguimos dando saltitos de calidad tanto en ponencias como en exposiciones e invitados. Además, vamos a mantener nuestra línea de talleres para niños, los ciclos de conferencias y las actividades ya tradicionales como la Noche de los Libros Malditos, pero no puedo decirte nombres.

Las actividades para niños son fundamentales dentro de la programación.

Sí, porque un museo tiene un compromiso de educación, independientemente de que sea público o privado. Estos proyectos se montan para que todo el mundo conozca el pasado y luego quiera cambiar el futuro. Cuanto más pronto se haga eso, más fácil será que nos enderecen el rumbo. Todos los proyectos culturales deberían tener en cuenta esa faceta educativa, aunque también hay una función comercial detrás y, desde un punto de vista muy material, estamos sembrando clientes. Esos niños luego traen a una familia que fideliza con el Museo. 

¿Libro electrónico o libro tradicional?

“El libro electrónico es práctico y el tradicional es imprescindible”

Los dos. Prácticamente el 90 por ciento de las cosas no tienen que ver con el trabajo las leo en papel, pero en el día a día utilizo los formatos digitales, y eso supone más del 80 por ciento de la lectura que hago habitualmente. Cada uno tiene su campo. Ahora la industria se está peleando y parece que el libro electrónico va implantándose pero yo defendería los dos formatos. Uno es práctico y el otro imprescindible.

¿Bestseller o incunable?

Hay algunos bestsellers que se convierten en incunables y al revés. Los dos tienen cabida y hay de todo. Hay muy buena novela, poesía o ensayo que no lo lee apenas nadie y luego hay auténticas bazofias que están vendiendo miles de ejemplares porque su autor es famoso. Respeto muchísimo a todo el que sea capaz de escribir un libro, pero la posición social de la persona que lo hace define mucho su éxito. Todo es muy relativo. 

Pero el objetivo final es que la gente lea, sea lo que sea, ¿no?

“Lo importante es generar un hábito de lectura”

Eso está claro. Lo primero que hay que conseguir es que la gente lea. A partir de que tengamos a esa persona enganchada a la lectura, hay que intentar que lea algo de calidad, que aporte, que tenga una visión diferente. Pero lo importante es generar un hábito de lectura, que es precisamente lo que intentamos hacer aquí. Mientras se siga leyendo, se seguirá escribiendo

¿Alguna recomendación para el verano?

Pues te voy a dar un poco de todo: ‘Intemperie’, de Jesús Carrasco; ‘En la orilla’, de Rafael Chirbes; ‘Echo al fuego los restos del naufragio’ de Pedro Ojeda y el que he mencionado antes, ‘La utilidad de lo inútil’. Así ya tienes de todo: novela, poesía y ensayo.