Burgos llevaba un año esperándolo
Miles de burgaleses invaden El Parral en una de las jornadas más esperadas del año
Una tormenta a primera hora de la tarde desluce la jornada festiva
¡Uno de chori! ¡Dos cañas! ¡Un moruno y tres morros! Los peñistas van de un lado a otro de la barra gritando como locos. Las gotas de sudor caen por la frente. Las charangas y batucadas recorren los abarrotados caminos. La gente mueve el bigote. Un grupo de jóvenes come, canta y bebe sobre una suerte de esterilla hecha a base de jirones de bolsas de plástico. A la sombra de un chopo, un vendedor ambulante muestra sus globos. Ahí están Bob Esponja, Dora la Exploradora y Pepa Pig. Una familia pasea entre las casetas buscando un objetivo perdido. Más tarde lloverá, pero ahora hace calor, mucho calor. Y claro, también hay polvo y pelusas. El Parral, bendita fiesta pagana.
Miles de burgaleses se enfundaron hoy sus trajes de fiesta para disfrutar de una de las jornadas más esperadas del año. Desde primera hora de la mañana el paraje del Parral ya era un hervidero de gente. Ataviados con las blusas, los pañuelos y toda la parafernalia necesaria, las peñas empezaron a montar las casetas. Había que encender los fogones y empezar a preparar los pinchos mientras a apenas un centenar de metros de allí se preparaba la procesión del Curpillos. Cosa curiosa eso de analizar la vinculación entre la conmemoración de la victoria en la Batalla de las Navas de Tolosa y ponerse ‘morado’ a pinchos, pero es lo que hay.
Mediada la mañana ya empezaba a haber movimiento en El Parral. El parque más antiguo de Burgos ya era un constante ir y venir de personas con hambre y sed, a pesar de que la procesión que recorría Huelgas aún estaba en plena vorágine. A medida que pasaban las horas, el ambiente iba ganando en intensidad. Las peñas no daban abasto para atender todos los pedidos y más de un chaval ya no sabía ni dónde estaba.
Sin duda, el buen día con el que amaneció Burgos animó a muchos a olvidar el chaparrón del año pasado, y la cosa iba viento en popa. Al menos hasta las cuatro y media de la tarde, cuando una fuerte tormenta arruinó la jornada a más de uno. Eso sí, no todo estaba perdido. El burgalés está hecho de otra pasta y aún quedaban ganas de fiesta. Tras la tormenta, regresó la calma, y con ella la comida, la bebida y el cachondeo. Los Sampedros están a la vuelta de la esquina y hay que calentar.
También habrá que limpiar El Parral, pero eso es otra historia..